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“¿No tendré Alzheimer?: Me olvido de muchas cosas”

“¿No tendré Alzheimer?: Me olvido de muchas cosas”

La licenciada Cecilia C. Ortiz, neuropsicóloga y magíster en Neurociencias brinda claves para identificar cuándo lo que nos pasa es natural y cuándo un motivo para consultar a un profesional de la salud.

“¿Dónde dejé las llaves? No puedo encontrarlas”. “Sé que me dijo algo, pero no puedo acordarme qué”. “Si estoy hablando y me interrumpen, luego no recuerdo qué estaba diciendo…”. “Me pasa muy seguido que reconozco a las personas, pero me cuesta recordar su nombre”. “Quiero nombrar un objeto y no se me viene la palabra a la mente”. “Hace tiempo vi una película que me encantó y no puedo recordar exactamente de qué se trataba”. “En la película trabajaba este actor… es tan buen mozo… no me sale el nombre… pero lo tengo en la punta de la lengua”.

Más de un lector con más de 40 primaveras en su haber se habrá sentido identificado con estas frases. Y es que el envejecer no es un proceso limitado a la parte externa de nuestro cuerpo. El cerebro acompaña este proceso.

A partir de los 20 años comienzan a morir neuronas (que, a diferencia de otras células de nuestro cuerpo, no se regeneran) y disminuye la cantidad de sinapsis y de disponibilidad de ciertos neurotransmisores. Está comprobado que el cerebro humano disminuye de peso a partir de la mencionada edad, y que esta disminución se acelera a partir de los 60 años (ver cuadro).

El lector estará pensando que el panorama no es muy alentador. Pero nos permite explicar que todo esto que ocurre a nivel físico, genera síntomas a nivel cognitivo, que tomados a tiempo, pueden mitigarse. Podemos sintetizar dos grandes grupos de síntomas:

Por un lado, está la alteración en memoria y aprendizaje. Y, si, aceptémoslo, nos vamos poniendo más olvidadizos. En este sentido, debemos aclarar que existen dos tipos de olvidos. Los olvidos llamados benignos o asociados a la edad, en los que el paciente olvida porciones de información, pero no el bloque entero de datos. Así, si usted fue a una conferencia el viernes y yo le pregunto de qué se habló, muy probablemente no podrá recordar todos los datos, se acordará lo que más le interesó, pero tampoco habrá olvidado que concurrió a una conferencia. Esto último sí ocurre con los olvidos patológicos o vinculados a un proceso demencial (por ejemplo, Enfermedad de Alzheimer).

Por otro, nos vamos poniendo más lentos y torpes. ¿Alguien ha intentado escribir en los teclados de los celulares a la velocidad que lo hacen los adolescentes sin cometer errores? Y ni hablar de entender cómo funciona el nuevo programa de PC, lo que hace que nuestros hijos se enojen con nosotros al grito de: “Pero si es muy fácil, ¿cómo que no podés?”.

La tendencia en Medicina Preventiva, obviamente, es diagnosticar a tiempo, porque en cualquier patología, mientras antes implementemos la terapéutica adecuada, ganamos terreno a la enfermedad. Las últimas investigaciones en Enfermedad de Alzheimer indican que, si bien la eclosión de los síntomas es a partir de los 60/65 años, entre 10 y 15 años antes, ya comienzan a haber síntomas indicativos de la existencia de la patología.

Así, aconsejan que las personas mayores de 50 años con síntomas cognitivos y/o factores de riesgo como los que se detallan a continuación, deberían hacer consulta neurológica y realizar estudios complementarios (análisis de sangre, TAC o RMN y evaluación neuropsicológica), que deberían repetirse anualmente, para ir controlando la actividad cerebral.

SÍNTOMAS COGNITIVOS: Olvidos de información reciente (dónde guarda o deja cosas, mensajes). Olvidos de nombres de personas conocidas o confundir o cambiar nombres. Dificultad para encontrar palabras. Cambios en la forma habitual de ser.

FACTORES DE RIESGO: Enfermedad Psiquiátrica. Abuso de alcohol y/u otras sustancias. Enfermedades infecciosas. Enfermedades metabólicas. Enfermedades inflamatorias del Sistema Nervioso Central. Hipertensión arterial. Diabetes. Sedentarismo. Antecedente de familiar con demencia. De cualquier forma, como siempre digo, no hay que asustarse ni dramatizar, hay que ocuparse y prevenir.

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