Sus personajes arrolladoramente ingenuos hacían que sus desnudos se apropiaran de la pantalla como si fueran un desliz inevitable, la consecuencia de un ademán inconciente, ajeno a sus lujuriosas ulteridades.
Por Patricio Pina*
Pero no siempre fue así. En el principio fue un cuento de Roa Bastos con temática social, un director de 43 años que quería llevarlo al cine con ella como protagonista y una escena donde se la vería nadando sin ropa en un lago. Le hablaron de una malla color piel, de un plano muy general. Ella accedió. Un año después ya nada sería igual: El trueno entre las hojas fue un éxito de público, con el primer desnudo total del cine argentino e Isabel Sarli lanzada al estrellato. Su madre vio la escena y le dio una golpiza que la Coca no olvidaría.
O quizá el principio esté en Concordia, desde donde llegó a Buenos Aires pasando mucho hambre y privaciones, para apostar a sus insoslayables atributos físicos en el concurso de Miss Argentina. Y ganar. Y quedar ahí nomás del título de Miss Universo. Pero la revancha y trascendencia le llegarían por otro lado.
A fuerza de (ex)poner toda la carne en el asador audiovisual, devino primero fantasía erótica y luego mito de un cine nacional siempre dispuesto a la censura con las tijeras de su ignorancia y su didáctica moralizante. En las 28 películas que hizo con Armando Bo fue puliendo el estilo, conforme los films viraban del neorrealismo social a la exposición lisa y llana de los deseos sexuales, invariablemente violentos cuando los hombres la apetecían, mientras ella oscilaba entre los roles de víctima o de ninfómana de mohines ingenuos.
Relamiéndonos entonces con lo oculto y fascinándonos con lo expuesto, encasillamos y creamos una Coca a la medida de nuestros deseos, atrapados en el juego pícaro que construyeron con Armando, olvidando a la mujer detrás del ícono.
Los ropajes de piel sensualizada que Hilda Isabel Gorrindo vistió como nadie encubren a una dama trabajadora y tenaz, esencial para llevar las cuentas de las producciones de Armando u oficiar de intérprete ante el mercado anglosajón, gran cinéfila discreta y silenciosa.
Pero, por supuesto, nosotros elegimos nuestros recuerdos. Que aún sigamos repitiendo aquella famosa frase que, sacrificial en el camión frigorífico del film Carne, nunca pronunció (pues la mencionó, de modo parecido pero no igual, en Y el demonio creó a la mujer, muchos años antes, en 1961) parece hablar más de nuestros deseos de escucharla que de oír realmente su propia voz, siempre sincera y honesta.
En tiempos de fake news y muchos fake bodies, ya la estamos extrañando.
*Rector de la Escuela Regional Cuyo de Cine y Video. Junto a Claudia Nazar brindan un Taller de Cine Fantástico, todos los sábados a las 18 hs. en la Biblioteca Popular de Chacras de Coria.