Por Mariano Cony, ingeniero agrónomo (IADIZA-CONICET – Fundación CRICYT)
La poco reconocida basura
En los últimos 20 años, el tratamiento de la basura urbana ha sido un tema muy importante de preocupación de las sociedades modernas. En nuestro país, y en particular en nuestra provincia, sigue siendo un tema candente, que todavía no alcanza un tratamiento que derive en una solución sustentable. Problemas de índole social, técnico y económico impiden que estas soluciones se logren. La falta de utilización de eficientes métodos de reciclaje, los costos económicos de la aplicación de estos métodos y la falta de reconocimiento por parte de las poblaciones en general del valor que tiene para una sociedad contar con urbanizaciones “limpias”, han impedido que el tratamiento “sustentable” de la basura generada avance en nuestra provincia.
Vaya como ejemplo: Usted vecina/o de Chacras de Coria, sabiendo que los recursos económicos que maneja un municipio son “finitos”, ¿a qué le daría prioridad: a que sus calles fueras asfaltadas o mantenidas cotidianamente en buenas condiciones o a elaborar y ejecutar un buen plan de reciclaje de toda la basura generada -por supuesto, hay que considerar la disminución de su generación- en su localidad? Recuerde, los recursos económicos tienen límites y muchas veces, hay que priorizar.
La mal llamada “basura orgánica”
Cáscaras de frutas, restos de café, los fideos del mediodía, los tomates que se pudrieron, etc., constituyen parte de uno de los componentes más importantes de nuestro ecosistema: ¡la materia orgánica! Para muchos -y no se equivocan- la materia orgánica representa la vida. Todos los organismos “vivos” están constituidos por materia orgánica. Su cuerpo, vecina/o está constituido en una muy importante proporción por materia orgánica.
Desde el punto de vista químico la materia orgánica es rica en los elementos Carbono (C), Hidrógeno (H) y Oxígeno (O), acompañados en muchos casos por Nitrógeno (N), Azufre (S) y otros elementos, llamados inorgánicos, en menores concentraciones. Cuando Ud. escucha hablar a los nutricionistas de la correcta ingesta de proteínas, aminoácidos, hidratos de carbono, etc., están hablando de la materia orgánica.
Esta resulta un recurso vital para la fertilidad de los suelos agrícolas o de su jardín. En Mendoza, dadas sus características climáticas y del origen de sus suelos, es, naturalmente, ¡muy escasa!
Por lo tanto, si en los suelos de nuestra provincia es escasa y es un recurso fundamental para su fertilidad, ¿tiene lógica desperdiciar o enterrar -a veces, ni siquiera esto- la mal llamada “basura orgánica”? La respuesta está dada en la lógica económico-social imperante: recuperarla o reciclarla tiene costos que la sociedad mendocina, todavía, no está dispuesta a asumir.
Recuperación o reciclaje de los recursos orgánicos de la basura
Muchos autores han denominado a la mal llamada basura orgánica, “recursos orgánicos”.
La recuperación o reciclaje de esos “recursos orgánicos” se denomina compostaje.
En Mendoza, se usan dos métodos o tecnologías de compostaje: el compostaje tradicional, bajo condiciones aeróbicas -el más utilizado- o anaeróbicas, y el vermicompostaje, más conocido como lombricultura.
Compostaje tradicional vs. “lombricultura”
El compostaje tradicional consiste en la acumulación de materia orgánica, comúnmente en pilas o montones, y el mantenimiento de condiciones adecuadas de temperatura que alcanzan los 65° C; humedad, 60% y la presencia de oxígeno de acuerdo a que se trate de descomposiciones aeróbicas o anaeróbicas, que permiten que actúen los microorganismos presentes o incorporados ex profeso, causantes de la descomposición.
El vermicompostaje o lombricultura consiste en la alimentación de lombrices con materia orgánica semidescompuesta, cuyo proceso de descomposición es terminado en el aparato digestivo de la lombriz. Una parte de esta es utilizada por las lombrices para su desarrollo y la otra depositada en forma de fecas en los lugares de crianza.
La diferencia fundamental entre el compostaje tradicional y el vermicompostaje radica en los microorganismos que actúan en la descomposición de la materia orgánica.
En el primero actúan microorganismos termófilos, porque en la fase inicial del proceso de descomposición se alcanzan altas temperaturas de 65° C. En el segundo, se trata de microorganismos mesófilos, ya que se mantienen valores inferiores a los 35°C, mediante la alimentación de las lombrices en capas inferiores a los 40 centímetros y el riego de las mismas, que impiden la elevación de la temperatura.
Mientras en el primer caso al producto obtenido se lo llama compost, en el segundo se lo conoce como humus de lombriz, lombricompuesto o vermicompost.
Una mejor utilización de la materia orgánica
Evidencia científica publicada en los últimos años en diferentes partes del mundo demuestra las enormes bondades de la utilización de los compost y lombricompuestos.
Lo que destacan los trabajos científicos con más vehemencia es la mayor actividad microbiana de los lombricompuestos y su efecto benéfico para los vegetales.
Si se comparan los procesos de obtención de compost y humus de lombriz, a igualdad de residuo orgánico transformado, se puede destacar que el vermicompostaje presenta un menor consumo de mano de obra o maquinaria que el compostaje tradicional y una mayor velocidad de descomposición y estabilización de la materia orgánica que redunda en un menor tiempo de obtención del abono.
Los bajos tenores de materia orgánica que presentan los suelos de Mendoza, consecuencia de las condiciones ecológicas existentes, hacen prever que la aplicación de abonos orgánicos continuará siendo una labor común en la agricultura provincial y en nuestros espacios verdes.
La pregunta es: ¿cuándo nos terminaremos de concientizar sobre las ventajas, no sólo ambientales sino también económicas, del reciclaje de nuestros residuos – recursos orgánicos?