En la mañana del lunes 4 de setiembre empezaron las obras para recuperar el Museo Provincial de Bellas Artes Emiliano Guiñazú Casa de Fader.
Funcionarios junto al equipo de restauradores. Foto: Prensa Cultura
Tras un trabajo inédito, que incluyó el relevamiento de la colección del Fader y la confección de una base de datos digital, que contiene datos pormenorizados de cada una de las más de 1700 obras del museo, el Secretario de Cultura, Diego Gareca firmó el acta de inicio de obras.
De la investigación fueron parte Cristina Sonego y Pablo Chiavazza; además Eduardo Dolengiewich realizó un registro fotográfico.
Luego del trabajo en obras fundamentales habrá una segunda etapa vinculada a la restauración de los murales y una tercera ligada a la consolidación de una construcción importante que quedó abandonada en la década del ’90. La intención es que ese lugar forme parte del Museo Fader y éste cuente con más salas.
La obra tiene un costo de inversión de 28 millones y un plazo de ejecución de 12 meses. Marcelo Nardechia, director de Patrimonio Cultural y Museos, explicó que, en la primera etapa se van a realizar una consolidación estructural de toda la casona, trabajando de abajo hacia arriba, en cuanto a reforzar todos los cimientos de la casa y darle estabilidad a los suelos y la estructura. También, en algunas partes, se hará una estructura metálica, para darle rigidez a algunos muros, con una muy novedosa tecnología pretensada metálica”.
Nardechia dio detalles del estado del edificio y dijo que “presenta dos fallas: una es que ha cedido el suelo por su composición y eso ha generado que la casa, por su peso, haya tendido a bajar y a ejercer el desprendimiento de algunas partes de la estructura y, por otro lado, considerar la antigüedad de la propiedad y el desgaste de elementos estructurales. Esos son los dos motivos por los cuales se planteó un pliego de consolidación estructural. Con esta técnica de consolidación de cimiento y coronación metálica superior, vamos a dar respuesta científica y técnica a ese problema”.
La reconocida restauradora Cristina Sonego, una de las profesionales que tuvo a su cargo el inventario de la colección, explicó que este trabajo consistió en 2 partes: el relevamiento, catalogación y digitalización de datos de cada una de las obras que forman parte de la colección del museo y, paralelamente, la fotografía en reverso y anverso de cada una de las obras y su estado de situación.
La diagnosis por obra es ejecutada de una manera básica, mediante la observación organoléptica y con el método de luz UV. De esta manera, se pudieron detectar las anomalías y el estado de situación de cada una de las piezas. Estos datos son vertidos en una base de datos, lo que permite estudiar la colección y analizarla a futuro.
La experta aclaró que “es un trabajo que nunca se había hecho en toda la historia del museo, que se ha cumplido con todas las normas de relevamiento y preservación preventiva. De las 1727 obras registradas, los resultados arrojaron un porcentaje de entre 62 y 70 por ciento de las obras en muy buen estado, un 20 por ciento en estado regular, es decir, que necesitan una limpieza, y un 10 por ciento que van a necesitar una intervención a futuro”.
Por último, el especialista en Historia del Arte, Pablo Chiavazza, sostuvo: “En mi caso me tocó el registro de la colección. Si bien existían inventarios parciales anteriores, lo que realizamos fue una normalización del sistema de registro de la colección, eso lo logramos a partir del diseño de una base de datos que nos permite establecer una serie de variables que las completamos a través del contacto directo de las obras. Cuando comenzamos, sabíamos de la existencia de alrededor de 1520 obras, cuando lo terminamos nos encontramos en total 1727, por lo que actualizamos el registro. Es un trabajo realizado a lo largo de 2 meses, por siete personas que formamos parte”.