Luciana Sabina: La chacrense que hace historia

Autora de “Héroes y villanos”, esta joven lujanina indagó en los protagonistas argentinos del siglo XIX y escribió un libro resonante publicado por Sudamericana. Ida y vuelta en preguntas y respuestas con esta estudiosa del pasado muy presente en la actualidad.


-Naciste en Chacras y cursaste aquí tus estudios… ¿Qué representa este distrito para vos? ¿Qué recuerdos de ese pasado ligado a la infancia atesorás?

-Nací en Chacras, mi familia vive en el pueblo hace unos cien años, a punto de que uno de mis tatarabuelos plantó los inmensos pinos de la Plaza. Cursé mis estudios primarios en la Escuela Teresa O’Connor y los secundarios en la Panchito. Chacras representa mis raíces, mi lugar en el mundo. Estoy muy orgullosa de ser parte del pueblo. Recuerdo con mucho amor los veranos de mi infancia, las guerras de carnaval entre grupos de chicos y el pasar horas con mi bisabuela sentadas en la puerta de casa mirando el movimiento del pueblo, en plena calle Italia. También atesoro el recuerdo de los vecinos que ya no están y que poblaron mi infancia, es imposible no verlos de algún modo en las puertas de sus hogares cada vez que paso.

-¿Cómo surge tu pasión por la historia y qué hechos llaman tu atención? Tu mirada está puesta en la historia argentina, ¿en qué hechos o aspectos?

-En la Francisco Correas tuve una gran profesora de Historia, Elisabeth Lúquez, y desde los 13 años supe que era lo que quería estudiar. Mis intereses principales están en el marco de la Historia Argentina del siglo XIX, sobre todo en la figura de Domingo Faustino Sarmiento.

-Estudiaste en la UNCuyo. ¿Motivada por qué razones decidiste escribir y publicar tu libro “Héroes y Villanos”? ¿Qué podemos encontrar en sus páginas?

-La idea principal del libro es respetar el estatus científico de la historia. Muchos utilizan la historia como un panfleto militante, cuando el historiador no debe realizar recortes de diversos aspectos para demostrar lo que cree, sino buscar la verdad, reconstruir un hecho a partir de los registros existentes. El libro habla de héroes y villanos porque todos, en cierto modo, tuvieron algo de ambos. El maltrato dado, por ejemplo, a la figura de Sarmiento es el mejor ejemplo de cómo los historiadores pueden manipular el conocimiento. Este libro busca mostrar a los hombres y mujeres de nuestro pasado como lo que fueron: seres humanos con virtudes y errores, sin que eso quite valor a sus logros, todo lo contrario.

-¿Por qué pensás que este material ha resonado tanto a nivel nacional?

-Al ser publicado por una editorial de gran peso fue un proceso natural, creo. También el uso de las redes sociales, particularmente twitter, ayudó a que el material tomara impulso, ya que muchos periodistas de distintos lugares del país se interesaron y eso terminó volcándose en algunos medios.

Fragmento de “Héroes y villanos. La batalla final por la historia argentina”, de Luciana Sabina (Editorial Sudamericana)

“Los últimos años del Libertador transcurrieron en una casa de dos plantas, blanqueada. La pared de su dormitorio ostentaba el sable corvo con que sometió a España. Cuidaba el jardín poniendo esmero mientras las cataratas nublaban su vista. Hasta último momento habló sobre Cuyo y su gente.

Nunca dejó de amar a Mendoza -nos cuenta Rojas- y en el destierro la recordaba siempre, como si ella fuese toda la patria o algo necesario en su vida” (Rojas; 1948:134).

El 13 de agosto de 1850, de pie frente al canal de la Mancha, sintió un fuerte malestar. No quería quejarse, pero su hija advirtió todo, al acercarse lo sostuvo y preguntó si estaba bien. Con voz tranquila y en francés respondió: “Es la tempestad que me lleva al puerto”.

El sábado 17 amaneció en perfectas condiciones y se acercó a la habitación de Mercedes para que le leyese los diarios. Intolerables dolores de estómago lo atacaron y pidió acostarse en el lecho de su hija. Súbitamente solicitó a Balcarce que la alejara del cuarto, no quería que lo viese morir.

Expiró una hora más tarde, a los setenta y dos años, dejando en la orfandad a los suyos y a gran parte de América del Sur.”

Lola y Manuel Aporta, dos abuelos orgullosos.

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