Declaradas por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en el año 2000, las iglesias de madera construídas en el archipiélago de Chiloé, por jesuitas y franciscanos en los siglos XVI y XVII, constituyen el segundo atractivo turístico de estas bellas islas del sur chileno por su belleza y originalidad. (Nota publicada en una edición anterior).
Por Adriana Sayavedra
El principal atractivo es todo el archipiélago en sí mismo: sus paisajes, canales y golfos, su gente, su gastronomía. Realmente valen la pena los 1.500 km recorridos desde nuestra linda Chacras de Coria.
Pero volvamos a las iglesias de madera. Ellas son la expresión tangible de la identidad del pueblo chilote, cuya profunda religiosidad forma parte de su vida cotidiana y es protagonista de la social. Cada comunidad se encuentra, se reconoce y festeja siempre alrededor de su iglesia. Allí expresan su religiosidad junto a las tradiciones de sus antepasados. Podría decirse que estas iglesias mantienen su función igual que hace más de trescientos años, ya que siguen siendo utilizadas con el mismo espíritu con el que fueron creadas.
Como espacio donde se recrean tradiciones y ritos, amén de la declaratoria como Patrimonio de la Humanidad, constituyen también una clara muestra de patrimonio vivo, si ponemos atención a que es la iglesia y su entorno donde la comunidad genera sus procesos de integración y desarrollo.
Lo que se inició con sencillas construcciones para protegerse de las inclemencias climáticas y que facilitara la labor a los sacerdotes jesuitas durante el proceso de evangelización, con el tiempo fue derivando en un productivo proceso de edificación de templos que crearon un estilo arquitectónico propio del archipiélago, con maderas y elementos autóctonos, y que diera lugar a la creación de la Escuela Chilota de Arquitectura en Madera.
Se trata de casi ochenta iglesias, de las cuales dieciséis fueron declaradas como patrimoniales de la Humanidad por la UNESCO.
En cuanto al estilo arquitectónico de estas iglesias, bien puede decirse que a pesar de haber desarrollado un estilo constructivo propio, no pasa desapercibida la impronta europea, principalmente de su zona central. Esto seguramente se deba a que la mayoría de los sacerdotes jesuitas que llegaron a Chiloé en el siglo XVII pertenecían a las regiones bávaras de Europa. Lo destacable es la asombrosa habilidad de los carpinteros chilotes que bien se las arreglaron para construir esas maravillas con las pocas herramientas disponibles en esa época, además de escasos conocimientos en grandes construcciones.
Otro aspecto característico es el emplazamiento escogido para los templos.
Por lo general se ubican casi sobre las playas y en grandes planicies, cuya función era la de congregar a la comunidad, convirtiéndose en el espacio de reunión previo al ingreso al templo y por donde marchan las procesiones de los santos patrones en las fiestas religiosas. Más tarde es sobre estas explanadas donde se crearían las plazas, en las comunidades urbanas, mientras que, en las zonas rurales aún hoy se conservan tal cual.
Esta cercanía con la costa tenía también otro objetivo: las torres de las iglesias, además de albergar las campanas, actuaban también como faro para los navegantes, orientándolos en sus recorridos entre los canales del archipiélago.
La gran mayoría de las comunidades chilotas sigue desarrollando su vida social alrededor de su iglesia, como fue desde un principio. Y esto es lo que maravilla de estas antiguas y bellas edificaciones, que además de patrimonio arquitectónico, sigan siendo las depositarias de valores, tradiciones y costumbres ancestrales y aún vigentes, o sea del patrimonio vivo.
Guardianas de una cultura viva que se mantiene intacta en el tiempo, reflejan la síntesis de la identidad chilota: religiosidad y festividad comunitaria.
La imaginería chilota es un tema aparte. Luego de que las primeras imágenes traídas desde Europa dejaran de llegar, comenzaron a fabricarse en el archipiélago, a manos de los artesanos locales según sus propias interpretaciones y habilidades. Surge así el oficio del santero, cuyo arte, de características y estilo propio, con el tiempo daría origen a la Escuela Hispano Chilota de Santería.