Archivo | septiembre 9th, 2020

Cine: Orient Express -->

Cine: Orient Express

Un tren bala por el cine oriental y películas de directores que mejor apreciar para no perder de vista sus joyas. Sobre este viaje a toda velocidad para detenerse cuando el tiempo lo permita, va esta vez la invitación cinematográfica del mes.

Por Patricio Pina*

Cuando Parasite obtuvo el premio a Mejor Película en la última edición de los Oscar, varias cosas quedaron planteadas: un hecho histórico (primera vez que un film no hablado en inglés se llevaba la estatuilla más preciada), un síntoma (los mayores logros audiovisuales norteamericanos parecen haber migrado al mundo de las series, relegando la calidad promedio de sus largometrajes), una certeza (la necesidad de ampliar mercados internacionales ante el avance de las plataformas de streaming) y una bienvenida advertencia: si los norteamericanos ya no pudieron soslayar el fenómeno, es hora entonces, damas y caballeros, de prestarle definitiva atención a las películas orientales. Corren el riesgo de perderse algo muy bueno.

Se trata de ampliar nuestros horizontes más allá de lo que la filmografía de Kurosawa nos ha sabido legar (cuyas películas más famosas son las más cercanas a nuestros gustos e intereses occidentales). Pensando en realizadores más o menos contemporáneos al gran Akira, no se puede dejar de lado el triunvirato japonés compuesto por Yasujiro Ozu (Historia de Tokyo, La hierba errante, Tarde de otoño), Kenji Mizoguchi (Cuentos de la luna pálida de agosto, La vida de Oharu) y Shohei Imamura (La balada de Narayama, La anguila). Los tres, por idiosincrasia, perfiles temáticos y puesta en escena, más representativos de una mirada oriental sobre la vida.

Párrafo aparte para Hayao Miyazaki, cuyos largometrajes de animación para chicos de 3 a 99 años son admirados por críticos y público por igual tras el Oscar a El viaje de Chihiro, y hoy goza de una masividad que nunca será suficiente. Gran parte de su obra está disponible en Netflix.

Si Parasite fue la punta de lanza y nos gustó, convendrá profundizar en la obra completa de Bong Joon-ho, donde brillan The Host y Memories of Murder, entre otras. Corea del Sur es potencia cinematográfica en los festivales de cine y más allá. En un mundo mejor, merecerían alcanzar mayor visibilidad directores como Hong Sang-soo (con films tan austeros como complejos y fascinantes), Park Chan-wook (Old Boy, Stoker – ya en EEUU -) y Lee Chang-dong (Poetry, Burning).

Pasando muy rápidamente por China, a los ya bastante famosos Zhang Yimou (Sorgo rojo, Esposas y concubinas, Héroe) y Wong Kar-wai (Chunking Express, Felices juntos, Con ánimo de amar), corresponde hoy mencionar a Jia Zhang-ke, imprescindible para entender las transformaciones económicas de su país y el profundo impacto sociocultural que conllevan. Naturaleza muerta, The World o Lejos de ella dan buena prueba de ello.

Antes de terminar este veloz tren bala por el cine oriental, imposible olvidar a Apichatpong Weerasethakul, director tailandés inclasificable, cuyo cine abona narrativas muy alejadas de lo convencional. Experiencias audiovisuales como El hombre que podía recordar sus vidas pasadas y Cementerio de esplendor nos recuerdan las inmensas posibilidades del lenguaje cinematográfico para contar historias evadiendo todo lugar común.

Finalmente, la japonesa Naomi Kawase, creadora de mundos tan personales y poéticos como Shara, El jardín de luto o la más convencional pero no menos profunda Una pastelería en Tokyo, brilla en un mundo de tradiciones masculinas con mirada propia, estilo reposado y sensibilidad mágica.

*Rector de la Escuela de Cine. Junto a Claudia Nazar llevan adelante un Taller de Cine, todos los sábados a las 16:30 hs. Obviamente, quedándose todos los asistentes en casa.

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La secreta vida del general San Martín en Europa -->

La secreta vida del general San Martín en Europa

Poco se sabe sobre este prócer después de la gloriosa campaña libertadora que realizó en Sudamérica desde su llegada a Buenos Aires en 1812 hasta su partida en 1824.

Por Carlos Campana

La actividad de San Martín en Europa fue tan interesante como la que realizó en tierras americanas, pero con gran influencia como civil. Además, se rodeó de reconocidos hombres de la alta sociedad, británica, belga y francesa. A pesar de sus enfermedades que lo tuvieron a mal traer, supo también disfrutar de placenteros lugares para descansar definitivamente del fragor de las batallas que lo honraron como militar.

El 21 de febrero de 1824 José de San Martín y su hija partieron desde el puerto de Buenos Aires, en la fragata francesa “Le Bayonnais” rumbo a Francia. La nave -luego de dos meses de viaje-, llegó al puerto del El Havre. El Libertador y su niña fueron entonces retenidos por las autoridades por llevar en su equipaje periódicos que atentaban contra la monarquía de ese país. Esto retrasó su viaje a Londres, donde pensaban residir.

