El próximo 22 de octubre nuevamente tendremos la posibilidad de concurrir a votar para elegir democráticamente nuevas autoridades. Estas elecciones, llamadas de medio término, ya que se realizan a la mitad del mandato del Poder Ejecutivo, o sea cada dos años, son para elegir autoridades legislativas: diputados, senadores y concejales.
Tal vez por ser el argentino un régimen fundamentalmente presidencialista, estas elecciones legislativas no despiertan mucho interés en la población. De hecho, algunas encuestas realizadas muestran que más del 48% de la ciudadanía no sabe qué se elige en octubre. Veamos: se renueva la mitad de la Cámara de Diputados: 127, y un tercio de la Cámara de Senadores: 24. Además en 15 distritos -provincias- se renuevan cargos provinciales y municipales. En Mendoza elegimos 24 diputados, 19 senadores y cinco diputados nacionales.
Es manifiesto el desinterés general de la población en informarse no sólo acerca de qué se vota y sino también a quién y por qué votarlo. Es probable que la dirigencia política tenga bastante responsabilidad en esto. No conocemos fehacientemente ninguna plataforma o programa bien definido y concreto de los candidatos que se postulan. En plena campaña electoral sólo escuchamos repetidos y hasta cansadores slogans que pretenden ser propuestas electorales. Además, parece que lo importante para la dirigencia política no es proponer ni debatir ideas y proyectos, sino inaugurar obras públicas pagadas por el pueblo para hacer alarde de eficiencia en la gestión. Las obras públicas municipales o provinciales no son un regalo para la gente. Es obligación del Estado hacerlas ya que se financian con el erario público.
Otro fenómeno cada vez más notorio es la campaña (lo correcto sería llamarla publicidad política, ya que se maneja con clara intención de vender) que los partidos políticos realizan a través de las distintas redes sociales. Lo preocupante es la falta de ideas y propuestas para que el ciudadano esté cabalmente informado al momento de elegir.
Nunca, durante la vida constitucional argentina, es decir desde 1853 hasta hoy, tuvimos 34 años ininterrumpidos de democracia. Más de dos generaciones de argentinos nacieron bajo el paño de la democracia y para ellos resulta natural que se puedan elegir autoridades gubernativas y esta naturalidad le puede quitar un poco de relevancia a la magnífica posibilidad de poder votar. Las personas de más de cuarenta años, que tienen memoria, saben que en nuestro país costó mucho lograr una democracia estable y conciben la importancia del sufragio desde otra perspectiva. No es lo mismo vivir bajo un régimen dictatorial que disfrutar de las libertades que nos brinda un estado democrático.
Desde esta columna editorial siempre hemos bregado por un voto responsable, consciente y meditado. No se trata de votar en contra de alguien, sino en pos de una idea política de la cual estemos convencidos. Esperemos que los dirigentes políticos que hoy se candidatean sepan o se animen a explicar por qué ideas o propuestas debería el ciudadano.