Archivo | diciembre 17th, 2020

Formas de decir: Algunos secretos de la conversación -->

Formas de decir: Algunos secretos de la conversación

El lenguaje, esa capacidad que nos separa del resto de universo animal y nos convierte en seres en búsqueda de resignificar un mundo de sentidos, es conversación.

Por Luis Paris

Al experimentar el mundo con la lengua como instrumento, el niño crea el complejo -y, en algunos casos exquisito- entramado de representaciones y deseos que cada uno es: la subjetividad. Esa subjetividad es una realidad separada pero que, al mismo tiempo, necesita del vínculo dialógico con los otros. La bebé que adquiere una lengua lo hace conversando con su madre y para eso necesita captar una intencionalidad, es decir, descubrir cuál es el pensamiento que la madre quiere comunicarle. Esta comprensión presupone que la bebé descubre que la madre tiene, primero, una mente y, segundo, que esa mente es distinta a la suya y, tercero, aprende también que ella misma tiene una mente y que lo que sucede allí es inaccesible al resto del universo y, por lo tanto, tiene que llorar primero y hablar después para hacerse entender.

Las investigaciones científicas muestran que los niños desarrollan más el lenguaje si están expuestos a más tipos de conversación y mejor todavía si en ellas hay más cambios de turnos, es decir, mientras más numerosos sean los cambios de los roles “hablante” y “oyente”. La riqueza de la subjetividad se constituye sobre la base del vínculo con el otro, no es una mónada enteramente aislada, sino una realidad interpersonal. Como sociedad deberíamos envidiar la sabiduría de los bebés.

Vivimos en una ‘grieta’ con el país partido en dos grupos incomunicados y, por lo tanto, incomprendidos entre sí, y los que andamos a pie estamos obligados a elegir entre una mamá y un papá que sólo se pelean. Más aún, existen ideólogos políticos que cancelan el diálogo. Son los que piensan que en la mente de la gente no existe otra cosa que no sean intereses. La gente solo quiere algo esencial y esto es dominar al otro, ponerlo al servicio de sus deseos.

Sí, es cierto que quieren casas y autos y ropas, pero es sólo para mostrarle al otro que ellos son más que los otros. Sin embargo, no toda la gente es así, existen grupos excepcionales: ellos mismos. Son los políticos que proceden como “misioneros”: han venido a este mundo a ofrecer su vida para que el otro sea feliz. Tenemos que creer que sus casas, autos, carteras, hoteles y aviones son parte de la felicidad del otro. Los “misioneros” no pueden dialogar con el resto porque somos todos egoístas patológicos, obsesionados no solo con consumir sino con algo todavía más placentero: que el otro no pueda consumir lo que nosotros sí. Que hay gente así, no caben dudas pero ¿todos los que no misionamos lo somos?

Esta construcción del “otro” que hacen los misioneros les sirve para hacer de la conversación una forma degradada de práctica social, muy inferior incluso a la que sostiene una bebé con su madre. Al contrario de los misioneros, una bebé reconoce que el otro tiene una mente, pensamientos, intenciones y hace el mayor esfuerzo intelectual posible -aprender una lengua- para acceder a esa mente. Los misioneros no nos reconocen una mente, solo somos un estómago con ínfulas y, por lo tanto, no están dispuestos a conversar para entendernos. Solo hablan entre ellos en ceremonias rituales en las que repiten frases hechas como conjuros con un supuesto poder encantador.

Negar la conversación tiene consecuencias que van más allá del intercambio de información. Si no se conversa para entender a otro, no se aprende y si no se aprende siempre se usa la misma receta para lidiar con la realidad. En un caso de fracaso como el nuestro, con una sociedad que hace décadas lo único que hace es generar más pobres, menos educación, más mediocridad y menos oportunidades para que nuestros hijos puedan cumplir sus sueños, no conversar es literalmente un suicidio.

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Recuerdo futbolero: Cuando Mendoza fue campeona argentina en 1950 -->

Recuerdo futbolero: Cuando Mendoza fue campeona argentina en 1950

La del 26 de noviembre de 1950 es una fecha histórica para el deporte local, porque recuerda el único título de campeón del Seleccionado Mendocino de Fútbol, en el llamado Torneo Interligas.

