Cerró uno de los comercios más antiguos de Chacras de Coria, el espacio del querido vecino italiano Cecidio Conte. En su casa repasamos su historia ligada a una vida de esfuerzo y trabajo.
El cartel que durante tantos años lució en la calle Viamonte frente a la Estación de Servicio su orgullosa impronta “Tienda y Mercería Don José” descansa ahora en el jardín de Cecidio Conte, el italiano que un buen día llegó a Chacras de Coria luego de probar suerte en Buenos Aires y tras una triste despedida de su pueblo natal. Fue campesino, mecánico, trabajó en una cervecería y continuó con el negocio familiar que desde 1969 dotó a los vecinos de Chacras de Coria de ropa interior, indumentaria, sábanas, colchas o frazadas, sin olvidar las prendas de bremer y cachemir que a tantos abrigaron.
Desde hace más de un mes y luego de una difícil decisión, don Cecidio cerró su comercio, uno de los más antiguos de Chacras “no tanto por la edad, aunque influye, sino por la exagerada cuenta de impuestos que llegaban”, dice el hombre que recorre sus 89 años y entiende que la situación económica actual es cada vez más complicada, además de lamentar cómo la riqueza del mundo se ha concentrado en pocas manos. “Voy a extrañar el contacto con la gente, las conversaciones, el compartir las noticias y los distintos temas para debatir. Ahora me dedico a la huerta y siempre hay mucho por hacer para mantener la casa”, dice con la escucha atenta de su compañera Raquel Freites, con quien hace 27 años pasa los días. “El amor no tiene fronteras ni límites, está todo predestinado”.
Cecidio dispone de una memoria asombrosa que atesora detalles de la historia argentina, también recuerdos vivenciados en éste, su lugar en el mundo. Conserva la sonrisa intacta, el sentido común, la pasión por el estudio y libros que redescubre sobre temas científicos y políticos. Hay uno que menciona especialmente: “Magia, la ciencia del futuro”, de Joseph Goodavage. Antes de que caigan las primeras gotas de una leve lluvia, Cecidio nos invita a recorrer su huerta distribuida en un verde y amplio jardín en el que crecen tomates, calabazas, chauchas, uvas, duraznos, peras, caquis e higos de una planta traída de Italia. “Soy medio Da Vinci, hago un poco de todo. Ayer por la mañana estuve en el techo colocando una membrana”, dice el hombre ahora jubilado y abierto a las horas por delante desligadas de la atención al público y marcadas por una energía vital que no se agota.