Homenaje a Tomás Felipe Carlovich. El pasado 7 de mayo se conoció la triste noticia de su muerte a los 71 años, víctima de una feroz golpiza para robarle la bicicleta en la que se movilizaba habitualmente por las calles del barrio 11 de Septiembre de su Rosario natal, donde residía con su esposa (tenía 2 hijos y varios nietos).
Por José Félix Suárez – Especial para Correveidile
Un jugador notable, un exquisito del fútbol, vistoso y elegante, inconfundible por su pelo largo, revuelto, desprolijo y ondulado, cabeza levantada, las medias caídas sin canilleras, los tres botones de la antigua camiseta que entonces se usaban desabrochados. El 5 o el 10 en la espalda según su elección, 1.83 metro de altura, físico ligeramente encorvado, sólo a veces una profusa barba, el andar cansino.
Caminando o trotando la cancha, dejó un recuerdo imborrable en su paso por Independiente Rivadavia entre el 21-02-75 y el 12-06-76, donde se lo conoció como “El Rey”, bautismo del Diario Los Andes en aquella época de máximo esplendor con el título de campeón incluido. Provincia a la que regresó en 1978 para defender los colores cruzados del Deportivo Maipú, contratado por don Felipe Bellene. Las que siguen son algunas anécdotas que aquel “Rey de Sangre Azul” dejó en Mendoza, porque la mejor manera de recordarlo es con una sonrisa, como su juego fresco, espontáneo, alegre, romántico y divertido.
Entró en la historia en abril de 1974 en el llamado “partido de Carlovich”, cuando un combinado rosarino integrado por futbolistas de Rosario Central, Newell’s Old Boys y Central Córdoba le ganó 3 a 1 a la Selección Argentina, que se preparaba para el Mundial 74 de Alemania y que entonces dirigía Vladislao Cap, quien exigió que fuera reemplazado o retiraba a la selección de la cancha.
Gitano: Cuando se incorporó a los “Azules” en febrero de 1975, el club le alquiló un departamento amoblado en la Avenida Colón de Ciudad. Para comprobar si estaba cómodo, el presidente Walter Bragagnini le pidió a los dirigentes Aldo Calcagno y Jorge Edgardo Nanclares que lo fueran a ver. Se llevaron la sorpresa de que colocaba el colchón en el piso y dormía en el suelo cubierto con un cubrecama. Al verlos, el Rey se levantó y les comentó: “Así estoy bien, porque soy hijo de un rey gitano y tengo la costumbre de dormir en el suelo “. En rigor, era hijo de Mario Carlovich, un inmigrante yugoslavo que se radicó en la Argentina en los años 30 y que se ganó la vida como instalador de caños y tuberías.
Tiraje: En 1976 las autoridades del Diario Los Andes comprobaron que los lunes subía considerablemente el tiraje y se propusieron investigar los motivos. Llegaron a la conclusión de que se trataba de un hecho deportivo y que esto ocurría cuando Independiente Rivadavia jugaba el domingo y en las páginas de Deportes se elogiaba la figura y el rendimiento de Carlovich.
Chofer: El club, sin saber que no sabía manejar, puso a su disposición un vehículo cero kilómetro. El tema es que lo chocó el primer día (se dio vuelta sin sufrir un solo rasguño), por lo que le pidió a su compañero Walter Nicoletti, llegado con él desde Rosario, que le manejara el auto. De manera risueña, el periodismo deportivo bautizó a este último como “el chofer del Rey”.
Multa: Como se sospechaba que se hacía expulsar de manera ingenua o infantil para irse a Rosario porque extrañaba a la familia, su barrio Belgrano -donde vivía de soltero-, los amigos del café y el billar, la institución le aplicó una multa para que le doliera y no volviera a hacerlo. El dirigente Horacio Chango Mugular recuerda que un miembro de la Comisión Directiva se ofreció no solo a pagarla sino que pidió que no le dijeran nada para no herir su sensibilidad. Sin embargo, el presidente Walter Bragagnini lo llamó y se lo comunicó haciéndole ver que ese mes iba a cobrar con un descuento. Cuentan que “El Trinche” le contestó con toda naturalidad: “No importa, presidente, no se haga problema porque yo siempre fui pobre”.
Ruta: Una de las fugas más comentadas fue en un partido contra Atlético San Martín -en el Este-, en que se hizo expulsar en el primer tiempo porque quería irse a Rosario. Como tenía todo calculado, se bañó, se cambió, salió rápidamente del estadio y se hizo llevar a la ruta 7, donde pasaba el ómnibus de larga distancia que lo llevaría a su ciudad. Lo cierto es que cuando regresaba arrepentido a Mendoza se reconciliaba con alguna genialidad.
Negativa: Antes del Mundial 78, la directiva de los “Azules” quiso contratar a la Selección Argentina, que en esa época dirigía César Luis Menotti y que se preparaba realizando amistosos en el interior del país. El dirigente Armando Lazzi tuvo la misión de llevar la propuesta económica a la AFA pero se encontró con la firme negativa del entrenador, quien dio sus argumentos: “Ni locos vamos a Mendoza, porque ustedes ponen a Carlovich y nosotros no podemos perder y mucho menos pasar vergüenza”.
Ida y Vuelta: En Central Córdoba de Rosario, donde jugó antes de venir a Mendoza, patentó en 1973 cuando fue campeón de Primera “C”, el llamado “caño de ida y vuelta”. Para el delirio de los hinchas hacía pasar la pelota entre las piernas de un contrario dos veces en una misma jugada, lo que repitió en varias oportunidades en Independiente Rivadavia. Según la leyenda, en Rosario se hacían apuestas acerca de en cuántas ocasiones lo haría en un mismo partido, lo que nunca quiso hacer por plata. Aunque la directiva le pagaba un premio especial por caño y un premio doble si era un caño de ida y vuelta.
El Víctor: En Mendoza forjó una gran amistad con Víctor Antonio Legrotaglie, que lucía los colores de Gimnasia y Esgrima y al que enfrentó varias veces. Cuando El Víctor celebró sus 50 años con el fútbol, “El Trinche” viajó especialmente desde Rosario, lo que hizo en muletas porque había sido operado de la cadera, gesto que conmovió a Legrotaglie. Cuando lo abrazó Carlovich le dijo: “El único Rey es usted, maestro”. Para El Víctor fue “el Maradona que no fue”, “el Maradona invisible”.