El 4 de mayo finalmente llegaron a Southampton en el Reino Unido y partieron en diligencia hacia la capital británica, donde fueron recibidos por amigos como el británico James (Diego) Paroissien, gran colaborador de la campaña y quien le consiguió  alojamiento. Sin embargo, el Padre de la Patria alquiló una casa en Park Road, en la elegante zona residencial de Marylebone y puso a su hija Mercedes en un excelente colegio llamado Hampstead College.

Establecido allí, el prócer realizó una importante vida social. A principios de agosto de aquel año viajó a Escocia invitado por su amigo James Duff, conde de Fife, para ser nombrado ciudadano ilustre de la ciudad de Banff, en el condado de Banffshire. El evento se desarrolló con una gran. Posteriormente regresó a Londres para ir meses después hacia Bruselas.

Bélgica, el país elegido

En 1825, Bélgica  fue su nueva residencia y junto a su hija y su Justo Rufino se alojaron en un edificio de la calle Rue de la Fiancée 14, en Bruselas. En esta ciudad, San Martín se rodeó de destacados políticos, comerciantes y científicos. Entre otras actividades participó como miembro de la logia masónica “La Parfaite Amitié”. Prueba de esto fue la entrega de una medalla que sus miembros le hicieron al Libertador  con su imagen de perfil acuñada por el masón Jean Henrie Simon. En 1829, el Padre de la Patria intentó regresar a la Argentina, pero ante la anarquía que existía en nuestro territorio retornó a Bélgica.

En la capital belga siguió con su rutina, pero aquejado por una artritis reumatoidea, su médico le recomendó viajar periódicamente a las aguas termales de Aix-la-Chapelle, en la ciudad alemana de Aquisgrán, para aliviar sus dolores.

El 24 de agosto de 1830, estalló una revolución en los Países Bajos que concluyó con la independencia de Bélgica. Ante estos acontecimientos, el alcalde de Bruselas -Barón Louis de Wellens- y varios revolucionarios le ofrecieron al general José de San Martín el mando de sus tropas, lo que éste rechazó. Propuso, en cambio, a su camarada y amigo, el general español Juan Van Halen y Sartí. Los incidentes hicieron que padre e hija marcharan hacia París para radicarse definitivamente en Francia, mientras que su hermano Justo Rufino lo hizo en España. El joven falleció en Madrid, dos años más tarde.

Francia, reposo final

Los San Martín se instalaron en una casa en calle Rue Providence 18, en pleno centro de París. En aquel momento, se produjo en Europa la epidemia de cólera-morbo, que atacó a los centros urbanos más importantes de ese continente. El cólera llegó a Gran Bretaña y a fines de marzo de 1832, se extendió a Francia causando la muerte de miles de ciudadanos. Debido a esta situación, el héroe de Maipú y su hija se establecieron en una casa de campo en Montmorency (a unos 15 kilómetros al norte de París), pero ambos contrajeron la enfermedad en la que José estuvo a punto de morir.

En diciembre de ese año, Mercedes Tomasa se casó con Mariano Balcarce, y tiempo después serían padres de dos hijas. En 1834, el vencedor de los Andes, adquirió por 13 mil francos -una fortuna por aquel entonces- la pequeña mansión de Grand Bourg que fue su residencia por más de una década. En ese lugar recibió la visita de notables personajes americanos  como Sarmiento, Bustamante, el poeta Ascasubi y Juan Baustista Alberdi entre tantos otros.

Un correntino en ItaliaA fines de 1845 y principios de 1846, viajó acompañado de su mayordomo a Italia y recorrió, primero la ciudad de Florencia para ir a Nápoli, donde se alojó unos días en hotel de Le Crocelle cercano al puerto. Cabe destacar que el prócer manejaba con fluidez el idioma italiano. Allí visitó una serie de lugares y se cree que llegó hasta las ruinas romanas de Pompei. Posteriormente se estableció en la ciudad de Roma, en el Hotel Minerve, en el Palazzo di Conte. Actualmente perdura con el mismo nombre y allí se encuentra una placa de mármol que hace referencia a su estadía-. En ese lugar sufrió una convulsión que casi le cuesta la vida y gracias a la intervención del argentino Posadas logró salvar su vida. Después de varios días, regresó a Francia.

Los últimos tiempos del Libertador

En 1848, estalló en París una revolución que derrocó al rey Luis Felipe. Ante estos sangrientos acontecimientos, el general San Martín se trasladó a Boulogne Sur Mer para intentar viajar en barco al Reino Unido y radicarse en ese país. Pero al restablecerse el gobierno francés, sumado a un delicado estado de salud, decidió alquilar una propiedad en la Grand Rue 105 de esa localidad. Allí pasó sus últimos meses junto a su hija y su familia. Fue en esa casa donde falleció el 17 de agosto de 1850, a los 72 años de edad.

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