Desempeña un papel fundamental en la crianza de un vino y según el tipo de roble, su influencia será diferente. De manera que, dependiendo de la personalidad que el enólogo le quiera imprimir al vino, empleará una clase de barrica u otra durante el proceso de crianza.
Por Silvia Avagnina
Crianza del vino en madera
Cuando hablamos de crianza de un vino, hacemos referencia al período que sigue a la fermentación alcohólica o maloláctica, si es que esta última se realiza. El vino es conservado en barrica de roble seguido de otro período en botella. La crianza en la barrica de roble produce modificaciones en el color, el aroma, el gusto y las sensaciones táctiles. El objetivo es aumentar la complejidad y estabilidad, como también suavizarlo disminuyendo la tanicidad.
El roble demostró ser la madera más apropiada para contener y añejar el vino. Otras como castaño, cerezo, acacia o sauce dieron resultandos inferiores.
El proceso de añejamiento ocurre a través de un intercambio entre el vino, la madera y la atmósfera ambiente. Está en función del grosor de la madera, del tipo de quemado o si es de poro más o menos apretado. Igualmente se produce una disolución de oxígeno lenta y continua por la penetración del aire a través de los poros, la boca y juntas interduelas de la barrica, que actúa sobre los diferentes componentes del vino.
Importancia de la madera
La barrica cede al vino numerosas moléculas aromáticas y tánicas. Es necesario el contacto entre vino y madera para extraer de ésta aquellas sustancias que enriquecerán su perfil organoléptico y permitirán su evolución.
Las principales funciones de la barrica son: mejorar la clarificación del vino al decantar, con el paso del tiempo, los sedimentos y suciedades; aportar sustancias saludables como resveratrol o ácido elágico y agradables como taninos; incorporar componentes aromáticos de la madera, que varían según los tipos de roble, su origen, niveles de tostado, como asimismo permitir la microoxigenación, que logra unir los antocianos con los taninos, formando moléculas complejas que son responsables del color de los tintos. En el caso de los blancos, el carbón producido debido al tostado, aporta mayor brillantez.
La barrica sirve para el trasiego o separación de sedimentos, para el aporte de aroma y sabor al vino y para la fijación del color.
La edad de las plantas
Cuando las plantas de roble son más viejas se producen cambios en la madera y la extracción varía. Sustancias aromáticas como las lactonas y la vainillina aumentan hasta la edad de 80 años, luego las primeras disminuyen y las segundas permanecen constantes.
Otros compuestos como los elagitaninos (clase diversa de taninos hidrolizables, un tipo de polifenol) disminuyen con la edad. Por ello, para no tener una madera cargada de taninos y excesivamente aromática, pero sí con buena vainillina, es necesario esperar más de 80 años para hacer uso de ella.
La edad de las barricas
El uso máximo debe ser entre 5-8 años, perdiendo facultades año tras año. La madera nueva respira mucho mejor que la vieja, sus poros están abiertos y el oxígeno penetra más fácilmente.
Los mejores matices del roble se obtienen cuando es nuevo o seminuevo, ya que aportará mayor cantidad de componentes aromáticos al vino. Cede mayor cantidad de taninos y de sustancias suavizantes, procedentes de la celulosa de la madera, y más aroma de vainilla, propio de la madera nueva. Con el paso del tiempo, el roble pierde estas características y aporta menos componentes aromáticos. Se reduce la oxidación porque los taninos y otras sustancias del vino, así como los cristales de tártaro, se depositan en la madera.
El roble americano
La diferencia con el roble francés está en la estructura de la madera, que es más compacta, más dura y los poros son de mayor tamaño. Esto permite que las propiedades de la madera sean cedidas rápidamente al vino, disminuyendo la astringencia.
El roble americano aporta menos taninos, pero una gran variedad de aromas entre los que se encuentran notas más tropicales o exóticas, como coco, chocolate, vainilla y aromas a café, humo, tabaco y cacao. Es apta para reducir la astringencia y dureza de los vinos en poco tiempo.
El roble francés
Los aromas cedidos por la barrica francesa suelen ser muy delicados, con carácter especiado, de tostados sutiles, vainilla, miel, frutos secos, balsámicos.
Posee poros finos por lo que el proceso de oxidación es lento y por ello transmite sus atributos de manera equilibrada, lo que aporta mayor elegancia y suavidad al vino, acompañando una crianza prolongada.
Conclusión
Los procesos de oxigenación y de cesión de compuestos son los que otorgan al vino mayor complejidad, aromas, gusto y refinamiento. No todos los vinos pueden tener como destino final la barrica. El paso por las mismas será positivo siempre que el vino esté preparado para soportar esa crianza. Debe poseer estructura, alcohol, acidez, caso contrario, la madera tapará las características propias.
La barrica nunca debe ser utilizada con la intención de mejorar un vino compensando algo que le falta, sino que debe potenciar y acompañar aquellos elementos que ya presenta.
Se necesita tiempo y pruebas para encontrar la barrica adecuada con sus diferentes tipos, orígenes, tostados, para cada vino, logrando el ajuste perfecto que no enmascare sus cualidades originales.