Las palabras no pueden modificar la realidad. Una piedra será siempre una piedra por más que intentemos llamarla de otra forma. Los políticos inventan eufemismos para re designar situaciones que son incapaces de solucionar. A las personas que no tienen vivienda, que son vagabundos o linyeras se las llama ‘personas en situación de calle’.
A las personas mayores, en la escuela primaria, nos enseñaron que el 12 de octubre se festeja el día de la raza. Y nos contaban, con matices épicos, la epopeya de Colón, el descubridor de América. Desde el 2010 pasó a llamarse Día del Respeto a la Diversidad Cultural, gracias al decreto 1584 firmado por la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
En todos los países hispanoamericanos se recuerda esa fecha. En España es Fiesta Nacional. En verdad, los españoles sí tienen reales motivos para festejar, ¿pero nosotros?
Ya desde el 2007 el INADI venía cuestionando el concepto de ‘raza’ por eso apuntaba a que el feriado del 12 sirviera como jornada de valorización de las identidades étnicas y culturales y de reflexión histórica.
La Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial establece que “toda idea o doctrina de superioridad basada en la diferenciación racial el científicamente falsa, moralmente condenable y socialmente injusta”.
También es relativo el término ‘descubrimiento’. La gente que habitaba estas tierras, hoy llamadas América, eran conscientes de su existencia, no hacía falta la llegada del conquistador europeo para ‘comenzar a ser’. Tenían su cultura, su idioma, su religión, sus artes…
Los ibéricos desembarcaron aquí de casualidad. No venían con fines humanitarios. Todas las expediciones tuvieron como primordial motivo el económico. La conquista se concretó con la espada y con la cruz. El español se consideró a sí mismo como un ser superior al nativo, encontró justificación en la religión católica para someter al ‘pagano’ aborigen. Traían muy arraigada la idea de raza superior.
Es muy cierto que nuestra sociedad ha avanzado mucho en la reconsideración histórica de los pueblos originarios. La Constitución Nacional los reconoce como tales y también resguarda sus derechos inherentes. En muchas escuelas de nuestro país se ha instrumentado la educación bilingüe. A los niños se les enseña el español como idioma oficial pero además se los educa en su lengua materna. A varias comunidades se les han restituido parte de sus territorios usurpados. Sin embargo, falta mucho por hacer.
No bastan las palabras escritas o dichas en discursos grandilocuentes. No alcanza con cambiar el nombre de una conmemoración ni sus buenas intenciones.
En casi todos los países del mundo, en pleno siglo XXI hay actitudes racistas y discriminatorias. En Europa no quieren recibir a los migrantes del norte de África con la excusa de la falta de trabajo. En América, desde los EEUU hasta el cono sur se viven cotidianamente situaciones de discriminación racial.
No es sólo una cuestión de Estado. Cada uno de nosotros es responsable de aceptar al otro como un hermano, como uno igual en deberes y derechos y con la misma igualdad de oportunidades. No hace falta un feriado al año para ser conscientes de la realidad en la que viven los pueblos originarios.