Pensar es una actividad que se puede hacer de muchas maneras. Una opción es la dicotómica, que consiste en pintar al mundo de sólo dos colores, así como el actual “cuarentena o muerte”. En situaciones de riesgo extremo, este tipo de pensamiento es biológicamente indispensable; frente a una amenaza inminente no hay más que dos opciones, se trata de “huir o pelear”. Las sutilezas cognitivas son aquí contraproducentes. La vida nos acorrala en un rincón de espaldas a un abismo y sólo hay tiempo para decidir si confiamos en nuestras fuerzas o necesitamos evitar el enfrentamiento.
Luis París. Dr. En Lingüística. Investigador del Conicet*
Las neurociencias enseñan que el pensamiento dicotómico pone a trabajar al máximo el sistema límbico -la amígdala en particular- y le da vacaciones al resto del cerebro. Este es el sistema que compartimos con las formas de vida animal más antiguas y primitivas como los reptiles; recientemente lo han encontrado incluso en peces. Es fascinante imaginar que cuando operamos con este “pensamiento reptil” tenemos la experiencia de ser lo que éramos millones de años atrás o quizás lo que fuimos no hace tanto de bebés en un universo que se dividía entre “papa o caca”.
No es un recurso despreciable: decenas de miles de especies han sobrevivido durante millones de años gracias al pensamiento reptil. Como humanos, sin embargo, la elección nunca puede ser abandonar toda otra forma de pensamiento; con sólo el pensamiento reptil nos alimentaríamos y reproduciríamos, pero estaríamos condenados a vivir al ras del suelo. Todos los estudios sobre soldados que vuelven de una guerra muestran una hiperactividad de la amígdala que recurrentemente se correlaciona con serios problemas para adaptarse a la vida fuera del matar o morir de la batalla. La utilidad del pensamiento reptil es necesariamente circunstancial, si se prolonga en el tiempo resulta patológica.
Es ciertamente posible que la pandemia haya sido y sea un ámbito propicio para un planteo dicotómico de “cuarentena o muerte”, yo lo dudo y más cuando el planteo de Buenos Aires ha sido una cuarentena ilimitada. De lo que sí estoy seguro es que pensar dicotómicamente todo el tiempo y en toda situación constituye una brutal mutilación del potencial humano. Sin embargo, ese es el pensamiento que nos envían desde Buenos Aires desde que tengo memoria: “liberación o dependencia”, “Dios o muerte”, “pueblo o oligarquía”, “el bien o la subversión apátrida”, “individuo o sociedad”, “egoísmo o solidaridad” e incontables dicotomías del mismo tenor.
Quizás hoy tenga sentido el “cuarentena o muerte” pero ya estamos hastiados de que nos traten como reptiles. En realidad, todas esas oposiciones han sido amenazas -”estás con nosotros o muerte”- enmascaradas con la treta nacionalista de una gesta patriótica; sí porque siempre se está jugando la patria, nuestra historia, nuestra identidad, la causa popular. La duda, el cuestionamiento y la discusión, la interpretación, la imaginación de mundos alternativos, todos estos actos de pensamiento que enriquecen nuestra experiencia son lujos burgueses frente al mal que amenaza el destino de la patria. Lo único que existe es el poder y este lo tiene “el pueblo o la oligarquía extranjerizante” o quizás “el pueblo o el comunismo ateo”.
Lo que para ellos es un lujo, para ciertos de nosotros es más indispensable que el agua: pensamos que la libertad es una decisión que se toma sobre la base de alternativas que están dadas o que hay que imaginarlas; si solo tenemos una sola opción, no hay elección y entonces no hay libertad. Pero la libertad no es un valor en la forma de vida reptil, en ese mundo no tiene sentido descubrir y convivir con la complejidad y riqueza de la realidad. Y sin embargo algunos todavía nos permitimos la duda, la crítica, la discusión y disfrutamos el intento de enfrentar la realidad sin preconceptos. En este ejercicio de actividad mental corremos el peligro de imaginar un mundo en el que los políticos tengan sentido si trabajan para que nosotros podamos ocuparnos de podar las vides y arreglar las espalderas, de educar y educarnos, de diseñar casas o levantar paredes, de limpiar las calles, etc. Más peligroso aún, podemos imaginar que el pensamiento dicotómico es la estrategia de unos políticos para que trabajemos para ellos y así puedan derrochar riquezas en Buenos Aires que pagan con nuestros impuestos mientras nos estiramos hasta el infinito para llegar a fin de mes. Pero estos son pensamientos que tienen que ser suspendidos porque la patria está en peligro. Espero que no nos cansemos de este enmascaramiento retórico, pero sí podríamos humildemente pedirles -ya que nuestro esfuerzo les paga la fiesta- que no nos traten como reptiles.