Historias del pago: El día que Charles Darwin llegó a Luján de Cuyo

Y según confirmaron estudios posteriores, encontró la semilla de su muerte.

Por Carlos Campana

En marzo de 1835, el científico británico Charles Darwin visitó Luján de Cuyo y se instaló por una noche en la popular posta de esa localidad luego de un largo viaje, después de cruzar desde Chile la Cordillera de los Andes.

Charles Darwin había nacido en 1809, en Shrewsbury, Gran Bretaña, en el seno de una tradicional familia inglesa.

Desde niño se inclinó al estudio de las ciencias naturales y, siendo un adolescente, se inició como aprendiz de médico, ayudando a su padre en esa tarea. Luego estudió en la Universidad de Edimburgo para probarse en medicina, carrera que no terminó.

En 1831, de regreso a su casa, recibió una carta que le proponía un puesto como naturalista sin retribución para el capitán Robert Fitzroy, en el buque HMS Beagle. A pesar de la oposición de su padre en un principio, el joven logró convencerlo y se embarcó en la nave.

El  27 de diciembre de 1831 partió desde la bahía de Plymouth el bergantín Beagle rumbo a América del Sur. El objetivo de la expedición, dirigida por Fitzroy, era completar el estudio topográfico de los territorios de la Patagonia y Tierra del Fuego, el trazado de las costas de Chile, Perú, algunas islas del Pacífico y la realización de una cadena de medidas cronométricas alrededor del mundo.

Este viaje duró casi cinco años y llevó a Darwin a lo largo de las costas de América del Sur.

Hacia Mendoza

En 1835, la nave expedicionaria realizó varias escalas en nuestro territorio y cruzó el estrecho de Magallanes, en donde enfiló hacia Chile. Unos meses después el barco recaló en el puerto de Valparaíso.

El 18 de marzo, Darwin inició su viaje a Mendoza en mula, atravesando el paso Portillo rumbo a la ciudad mendocina. La idea era pasar por la ciudad y regresar a Chile por

Un antiguo camino llamado de la Cumbre (hoy ruta Internacional 7), con el objetivo de conocer los picos montañosos más grandes de América.

A aquel inquieto científico la imponente cordillera le causó fascinación, lo que le animaba escribir en su diario detalles sobre las diferentes formaciones geológicas, también los cambios de la vegetación y el hábitat en los animales. Ya en territorio mendocino, encontró en una choza -guardia del Portillo-, a un oficial y tres soldados quienes le pidieron el pasaporte.

Después de una marcha por el camino, pasaron por la única estancia llamada de Chaquaio. Al caer el sol los “gringos” acamparon. Faltaban dos días para llegar a la ciudad de Mendoza y uno para ver el sol de Luján.

Luego de cruzar por un camino totalmente árido, Darwin llegó a las inmediaciones de Luján, donde se encontró con una refrescante vegetación llena de álamos y sauces. En ese instante vio una inmensa nube de color pardo que venia desde el Sur. Esto le llamó poderosamente la atención y pensó que se trataba de un incendio, pero pronto se dio cuenta de que era una manga de langostas que con sus alas producían un ensordecedor ruido, similar a muchos caballos corriendo en una batalla.

Esa enfermedad

Darwin cruzó el río Mendoza, al que llamaba Luján, y allí se detuvo para hacer algunos estudios. Luego se estableció con su comitiva en la villa en donde pasaron la noche. Es posible que haya sido en la posta de Luján, donde se alojaron los viajeros.

En la noche del 26 de marzo de 1835, le ocurrió un desagradable episodio al hombre de ciencia: fue atacado por varias vinchucas, tal como comentó en el capítulo XV de su diario.

Hace unos años, investigadores españoles afirmaron que Charles Darwin vivió enfermo y murió en 1882 por el mal de Chagas. Lo que demuestra que el científico contrajo la enfermedad a través de las vinchucas que lo picaron en la posta de Luján de Cuyo.

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