Lo artesanal va mucho más allá del producto final, es todo lo que construimos alrededor: las relaciones sociales, los procesos creativos y todos los hilos que nos conectan con nosotras y entre nos-otras.
Por Cristina Oviedo Mejía*
En Latinoamérica muchas comunidades bordadoras resguardan, fortalecen y comparten de generación en generación esta herencia artesanal. El desarrollo de esta práctica de manera colectiva y habitual tiene un impacto positivo en nuestro funcionamiento cerebral y en las construcciones sociales. Para muchas comunidades el bordar es el centro de su sistema organizativo y cultural, de su memoria, y la base de la economía de sus pueblos. Para otras, el bordar se convirtió en un acto sociopolítico (no partidista), en una herramienta de resistencia y resiliencia.
Mi relación con el bordado artesanal no es un conocimiento meramente técnico, incluye mi acercamiento a esta práctica, que aprendí a los seis años, con las mujeres de mi familia: mi madre Estela, mi abuela Mélida, mis tías y vecinas en el sur de Colombia, donde nací. No bordo porque esté de moda: lo hago porque aún teniendo la oportunidad de hacer otras cosas, encontré en esta herramienta un estilo de vida, una opción y un lugar desde donde quiero transitar creativamente.
Viajo por distintos lugares de Latinoamérica y me encuentro con mujeres y comunidades que quieren compartir su saber. Con el consentimiento de ellas, los encuentros quedan registrados en fotografías, entrevistas, audios, videos y desde luego en los textiles, como una manera de sistematizar aquello que se construye y deconstruye alrededor de las prácticas artesanales. Otra parte de los encuentros queda registrado en mi ser.
Como psicóloga, arteterapeuta y artesana bordadora, hace siete años desarrollo un proyecto autogestivo que he denominado “Por los caminos del bordado”. Tanto en Colombia como en Mendoza gestiono y construyo espacios con mujeres para que juntas nos conectemos con lo artesanal y podamos sentir cómo a partir de lo creativo nos sostenemos y acompañamos.
En Mendoza, tanto la Mercería de la Quinta (Olascoaga 542) y la Biblioteca Popular Chacras de Coria forman parte de los espacios donde desarrollo estos encuentros, abierto a todas las personas que quieran experimentar que bordar es más que bordar y que lo textil es un pretexto para la construcción humana de algo mucho más profundo.
Bordar genera bienestar y es una actividad terapéutica preventiva y completaria. Con su desarrollo activamos funciones mentales ligadas a la percepción, memoria, atención, imaginación, creatividad y coordinación viso-motriz. Bordar es una herramienta meditativa y hacerlo con periodicidad actúa como antidepresivo natural, aún más si se desarrolla en comunidad, ya que fortalece la creatividad y la autoestima.
Alrededor de bordar también se generan construcciones negativas, entre ellas las de las comunidades que siguen siendo explotadas por diseñadores y marcas que compran o aún peor, plagian sus diseños arrebatándoles su producción intelectual y su herencia ancestral, que pagan por sus bordados a un costo muy bajo, para luego venderlos a un precio muy alto. “Promotores textileros” a quienes lo que menos les importa es la promoción de la comunidad para que ella sea la protagonista en la producción y comercialización de sus trabajos.
Cuando adquieras algo artesanal recuerda que no es sólo un producto, te están confiando a ti parte de su herencia ancestral.
*Arteterapeuta, Viajera y Bordadora. Instagram: @cristinaoviedomejia / Facebook: Casa Taller Bordado Artesanal / WhatsApp: 2614854431