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Rincón de Ciencia: Cómo mantener fresca y saludable a la memoria

Mantener la curiosidad y los deseos de aprender, actividades divertidas, evitar o tratar de reducir el estrés, ejercicio físico y las necesarias horas de sueño son algunos de los requisitos para mejorar y mantener la buena memoria. Pero… perdón ¿de qué estábamos hablando?

Por Sebastián García Menéndez –Bioquímico

Becario CONICET- INBIOMED – UM

El filósofo y psicólogo alemán Hermann Ebbinghaus fue uno de los pioneros científicos que comenzó a hablar sobre la memoria en el siglo XIX, con una variedad de metodologías que hoy en día se integran en campo generalmente conocido como neurobiología de la memoria.

Si la definimos desde una óptica general podríamos decir que la memoria es un sistema funcional complejo, que nos permite guardar la información relevante que captan nuestros sentidos para luego poder utilizarla en un determinado momento. Este proceso se lleva a cabo principalmente por unas células altamente especializadas del sistema nervioso denominadas neuronas. Estas componen la unidad funcional del sistema nervioso. Las neuronas se comunican unas con otras formando redes que se asemejan a una especie de cableado que permite relacionarse con determinadas zonas cerebrales encargadas de múltiples procesos nerviosos, como por ejemplo la memoria.

No toda la información que nos rodea ingresa en nuestro sistema de memoria, ya que sería una desventaja evolutiva desde el punto de vista energético. Nuestro cerebro tiene la capacidad de filtrar toda la información que le llega a través de los sentidos para solo guardar lo realmente importante. Esta selección depende del nivel de intensidad con que nos llegan los diferentes estímulos y el grado de atención que le designamos, lo que da como resultado el comienzo de la primera fase de la memoria: el aprendizaje.

Este se puede definir como un proceso a través del cual una experiencia relevante que proviene del mundo exterior (estímulos visuales, auditivos, táctiles, etc.) se traduce al lenguaje neuronal de nuestro cerebro (estímulos químicos y eléctricos) con características espacio-temporales, que se expresan por un cambio comportamental. Ejemplo: si nos quemamos la boca con una tasa de café (estímulo), la próxima vez esperaremos unos minutos antes de hacer contacto con ella (cambio comportamental).

Para entender un poco más de qué se trata esta fabulosa herramienta, quiero definir a la memoria desde los diferentes enfoques que se conocen para estudiarla. Estos se dividen en tres niveles metodológicos:

El comportamental: se encarga de estudiar la expresión de la conducta en el proceso mnésico (por ejemplo: si un ratón aprende o no, la asociación entre un estímulo luminoso y el accionar de una palanca para obtener comida). Es a este nivel donde podemos estudiar las distintas fases que componen el proceso de la memoria: aprendizaje (ingreso de la información relevante en forma de una memoria débil), consolidación (pasa a una memoria fuerte y estable), evocación (utilización de la información almacenada) y extinción (reciclado de la información).

El sistémico: se encarga de estudiar cómo se ven afectadas las comunicaciones entre las neuronas de las diferentes partes del cerebro que se encargan de traducir el lenguaje exterior (luz, comida, etc) en la representación del lenguaje interior (señales química y eléctricas de las células nerviosas) que le permiten en este caso al ratón aprender la relación que existe entre el estímulo luminoso y la comida.

El molecular y celular: se estudia qué sucede en el interior de las neuronas para modificar sus propiedades reactivas, específicamente cuando se crea la relación entre el estímulo y la recompensa.

Por lo dicho anteriormente podemos citar la definición que nos dejó el doctor Héctor Maldonado, un gran científico de nuestro país que dedicó su vida a este apasionante proceso cognitivo.

“La memoria es una representación interna de una experiencia comportamental, codificada espacio-temporalmente en circuitos neuronales mediante cambios en las propiedades reactivas de las neuronas, que pueden guiar el comportamiento”.

¿Cómo podemos mejorar nuestra memoria?

Nuestro cerebro se asemeja a un músculo, por lo que no hay mejor estrategia para un óptimo rendimiento que un buen entrenamiento. Esto es, no perder nunca la curiosidad de aprender nuevas cosas, un idioma, un oficio, nuevas relaciones sociales, pero por sobre todas las cosas mantener nuestro cerebro entretenido. Esta es una excelente estrategia para ganarle al deterioro natural de nuestras capacidades intelectuales, según nos cuentan cada vez más científicos en todo el mundo. Es necesario generar otro tipo de cambios psico-físicos y nutricionales que tienen como objetivo central sacarle un poco de ventaja a nuestra genética.

Respecto a los cambios de hábitos psíquicos podemos decir que debemos evitar grandes dosis de estrés. Se sabe que esta compleja reacción en principio fisiológica, puede traer trastornos en nuestra memoria cuando sobrepasa sus límites. Por eso es muy recomendable que en algún momento del día podamos dedicarle unos minutos a nuestra relajación. Un cerebro descansado nos ayudará significativamente respecto a las futuras demandas de concentración. Otra recomendación es dedicarle entre siete y ocho horas de sueño a nuestro cerebro. Mientras dormimos, “El” sigue funcionando para consolidar en una memoria más fuerte y efectiva, la información relevante de nuestro día. Por lo tanto si dormimos poco, no tendremos un óptimo funcionamiento de nuestra memoria.

No olvidemos el ejercicio

Con respecto a los hábitos físicos, también existen muchos estudios en todo el mundo que encuentran una relación directa entre el ejercicio físico y nuestro grado de eficiencia intelectual. Esto es debido en parte al aumento del aporte sanguíneo que realiza el sistema vascular cerebral en respuesta a la demanda de oxígeno y glucosa, dos combustibles esenciales para el cerebro. Esto hace que muchas sustancias tóxicas propias del metabolismo celular en gran parte se eliminen y, como resultado, las neuronas se oxigenan y obtienen un mayor aporte energético con lo cual aumentan su rendimiento. Por otro lado, trabajos científicos han demostrado que el ejercicio físico optimiza el funcionamiento de una zona de nuestro cerebro íntimamente relacionado con la memoria: el hipocampo.

¿Y el alimento?

Respecto a nuestros hábitos alimenticios no existen grandes secretos, “somos lo que comemos”.

La calidad de nuestra alimentación guarda una relación directa con nuestro intelecto. Una dieta balanceada y baja en grasas de seguro hará que nuestro organismo funcione mejor. Los pescados azules, por ejemplo: sardinas, atún, anchoas, salmón, jurel, caballa, entre otros, una a dos veces por semana son una muy buena opción. Estos contienen muchos nutrientes esenciales para nuestras neuronas como vitaminas, minerales, y ácidos grasos poli-insaturados, principalmente el omega 3. Estos ayudan a disminuir los niveles de colesterol, previniendo alteraciones en el sistema cardiovascular y en el sistema nervioso, como el infarto de miocardio y la demencia senil respectivamente.

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