En los últimos años se ha ido masificando el uso del lenguaje inclusivo, no sin resistencias por parte de quienes encuentran en su uso un sin sentido. El uso de la “e” en los movimientos de mujeres se valora como una herramienta de lucha política. Sin embargo, la Real Academia lo considera una amenaza a la integridad de la lengua. Por ello quisimos reflejar estas dos visiones en este artículo.
Por Renata Piola
Transcurre una conversación y alguien para referirse al grupo compuesto por personas de distinto sexo dice por ejemplo: “Nosotres vamos, ¿ustedes vienen?”. Algunas personas toman la frase con naturalidad y otras se sienten incómodas o enojadas. Es que el lenguaje puede verse como una herencia que debe mantenerse sin modificaciones, o como algo vivo y en constante transformación.
Para la Lic. en Sociología y docente universitaria Antonia Devoto se trata de una “reacción visceral” lo que causa el fenómeno. Procuraremos ir más allá de si “nos acomoda o no, y si nos gusta o no usar el lenguaje inclusivo”, para ahondar en sus motivaciones, sus objetivos e implicaciones.
El término “público”, referido a un varón, alude a alguien “respetable”, que realiza acciones fuera del ámbito privado y son valoradas como importantes. Sin embargo, una mujer “pública”, hace referencia a su sexualidad, considerada como “promiscua”, otorgándole otro valor, el de “reprochable”. Entonces nos cabe la pregunta: ¿es neutro el lenguaje?
En busca de respuestas tomamos las palabras de Eva Rodríguez Agüero, Dra. En Ciencias Sociales y docente universitaria, quien refiere que entre las capacidades humanas más poderosas está el poder nombrar, categorizar, ordenar y dividir. Para la académica, desde que nacemos las personas somos divididas en varones y en mujeres, es así como se refieren a nosotros o nosotras utilizando distintos adjetivos que están en masculino o en femenino.
“Resulta que de esas maneras de nombrar nuestros cuerpos y adjetivarnos se montan también una serie de mandatos o de estereotipos de género, como por ejemplo: “los nenes no lloran”, o “las nenas no juegan al fútbol”. Observa que “a esa poderosa serie de significaciones sociales a través del lenguaje es a lo que se refiere el concepto de género. Esta diferenciación y división entre los géneros, trae aparejada una enorme inequidad entre mujeres y hombres, entre el masculino y el femenino, otorgándole al masculino una serie de privilegios en desmedro del femenino. Por lo tanto, no se trata de una división neutral y sin jerarquías, todo lo contrario”.
Y dado que el lenguaje sirve, entre otras cosas, para expresar desacuerdos, tomamos la opinión de la Lic. en Letras Bettina Dobois, quien sostiene que la lengua es neutra y no debe modificarse. Para ella “el uso del género gramatical masculino para referirse a colectivos mixtos no tiene la intención de discriminar sino de aplicar la ley lingüística de la economía, por lo cual decir “queridos alumnos y queridas alumnas” implica un uso reiterativo del lenguaje, con desdoblamientos artificiosos e innecesarios que atentan contra la inteligibilidad y la claridad”.
En la otra vereda, la Dra. En Filosofía, investigadora del CONICET y docente universitaria Alejandra Ciriza, entiende al lenguaje como “un código y una arena de luchas entre dominantes y subalternos/subalternas/subalternes, que lleva a que quienes tienen el control sobre el código, por ejemplo la Real Academia Española de la Lengua, tiendan a conservar sus estructuras porque eso garantiza de alguna manera ese carácter uniacentual del lenguaje y su pretendida neutralidad”.
En busca de objetivos y responsables
Tanto para Antonia Devoto, como para Eva Rodríguez Agüero, Gastón Ortiz Bandes, y Alejandra Ciriza, la insistencia en nombrar a “las” y “les” revela la lucha de los feminismos y las disidencias sexuales, a las cuales se han sumado les jóvenes, para poner de manifiesto el carácter múltiple –no binario- de la corporalidad y de la sexualidad humana y su representación en el ámbito de la lengua”.
Desafiar los estereotipos de género y las jerarquías que éstos traían aparejadas, y dar visibilidad, también en la materialidad del lenguaje, a quienes no se sentían incluidas / incluides dentro de la “o”, son parte de los objetivos que persiguen estos grupos.
Distintas apreciaciones acerca del fenómeno
En tanto para Bettina Dubois “el “supuesto lenguaje inclusivo”, no hará que la sociedad sea menos machista o violenta contra las mujeres, y aunque puede servir como forma de visibilizarlas, los cambios pasan por otro lado. No se trata de canjear una letra por otra o de inventar palabras, pasa por tener igualdad de oportunidades. Y esto es más amplio, no sólo tiene que ver con ser mujer u hombre, tiene que ver con que todos puedan “escuchar”, “ver”, “entrar”, “acceder”, pasa porque el mundo ofrezca lo mismo para todos. Para Dubois no hay que modificar el lenguaje, lo que tiene que cambiar es la sociedad, somos nosotros.
A esta visión Ciriza, le encuentra como dificultad el hecho de que “las mujeres una vez más pasamos a ser borradas, y eso a mí me preocupa. Personalmente estaba más de acuerdo con un uso no tan fácilmente asimilable al masculino y hubiera preferido una forma más “ao”, que marcara la presencia mujeril, la feminización, porque creo que el problema político está allí”, por ejemplo.
Por su parte Gastón Ortiz Bandes encuentra que “el llamado lenguaje inclusivo y este cambio del régimen gramatical del género, es radicalmente revolucionario, porque dispara contra el centro mismo del sistema, plantea un 180° de la lengua por fuera del orden supuestamente natural en que parecía estar basada. Es decir, el que impuso el saber del Imperio, la raza, el capital y –el más viejo y arraigado de todos los sistemas de opresión- el patriarcado. El caso de la –e final como marca genérica inclusiva no solo modifica la escritura (como pasa en los impronunciables pero muy legibles chicxs o chic@s) sino a la oralidad: la –e final de “Eh, ¡chiques!”, se escucha”, explicó el docente.