“¡Ay! Utopía, / cabalgadura / que nos vuelve gigantes en miniatura. / ¡Ay! Utopía, / dulce como el pan nuestro / de cada día”.

(J.M. Serrat)

Etimológicamente ‘utopía’ significa ‘sin lugar’ (U=sin; Topos=lugar, sitio). Generalmente aceptamos a la utopía como a una fantasía, algo que es imposible de lograr o conseguir. Pero no siempre es así. Felizmente existen personas que tienen el coraje, la voluntad, la esperanza y de que ‘su’ utopía deje de ser una mera ilusión para convertirse en una realidad estupenda.

Imaginemos a cuatro maestras amigas y compañeras recién jubiladas almorzando en la casa de alguna de ellas. El trabajo docente nunca fue fácil. Ni antes ni ahora. Es una tarea demandante, sobre todo para las mujeres que además de la faena escolar tenían la hogareña. Por eso se ansía tanto el retiro, la jubilación bien merecida, un poco de descanso y paz. Sin embargo en esa reunión de docentes, una de ellas disparó la ‘utopía’. “¿Qué les parece si creamos una biblioteca popular en Chacras de Coria?” Obviamente el ‘sí’ fue unánime.

Seguramente sólo a un maestro se le ocurre algo así, aparentemente muy difícil de lograr. Tal vez sea porque los verdaderos maestros siempre fueron soñadores, porque sin ilusiones, sin esperanzas y muchas energías es imposible amar y educar a tantos niños y jóvenes. Pensemos que estas cuatro docentes tenían miles de alternativas para ocupar ese espacio de tiempo libre que les brindaba su retiro. Eligieron un camino incierto, pero convencidas de que llegarían a buen puerto.

Tampoco es casual que un maestro, entre tantas opciones, elija el libro. Nadie mejor que él sabe que el libro y su lectura abren un sendero hacia la libertad, a la imaginación, a la información y sobre todo a la superación personal. Probablemente ninguna de ellas imaginó cuántas peripecias deberían sortear para ver realizado su proyecto. Pasaron veinte años  desde aquel almuerzo entre amigas, de aquella utopía y hoy la Biblioteca Popular de Chacras de Coria es una realidad. Tal vez sea una de las más equipadas del Departamento y una de las que mejores y variadas actividades ofrece. Singularmente deberíamos mencionar a las voluntarias que van al penal Almafuerte, en Cacheuta, para colaborar con los presos llevando libros y compartiendo lecturas. En esta misma columna, tiempo atrás, escribimos una editorial al respecto. “Los libros nos hacen libres”.

Hoy los niños y jóvenes están bombardeados y saturados de información por la TV y sobre todo por Internet. Sin embargo deberíamos seguir apostando al libro de papel. Disfrutar de su textura, del olor de sus hojas, acariciarlo como a una criatura que nos brinda placer y que no se termina apagando algún dispositivo.

En fin, tenemos motivos para festejar esfuerzos, ilusiones y concreciones. ‘Veinte años no son nada’ debemos seguir por muchos más.

La historia empezó con la voluntad y entusiasmo de cuatro mujeres idealistas. Suerte sería que muchos vecinos de Chacras fueran utópicos y que emprendieran ese inusual y desafiante camino para transformar lo que está mal y nos hace daño y comenzar a construir el pueblo amable que nos merecemos.