Por Claudia Najul, Senadora Provincial (UCR)
El 17 de enero se cumplirán 200 años del inicio de la obra más destacada del prócer mayor de la historia Argentina, que organizó y ejecutó desde nuestra provincia la maniobra militar más sorprendente de la historia americana: el Cruce de Los Andes. La grandeza de la hazaña exime de comentarios. Sin embargo no siempre se meritan, en su cabal magnitud, los valores y los principios que llevaron a nuestro héroe nacional a pergeñar esta idea y a convertirla en el motivo de su vida.
Claramente, el valor más importante para el General, era la Libertad. “Deseo que todos se ilustren en los sagrados derechos que forman la esencia de los hombres libres”, expresó al Ilustre Cabildo de Santiago de Chile al donarle fondos para crear la Biblioteca Nacional de ese país en 1817; una vez expulsados los monárquicos.
Esa empresa monumental que fue el Cruce de los Andes duró solamente 23 días. Sin embargo su hacedor ya lo había planeado en 1814 cuando llegó a Mendoza e invirtió casi tres años en la planificación estratégica, la conformación de un ejército disciplinado y la obtención de adhesiones a ambos lados de la cordillera para vencer al que era su enemigo más temido, porque, según le decía en una carta a Tomás Guido, “lo que no me deja dormir no es la oposición que puedan hacerme los enemigos, sino el atravesar estos inmensos montes”.
El gran éxito del cruce, entonces, se basó en la claridad y convicción de los objetivos, en una planificación a conciencia de los pasos necesarios y en el cumplimiento de cada uno de ellos con rigurosa seriedad para minimizar el margen de error.
Simultáneamente San Martín luchaba en el orden institucional para lograr que el Congreso de Tucumán declarara la independencia, oponiéndose a la monarquía y proponiendo ya, una visión moderna del estado, que compartía con Guido, diciéndole: “por inclinación y principios amo el gobierno republicano y nadie, nadie lo es más que yo”.
Estos principios y valores sanmartinianos nos interpelan 200 años después a los argentinos. El respeto a las reglas de juego de la república y la unidad necesaria para encontrar consenso en los grandes objetivos de la patria, deben ser la plataforma de la cual partir todos juntos, haciendo un esfuerzo de patriotismo y deponiendo resentimientos particulares como San Martín le pedía a Estanislao López.
Asimismo, en el trabajo cotidiano debe primar el esfuerzo por cumplir los objetivos fijados, sabiendo que los pequeños logros diarios irán conformando un gran éxito final. Que no son los atajos, los superhombres o supermujeres, los que construirán la Nación grande y pujante que deseamos sino todos y cada uno de nosotros, aportando nuestro esfuerzo, sin prisa pero sin pausa, sin exitismos ni depresiones porque, ya lo decía San Martín “no en los hombres es donde debe esperarse el término de nuestros males: el fin de los males está en las instituciones”.
Habrá en el camino, sin dudas, errores que corregir y diferencias que superar, deberemos detenernos a lograr acuerdos a veces y podremos avanzar rápidamente en otras. “La marcha de todo Estado es muy lenta; si se precipita, sus consecuencias son funestas”, le escribía San Martín al político chileno Pedro Palenzuelos en 1847; y hemos comprobado que cada cambio de rumbo brusco significa un retroceso.
En estos días previos al 17 de febrero, donde los grandes medios, redes sociales y formadores de opinión recuperarán el valor y el carácter heroico del Cruce, tenemos un desafío: leer aquella gesta histórica, en clave de presente y con visión de futuro. Lo fundamental, no es hacer hincapié en la heroicidad del máximo héroe de nuestra historia nacional, lo fundamental es encontrar proyectar los mismos valores que guiaron aquella empresa. No busquemos un nuevo San Martín, honremos a aquel General del mejor modo posible: levantando en alto los valores del Libertador.
Los verdaderos cambios, los duraderos, los que de verdad modifican la realidad, son aquellos que se piensan y se implementan con el conjunto de la sociedad, aquellos en los que todos somos parte; una vez iniciado el camino, no importa quien conduzca, debemos tener la responsabilidad de estar al servicio de los avances necesarios. Debemos honrar y potenciar el futuro de Nación que, hace 200 años, un puñado de paisanos, siguiendo el sueño de un libertario, empezaron a hacer posible.