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Buenas vecinas: Francisca cumplió 90

El pasado 15 de noviembre esta mujer emblemática de Chacras celebró un nuevo aniversario. Junto a su familia porta valores encomiables de la vida: solidaridad, generosidad vecinal y lucha sin tregua en el trabajo, con una capacidad de resiliencia admirable.

Un tren parte desde Río Negro hacia Pedro Luro, en la provincia de Buenos Aires, hace muchos años. En él viaja una veinteañera Francisca con un pañuelo rojo al cuello para ser identificada cuando llegue. Su nuevo trabajo de nanny -niñera- con una familia del lugar ocupa una etapa de su vida laboral. Después se traslada a Azul y más tarde a Mendoza, siempre al cuidado de niños.

Aquí Francisca conoció a Eusebio Giuliani un atardecer de retretas en la Plaza de Chacras, frente a la Virgen del Perpetuo Socorro. Allí también se casaron. Francisca Epulef de Giuliani. Apellido paterno mapuche. Su papá era chileno.

Tuvieron tres hijos: Luis -electromecánico-, Carlos -maestro mayor de obras- y Marta -profesora de Letras-. Su orgullo más grande reside en que los tres hayan podido estudiar y sean buenas personas.

Pasaron los años. El tiempo le permitió a Francisca construir una escala de sólidos valores. Solidaria, respetuosa de las diferencias humanas, prudente en sus observaciones, agradecida, mamá impecable, optimista, entregada de lleno a los hijos y al esposo. Amante de la naturaleza,  las plantas del largo pasillo que conduce a su casa en calle Pueyrredón es un vergel de infinitos matices de verdes y flores. Su cocina aromatiza el aire con panes y pizzas caseras, sabrosos guisos y postres. Toda su persona es ordenada, impecable y coqueta.

La vida le tenía guardada una misión especial con la llegada de su único nieto, Raúl Jr., que nació con una parálisis cerebral que hizo que su papá y su mamá se mudaran con él a Miami en busca de medicina y rehabilitación cubana.

El trabajo hecho sobre Raúl es tan asombroso que este año finaliza su escuela secundaria en un grupo de niños sin discapacidades. El entusiasmo y amor por la vida que Francisca ha sabido inyectar en el espíritu de su nieto, en su contacto telefónico diario a Miami desde que partieron,  ha contribuido al milagro del niño feliz, incansable en su proceso de resiliencia.

Francisca es nuestra ilustre vecina, ejemplo de templanza, valor y lucha en los avatares de la vida. Siempre mirando el lado soleado del día, la mitad del vaso lleno, embelesada al observar los álamos temblar movidos por el viento, sabiendo que se puede construir un oasis en medio del desierto.

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