Treinta años pasaron desde que el joven Ernesto Mondati se subiera por primera vez al volante del ómnibus
que en algún momento se convertiría en su segundo hogar. Fue en la línea 10, antes la 1, la del recorrido Chacras-Mendoza, que con el transcurrir del tiempo y el aumento demográfico por esta zona, se ampliaría a Luján-Mendoza.
“Era muy divertido viajar con él, siempre estaba haciendo chistes a los pasajeros”, compartió en 2009 Luis Cerutti, vecino de Chacras, quien supo compartir viajes con Mondati de chofer. También su mujer, María Antonieta, recordó que en una ocasión se había olvidado su maletín de docente en el ómnibus, y cuando le describió el chofer a su marido, éste la tranquilizó: “No te preocupes más, es Mondati, tu maletín está a salvo”.
Y es que en tantos años, Ernesto supo atesorar afectos y reconocimientos. “Han pasado varias generaciones en mi colectivo. Hace poco un muchachón me sorprende acordándose de cuando viajaba conmigo. Es el nieto del querido Fito Derpich, fallecido recientemente, a quien llevaba desde chiquito, cuando viajaba con su madre”.
En una ocasión subió la hija de Derpich al ómnibus con sus dos hijos pequeños y nadie le daba el asiento. “Paré el colectivo y les dije fuerte a todos: hasta que alguien no le ceda el asiento a la señora no sigo el viaje. Ahí nomás se pararon varios”.
También era común para nuestro héroe local, desviarse del recorrido si alguien en problemas lo necesitaba: una persona recién operada, o con dificultades para caminar o alguna emergencia. “Le preguntaba al resto de los pasajeros si estaban de acuerdo y siempre me contestaron que sí, sin titubear”.
Por eso, para Mondat los mejores recuerdos fueron para sus pasajeros. “Agradezco a Dios la salud que me dio, que permitió jubilarme; a mi familia por el aguante y tantas fiestas perdidas a causa de mi trabajo, a mis patrones por los treinta años de trabajo, a mis compañeros por aguantarme tantas bromas y, sobre todo, a mis pasajeros, ellos son parte de lo mejor que me pasó en la vida”.