Hay situaciones ocultas, silenciadas, ignoradas por quienes ejercen los poderes. Son esas realidades que se pretenden esconder bajo la alfombra para que no se vean. Porque no son convenientes, porque molestan o sencillamente porque nunca supieron o quisieron cambiarlas en forma definitiva.
Por Gabriel Gallar
La pandemia que estamos atravesando trajo vientos nuevos que levantaron más de una alfombra y dejó a flor de piel lo que se pretendía ocultar.
Ahora se empieza a hablar con un poco más de franqueza de la pobreza en la Argentina, de la indigencia, de la precariedad en la que viven miles de argentinos. Claro, todo esto expresado en números fríos, en porcentajes y estadísticas. En definitiva, sirve para explicar también lo difícil que es controlar el nivel de contagios del Covid-19 en los barrios ‘precarios’. Pero las cifras de la pobreza que nos muestran por televisión también son precarias y engañosas. Porque cada día que pasa sumamos más pobreza, más desocupación…
El pasado 3 de julio la Comunidad Solidaria y Correveidile se acercaron hasta la localidad lasherina de El Borbollón, muy cerca del centro de nuestra ciudad capital. El motivo del viaje fue acercar donaciones de la comunidad al Jardín Maternal y CAE “Manaslú”, ubicado cerca del basural.
Todas las personas que atiende este Jardín viven literalmente de la basura. Tuvimos la oportunidad de hablar con la señora Claudia, una persona que vive en el asentamiento y nos contó que desde que cerraron ‘el pozo’, es decir el vaciadero de la basura de varios municipios mendocinos, se quedaron sin trabajo.
Antes iban por grupos organizados por turnos y por barrios. El trabajo consistía, básicamente, en seleccionar los residuos reciclables: botellas plásticas, metales, papel blanco, diarios, cartones, latas…etc. Una vez seleccionados y clasificados los llevaban a un acopiador para venderlos.
Cerraron ‘el pozo’ y el gobierno les dijo: “Quédate en casa”. Era como condenarlos a la inanición. En el asentamiento no hay trabajos formales, no se puede hacer teletrabajo. Las personas viven al día y cuando no pueden salir para hacer una changa, el sustento familiar escasea más de lo habitual. Ahora están obligados a salir por las calles con las carretelas a recoger la basura tirada por doquier.
Estas personas no son números fríos ni datos de alguna estadística. Son personas que tienen sus familias, que tienen niños que criar y educar. Que tienen sueños y esperanzas como cualquier ser humano.
Por suerte existen seres solidarios y comprometidos con esas realidades. Son Quijotes que no se dejan vencer ante la adversidad, que dedican su vida para intentar mejorar las condiciones de vida de esta comunidad. Son quienes trabajan en “Manaslú”. Este jardín depende de la Asociación Cuyum Epaín, cuyos objetivos primordiales son la educación, promoción, asistencia integral del niño y su familia. Fundada en 1993 la Asociación tiene cuatro jardines, todos situados en barrios carenciados.
Cuando llegamos esa gélida mañana, poco antes del mediodía, frente a la entrada del Jardín había una larga fila de personas esperando recibir la ayuda alimentaria que se les brinda quincenalmente. Mujeres con sus niños aguardan buscando un poco de sol que a esa hora apenas entibiaba.
Nos recibió Verónica Herrera, directora del Jardín. Con esta mujer fuerte y entusiasta mantuvimos una extensa charla que intentaremos resumir.
La institución recibe un subsidio de la Dirección General de Escuelas que es para pagar el salario de los docentes, la Nación les aporta 200 raciones (aproximadamente) y la Provincia 500. Esto para cubrir desayuno y almuerzo. Pero el comedor atiende a más de 1000 personas diariamente. Lo que falta lo cubren con los colaboradores externos, algunos permanentes y otros esporádicos.
El “Manaslú” tiene 52 alumnos en el Jardín Maternal, en el Centro de Apoyo Educativo (CAE) hay 105, en el CEBJA (Centro de Educación Básica para Jóvenes y Adultos) hay 25 chicos cursando la terminalidad de primaria y en el CCT (Centro de Capacitación para el Trabajo) asisten 16 mamás que se dedican al diseño de indumentaria.
Pero el trabajo del personal del jardín tiende a cubrir no solo a sus alumnos sino a toda la comunidad, incluyendo adultos mayores. Lo que no hacen las autoridades gel gobierno lo encaran las docentes. Hicieron un relevamiento de las familias que habitan la villa, vivienda por vivienda, porque esa información no existía. Tienen una planilla con toda la información relevante y las necesidades de cada integrante, les procuran el DNI a los indocumentados (que no son pocos). En fin, ante un Estado ausente ellas no dejan de luchar para intentar mejorar las condiciones de vida de esta población.
Mientras charlábamos con la directora, afuera, estaban Jaquelina y Verónica ofreciendo una tasa de yerbeado y facturas a la gente que aún estaba en la cola. Estas personas no solo recibían el bolsón de alimentos sino también zapatillas, ropas, mantas, etc. Todo en perfecto orden y en armonía.
Verónica y los demás docentes son conscientes de que no pueden cubrir todos los requerimientos de las personas, pero lo que nosotros pudimos conocer y ver personalmente nos pareció admirable.
Es de desear que se sumen colaboradores al jardín “Manaslú” para que pueda continuar con esta magnífica tarea. Seguramente quedaron muchas cosas sin contar de esta larga y amena entrevista. Lo importante está. Y también el llamado a la solidaridad.
“Mientras que la pobreza, la injusticia y la desigualdad existan, ninguno de nosotros podrá descansar realmente” (Nelson Mandela).
Ver Palavecino y Jaquelina García entregan yerbeado y facturas a la gente del Borbollón