Los registros meteorológicos oficiales de la precipitación en la ciudad de Santiago de Chile indican que las lluvias acumuladas desde comienzo de 2019 alcanzaron hasta el presente solo 82 milímetros. Esto contrasta con los 341 milímetros que deberían haber caído en un año normal. O sea que las lluvias, ya casi finalizando el año, no superaron el 24% de lo esperado.
Por Ricardo Villalba (IANIGLA – CONICET)
De este lado de la Cordillera, la situación no es menos preocupante. Esta primera semana de diciembre el caudal del Río Mendoza fue de 25 m3/seg., solo un 40 % del caudal esperado de 63 m3/seg. Esta situación de escases de agua se repite en las cuencas de los ríos Tunuyán, Diamante y Atuel con caudales a comienzo de Diciembre equivalentes solo al 36%, 29% y 48% de los esperados, respectivamente. Consistente con este escenario generalizado de falta de agua, el caudal pronosticado por el Departamento General de Irrigación (DGI) para los ríos de Mendoza en la temporada 2019-2020 estará por debajo del 65 % de la media histórica, catalogándose como año seco para todas las cuencas hídricas de la provincia.
Con algunas particularidades y pequeñas diferencias en la intensidad de la sequía, la reducción de los caudales en los ríos de las provincias de Mendoza y San Juan forma parte de un proceso sostenido que se inició en el año 2010 y que aún persiste hasta la fecha. Caracterizado por escasas nevadas invernales en la Cordillera de los Andes, este periodo resulta inusual en el contexto de más de 100 años de registros de caudales de nuestros ríos. En otras palabras, no hay antecedentes en Mendoza de haber vivido una sequía persistente de una década de duración como la que estamos viviendo.
Frente a situación climáticas extremas e inusuales, es frecuente escuchar en diversos medios que estos eventos desfavorables son consecuencia del Cambio Climático Global que vivimos en el planeta. Por ello, resulta de interés preguntarse en nuestro caso si los bajos caudales en la provincia de Mendoza están también conectados con el Calentamiento de la Tierra. A principios del siglo XX, cuando el Calentamiento Global parecía no ser un serio problema global, los caudales de nuestros ríos ya eran, y como muy probablemente lo fueron siempre, enormemente variables. Así, mientras en el año 1924 los caudales no alcanzaron a la mitad de los espero (49.7%), cinco años antes en 1919, fueron más del doble (241. 0%) del caudal medio. Esta enorme variabilidad en los caudales de los ríos está asociada a la particular geografía de nuestra provincia. Mendoza está ubicada a lo largo de la diagonal de desiertos andinos que van desde el sur de Perú hasta la costa Atlántica en la Patagonia. Por ello, podemos decir que no es la primera vez que Mendoza vive un año seco, efectivamente ocurrieron varios. Pero sin duda podemos afirmar que es la primera vez que se registra una sequía severa de 10 años de extensión. Por ello, los científicos creen que la situación actual de escases hídrica en el oeste argentino deviene de una combinación de situaciones naturales asociadas al clima árido de la región y su enorme variabilidad, pero en el que comienza a sentirse o visualizarse una señal de Calentamiento Global.
Bajo este escenario, nos preguntamos: ¿Cómo evolucionará la oferta hídrica en Mendoza en las próximas décadas? Seguramente, las dos componentes del clima, la natural y la antrópica (o debida a la actividad humana) seguirán actuando, la primera asociada a la enorme variabilidad climática de las zonas áridas como en nuestra provincia, y la segunda relacionada al aumentando en la ocurrencia de años secos por influencia humana, sequías que algunas veces vendrán concatenadas durante varios años creando largos periodos secos como el que estamos viviendo. En otras palabras, la prolongada sequía que experimentamos podría ser considerada como una manifestación temprana de los efectos desfavorables del Cambio Climático en Mendoza.
Todos los indicadores apuntan a señalar que el agua que baja de la cordillera, el motor de la economía regional que da vida a los oasis cuyanos, va a disminuir con el tiempo. Esta disminución no será de un año para otro, ya que como dijimos, la nieve en cordillera es muy variable de un invierno al otro, pero gradualmente se irán incrementado las sequías a medida que las emisiones de gases de tipo invernadero por la acción humana continúen aumentando. Cuanto más rápido aumenten las emisiones, es muy probable que las sequías intensas y extensas se manifiesten más temprano.
Frente a este desafío ambiental, los mendocinos debemos cuidadosos en el uso del agua, en la casa, en el jardín, en el barrio, en la escuela. Pero además tenemos que contribuir a reducir las emisiones de gases de tipo invernadero que aumentan la temperatura del Planeta e intensifican la desertización de nuestra cordillera. Usemos más la bicicleta, el transporte público, los equipos que hacen un uso eficiente de la energía, reduzcamos el consumo innecesario. Todas estas acciones, individuales o en grupos, ayudarán a reducir el calentamiento del planeta, y con ello volver a recuperar las nevadas en la cordillera, y en consecuencia el agua tan apreciada que baja de nuestras montañas.