En la segunda Conferencia de Turismo Enológico, dos mundos se encontrarán en Mendoza. Las diferencias, los puntos en común, las oportunidades para nuestra región y el secreto.
Los dos últimos días de setiembre Mendoza será un gran espacio cosmopolita cuando desembarquen referentes de 50 países que representan al turismo del vino a escala mundial. La decisión de que la provincia sea sede de la Segunda Conferencia del Turismo Enológico entre el 29 y 30 de setiembre, fue tomada durante el primer encuentro realizado en Georgia, un país situado en el límite entre Europa Oriental y Asia Occidental y considerado “cuna del vino”.
Por la producción y no por el consumo, el mundo vitivinícola se divide en viejo y nuevo mundo. Con más de un milenio de historia en la elaboración del vino, el Viejo (mundo) continúa liderando la plantación y la producción a escala global. El más antiguo posee una imagen más afianzada en el consumidor al que sólo basta con pronunciarle una zona como Champagne, Bordeaux o Rioja y sabe de qué le hablan. Constituido por países Bálticos, Grecia, Macedonia y obviamente Italia, Francia y España, su vitivinicultura hace eje en productores y regiones como Condrieu, Chablis o Chianti y si bien cada uno puede ser un vino varietal o blend no consideran necesario destacarlo a la hora de vender o de etiquetar sus vinos.
Mientras que el Nuevo Mundo hace eje en varietales, como es el caso de Syrah o Shiraz y Australia, Sauvignon blanc y Nueva Zelanda o Malbec y Argentina. Integrado por Estados Unidos, Canadá, Chile, Uruguay, Sudáfrica, Nueva Zelanda, Australia y Argentina, entre otros, el Nuevo Mundo son los países adonde llegó la vid a través de conquistadores cientos de años atrás o de la mano de las últimas olas de inmigrantes en la última centuria.
El nuevo mundo está avanzando hacia mix entre varietal y región, que ayudarán a hablar de Malbec del Valle de Uco o de Luján de Cuyo en vez de sólo referirse a la cepa. La ventaja que tenemos es que resulta fácil relacionar ambos conceptos –región y varietal- sobre todo para el nuevo consumidor internacional, que comienza a acercarse al vino, a comprender y a disfrutar. La tecnología y la comunicación conectan con más facilidad y en forma más didáctica al producto con el consumidor, sin importar la distancia geográfica entre ambos.
María Laura Ortiz, sommelier mendocina que ha desplegado una carrera internacional, indica también que el panorama se completa con otros varietales que acompañan al Malbec, como el Cabernet Franc y el Cabernet Sauvignon. Mientras se encamina el posicionamiento en blends de cepas blancas y tintas. Aunque lo más importante que se está haciendo es lograr la protección de las zonas a través de las Indicaciones Geográficas (IG) con el reconocimiento de los terroirs y micro-terroirs.
Como especialista, ella arriesga un escenario futuro: “Este mix de estrategias, hace pensar que en 50 o 100 años, el consumidor pida un vino de una región específica de Argentina o de Mendoza, sin necesidad de referirse a un varietal”. “Lo que nuestra provincia ha crecido en los últimos 20 años en enoturismo es enorme y la buena noticia es que aún hay mucho margen para crecer, mejorar y posicionarse en la cabeza del consumidor”, recalca también.
“El nuevo mundo aún tiene mucho por recorrer y en ese contexto, Argentina tiene oportunidades al ser un país nuevo, multicultural, con grandes paisajes y atractivos turísticos “maridados” con los grandes vinos. “Pero quizás, el secreto de todo esté en que “el vino es un alimento más en la mesa”. Tiene la virtud de poder transportar al consumidor al lugar donde nació el vino, comunicar parte de su cultura y hasta lograr que imagine los paisajes que lo rodearon”.