Y mucho menos cuando hablamos de películas. En esta nota, un repaso por joyas que no discriminan a quienes tienen disfrutan de las buenas películas más allá de los años. En la Biblioteca Popular, el taller actual propone olvidarse por un rato del culto a la lozanía.
Por Patricio Pina
Mutaciones diversas que transformaron la industria cinematográfica norteamericana a fines de los años ’70 (entre ellas, la irrupción de la saga Star Wars como confluencia de mundos de cuentos de hadas, espíritu pop unido al soap opera y desarrollo inédito de efectos tecnológicos especiales), acarrearon un marcado descenso en el rango etario de los espectadores de películas: la franja mayoritaria de público pasó a circunscribirse a la edad de la adolescencia, de 13 a 18/20 años. La lógica mercantil privilegió la tendencia a la realización de films con temáticas y horizontes afines a aquellas edades. Se inició entonces el reinado del pochoclo, hoy ya con características imperiales si tenemos en cuenta la hegemónica presencia de superhéroes en los cines mundiales.
Este culto a la juventud que caracteriza al cine de mayor circulación planetaria (y a la obsesiva batalla contra las consecuencias del envejecimiento que ensalza esta sociedad del presente perpetuo) suele dejar de lado a las personas de edad como protagonistas de películas. En la Biblioteca Popular de Chacras estamos llevando adelante un ciclo donde quienes suman canas y pliegues en la piel encuentran, creemos, la reivindicación audiovisual que se merecen. Algunas de las propuestas que estamos disfrutando son las siguientes:
LUCKY: Harry Dean Stanton, eterno y glorioso actor de reparto, se despide del cine y de la vida con un personaje delineado a su medida, prodigio de sabiduría serena que oscila entre la melancolía y la sonrisa a lo Siddharta. También están David Lynch y su tortuga afín a Kerouac.
EL ARCO: Antes de que le perdiéramos el rastro en las salas comerciales, Kim Ki-duk estrenó esta película donde un viejo vive una extraña relación con una adolescente dentro de un pequeño barco pesquero. Siempre coqueteando con la crueldad y la culpa, Kim despliega sus metáforas con el lamento del violín coreano como presencia permanente.
LA TIERRA Y LA SOMBRA: La ópera prima de César Augusto Acevedo acaricia la perfección formal para contar la reconstrucción dolorosa de los vínculos familiares mientras un mundo y sus formas de vida se extinguen. De Colombia llega una de las mejores películas en lo que va del siglo.
UNA PASTELERÍA EN TOKIO: El paradigma de que siempre hay más vida después de la vida. Naomi Kawase pone su habitual maestría para el registro poético de la naturaleza a disposición de una vieja dama que encuentra la felicidad en las formas simples de los dorayakis, tradicionales pastelitos japoneses. El film incluye receta pormenorizada y lirismo oriental.
(*Rector de la Escuela Regional Cuyo de Cine y Video. Junto a Claudia Nazar brindan el Taller de Cine “La juventud no tiene edad”, todos los sábados a las 18 hs. en la Biblioteca Popular de Chacras de Coria)