Archivo | mayo 30th, 2018

Elena Elaskar: La partera del pueblo -->

Elena Elaskar: La partera del pueblo

Por Onelia Cobos

En octubre cumplirá 91 años. Es partera. Ha vivido en Chacras de Coria casi toda su vida.

Su mente y sus recuerdos la hacen una adulta mayor espléndida, entera; como si el paso del tiempo no la hubiera gastado, como si estuviera muy lejos del olvido.

Saberla partera implica sospechar la dura lucha que debió enfrentar para estudiar siendo mujer y en una época en la que el sólo hecho de tener que hacerlo en otra provincia significaba un NO rotundo familiar.

Recuerda el tiempo del llanto. Muchas lágrimas ante un padre que, como la mayoría en su tiempo, no aceptaba a la mujer en la Universidad.

La ternura aparece en su rostro, sin embargo, al recordar a un tío, hermano de su padre, que influyó decisivamente en la familia para que al fin partiera a Córdoba con una querida amiga a estudiar juntas.

Juntas las dos y hospedadas en la casa de unos tíos de su amiga, enfrentaron el fantasma económico de tener que seguir una carrera corta como partera y no ciencias biológicas, como querían, porque no podían enfrentar los seis años y la costosa bibliografía de Biología.

Y fueron parteras.

Tres años duraba la carrera entonces y la vuelta a la provincia significó una larga peregrinación ad honorem por los hospitales. En ese entonces, el Hospital Emilio Civit era el hospital provincial de cabecera. Allí trabajó algunos años hasta que la solidaridad vecinal del lugar, encarnada en Vicente Cocucci, concejal y hombre de impecables valores morales, facilitó la entrada a planta en uno de los nosocomios. Así es como después los concursos hicieron lo suyo.

Pero Elena se casó y tuvo hijos y tuvo que enfrentarse a otra limitación, la del esposo, que la quería solamente en la casa.

Dejó hospitales y sólo atendió a particulares.

La población de Vistalba, el Cerro del Melón, la calle Guardia Vieja la buscaba y ella muchas veces llegaba en moto hasta sus hogares porque sus pacientes no tenían otro medio de transporte.

Entre los casos, recuerda los diecisiete partos de una señora que tuvo dieociocho hijos, el último derivado al hospital por la gravedad del caso, pero habiendo asistido a los otros nacimientos sin dificultades.

Aprendió a poner inyecciones cuando el legendario Dr. Levy le enseñó a hacerlo, convenciéndola de que su papá enfermo no tendría asistencia por la lejanía en la que vivía.

Su férrea voluntad le permitió llegar a ser la profesional que soñó ser contra viento y marea, pero no se volvió una guerrillera áspera y resentida en la lucha femenina.

Hay en Elena una templanza y un disfrute familiar que nos lleva a reflexionar en la sabiduría de algunos espíritus mágicos que enriquecen nuestro lugar. Teniéndolos tan cerca podemos rechazar la atmósfera de catástrofe que se desliza en el Planeta.

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De película: Cine que no sabemos que nos gusta tanto -->

De película: Cine que no sabemos que nos gusta tanto

Por el Lic. Patricio Pina

Catorce horas de formas variadas e historias diversas sin conexión entre sí. Sexo grupal, casi exclusivamente femenino, en bosques, mansiones y hasta una iglesia. El plano fijo de un paisaje durante cuarenta y cinco minutos, donde vemos los efectos de un fenómeno astronómico y escuchamos una canción. Fragmentos de cielos nocturnos y estrellados, extraídos de películas de todos los tiempos.

La flor, de Mariano Llinás

Las oraciones precedentes describen de modo sucinto y, sí, un tanto arbitrario, cuatro películas (respectivamente: La flor, de Mariano Llinás, Las hijas del fuego, de Albertina Carri, L. Cohen, de James Benning y ☆ de Johann Lurf), todas ellas vistas en la vigésima edición del Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires (el ya muy reconocido BAFICI).

Los cuatro films proponen temas, tonos y estéticas muy lejanos a los que suelen poblar las salas de cine de los grandes centros comerciales. Cada uno, a su particular manera, plantea un desafío y una aventura para el espectador: la de internarse por terrenos audiovisuales desconocidos sin más guía que la de directores dispuestos a conmovernos con ideas más o menos radicales, apelando a nuestra voluntad de sorprendernos, de salirnos de cierta inercia cómoda con la que vemos las películas. Si esa pretensión consigue generar un diálogo tácito con nosotros, encontrando vasos comunicantes fructíferos, saldremos revitalizados del cine, felices de haber visto algo que no sabíamos que podía gustarnos tanto.

La propuesta para los sábados a la tarde en la Biblioteca Popular de Chacras pretende seguir esa línea. Con un puñado de películas de probado y premiado tránsito en festivales internacionales, quizá se pueda comprobar que el cine es un lenguaje profundo y riquísimo, capaz de dar cuenta de los fenómenos de nuestra vida con modos y estéticas más diversas y virtuosas que las que nos toca en suerte ver en las salas comerciales.

Allí podremos probar las posibilidades de expandir el mundo interior de una obra de arte de la pintura (El molino y la cruz, de Lech Majewsky) y descubrir formas laterales de representar la opresión patriarcal (Canino, de Yorgos Lathimos) o el dolor de la peor pérdida (El hijo, de los hermanos Dardenne), pasando por la eléctrica y explosiva confluencia de un grupo de personas en Varsovia (11 minutos, de Jerzy Skolimowsky) o la contemplación del cruce entre tradiciones rústicas y modos modernos en el norte de Brasil (Boi Neón, de Gabriel Mascaro).

Observar una película es emprender un viaje. No sólo se despliegan vidas ajenas y geografías más o menos distantes. Al mismo tiempo nos adentramos también en lugares que sólo por apariencia se nos antojan más familiares: nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras emociones. El cine puede estimularnos hacia vivencias inesperadas, hacia parcelas donde probablemente, durante más o menos una hora y media, podamos ser un poco más felices.

* El autor es rector de la Escuela Regional Cuyo de Cine y Video. Junto a Claudia Nazar dan el Taller de Cine “Festival de festivales”, en la Biblioteca Popular de Chacras de Coria, todos los sábados a las 18 hs.

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