Por José Félix Suárez – Especial para Correveidile

Esta competencia se jugaba cada dos años y había comenzado a disputarse en la época del amateurismo, allá por 1920. En 1929 se convirtió en la “Copa Adrián Beccar Varela”, hasta  su desaparición en 1931 con el nuevo Campeonato Nacional, reservado exclusivamente a los clubes campeones y subcampeones de cada liga.

Se han cumplido entonces 70 años de aquel logro inolvidable en un certamen que se desarrolló   en nuestra provincia entre el 18 y el 26 de noviembre de 1950 en los estadios de Independiente Rivadavia, Gimnasia y Esgrima, Andes Talleres, Atlético San Martín, Deportivo Maipú y Leonardo Murialdo. Tomaron parte 21 combinados provinciales, el mayor número de toda la historia:  Mendoza, Córdoba, Santa Fe, San Juan, Buenos Aires, San Luis, Misiones, Catamarca, La Rioja, Corrientes, Chubut, Comodoro Rivadavia, Neuquén, Río Negro, Chaco, Salta, Jujuy, Formosa, Entre Ríos, La Pampa y Santiago del Estero. La sub-sede fue San Juan, donde también se disputaron varios partidos.

Mendoza tuvo un comienzo arrollador y en la jornada inaugural goleó 6 a 1 a Misiones con goles de Godoy, Giarrizo y Cipolla. Posteriormente en cuartos de final superó 4 a 0 a Buenos Aires, conquistas de Godoy, Giarrizo y Sosa, y en la semifinal empató 2 a 2 con Santa Fe, tantos de Godoy y Sosa. Tras el empate en el período reglamentario y al persistir la igualdad luego de tres tiempos suplementarios este encuentro se definió por los corners a favor: Mendoza 15, Santa Fe 3. La final el 26-11 se jugó en horario nocturno en la cancha de Gimnasia y Esgrima, la única que tenía luz artificial, donde Mendoza derrotó 2 a 1 a Córdoba con goles de Sosa y García. Aquella histórica jornada Mendoza formó con Primo Palazzo, Oscar Gaggino y Rolando Bolognesi, Vicente Cosenza,  Gregorio Garín y Domingo Poletti, Bautista Rivas, Domingo Godoy, Rodolfo García, Luis Amaya y  Medardo Sosa. Completaron el plantel Jesús Elso, Adalberto Branvatti, Enrique Morandini, Roger Mila, Roberto Bustos, José Giarrizo, Gregorio Doménica, Alejandro Verdejo, Joaquín Romieux, Alberto Pacheco y Orlando Cipolla. En el cuerpo técnico, Tomás Goldsack, Francisco Bermúdez, Augusto Viotti, Arcadio Alonso y el doctor Raúl Martín Danza.

El premio fue un partido contra el poderoso Racing Club de esos tiempos, campeón de primera división del fútbol argentino en 1949 y 1950, título que repetiría por tercer año consecutivo en 1951. En otra clamorosa jornada, ante una multitud plena de bengalas y fuegos artificiales, el 11 de diciembre de 1950 el Seleccionado Mendocino derrotó 3 a 2 al equipo de Avellaneda.

Tras aquel éxito del 50, Mendoza volvió a ser subcampeón varias veces más. Joaquín Tito Lucio Romieux (90 años) es el único sobreviviente de aquella gesta histórica. “Mi alegría eterna es haber integrado aquella selección, aunque mi desilusión fue no haber participado de la final contra Córdoba. “Tiene que entrar el pibe Romieux” había sido el comentario de la prensa, pero como yo  tenía apenas 20 años y era uno de los más jóvenes del plantel, el técnico me explicó que tenía que poner a Amaya porque tenía más oficio y experiencia. Con lágrimas en los ojos lo busqué a mi viejo en la platea y le dije compungido: “Papá, no juego”. Después hice fuerza por los muchachos pero me quedó esa gran amargura. A todos los recuerdo con mucho cariño y respeto”.

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