Yo puedo estar contento, porque en mi vida, llena de evoluciones
he recibido muchas denominaciones.
En los comienzos fui “Caro Piccinin”
después “José Richetto”, así llamado en especial por mis abuelos, con caluroso afecto.
Pasé a llamarme luego “José Enrique”
adolecer mediante.
Y siendo aún estudiante
me nombraban “el hijo de Benito”, con aire de bendito.
Después de diplomarme fui “Doctor”
y más de una vez, un “Doc” irreverente dejó paso a un “Tordo” contundente,
quizá queriendo nivelar diferencias
agregándole un toque sonriente. Fui distinguido luego como “Profesor” transcurriendo mi actividad docente,
reconocida laboriosamente.
A mucha gente se le escapa un “Maestro”
cuando a quien quiera verlas, a mis pinturas muestro.
Llegué a “Emérito”
por el hecho de habérmelas jugado
con tantos avatares dolorosos pasados,
al parecer disueltos, al traducirse como “Jubilado”.
Por años y hasta hoy, sigo siendo “Papá”, el título ostentado de frente, entre la gente, henchido honrosamente.
También soy “Viudo” por haber perdido
el amor, por años cultivados
y hace ya rato que me dicen “Nonno”
los brotes del árbol añejado.
Más cerca de estos días,
los últimos por la vida regalados
los míos me llaman “Viejo”
y en esta corta voz, acrisolados
están todos mis nombres ya sumados.