Una acuarela en palabras de cuando el realizador Federico Serafín (Canal Encuentro) filmó en Chacras de Coria un capítulo sobre el lugar y llegó a la atmósfera y los elementos del querido Don Cobos.
Por Onelia Cobos
La bicicletería artesanal del pueblo sería recordada en el tiempo por dos herramientas emblemáticas: el centrador de ruedas y el inflador industrial, gigante y enorme, que permitía insuflar aire a las cámaras y cubiertas casi sin esfuerzo.
El primero mantenía de pie -frente a la rueda con rayos a ajustar-, muchas horas del día al mecánico reparador. Éste usaba la redondez de una pieza de acero inoxidable, casi un reloj, con surcos donde encajaban los rayos de la rueda y los estiraba hasta quedar perfectamente tensos, como cabello recién peinado.
El centrador permitía a la rueda girar y ser acariciada por las manos del hombre, que la convertían en un sol perfecto de verano, impecablemente equilibrado. El segundo hizo que… “Don Cobos, ¿me presta el inflador ?”, se volviera una eterna y familiar solicitud en el lugar. Obviamente Don Cobos era el mago de las reparaciones del único transporte del lugar.
Don Cobos había permitido que la armonía, el orden, la prolijidad, la reparación de las ruedas que arreglaba, trascendieran a su espíritu que flotaba y que lo hacía tan querible por sus clientes. El centrador está ahora en el patio de la casa de su hija. Como las estatuas de Lola Mora, se ha convertido en un elemento estético con una llamativa fuerza energética.
Lo supimos cuando el director Federico Serafín colocó su cámara filmadora muy cerca, hizo girar la rueda recién colocada y dejó que los giros de antaño se desprendieran imparables. Sintió que nunca sabría por qué había llegado a este lugar donde el hacer humano se convertía en magia de encuentros no buscados, donde la sencillez del vivir se metamorfoseaba en magos xilógrafos, poetas surrealistas, pintores del color puro, ebanistas soñadores y utópicos hacedores de arquitectura medieval y futurista. No quiso saber. Había sido elegido para conocerlo.