Zarzuelas del Recuerdo

A propósito de los cien años de la Sociedad Española de Luján.

Por Raquel Aznar

La mirada se hace sospecha y casi con un guiño relojea la niñez, envuelta de canciones, pasodobles, taconeos y un repiqueteo que aturde de risas mis oídos.

Sí, fue tan sorprendente, fue tan trascendente, fueron muchos años de tradiciones impecables, almidonadas, voladas de vuelos y lunares. Había que caminar derecha para mover la gracia de tanta tela ajustada a una figura que calcaba una juventud sin vueltas. Hoy elijo el rojo con lunares blancos.

Quizás  me registre con el blanco asomado en redondeles, lunares de  lunas llenas, en la ternura de las manos de mi madre deslizando lentejuelas o quizás en la mirada clara-verde mediterránea de mi padre quien se sentía tan hijo de españoles, José Aznar Cerdán.

Hurgada por la memoria, hasta me parece estar vestida y peinada con el coqueto ramo de rosas pequeñas en el tenso rodete de mis trenzas. Advierto la prisa de los  recuerdos. Un apuro me zigzaguea, mientras presiento el aroma de las primeras violetas, tan de octubre, tan de mujer.

Una brisa de colores me está filtrando, será que me trae el rojo de los claveles ceremoniosos en las solapas de los caballeros dejando ver en estos festejos sentimientos teñidos de la España legendaria y quijotesca y la de acá, tierra de vendimias y de amoríos de inmigrantes.

Rojos los malvones en los macetones de los patios, siempre florecidos ¡qué primavera efusiva y elocuente! El eco también se filtra: Viva  España, un coro de baturros saludaba al unísono mientras lagrimones se deslizaban en las miradas de nuestros abuelos.

Los días de festejo hacían en el pueblo un estallido ante las romerías españolas; la elección de la reina, el desfile a la plaza, la orquesta de “Los Ibéricos”.

Dios mío!!! Se me encrespa la piel y es el frío de la distancia que no se aquieta. Pretendo redimir el recuerdo y quedarme con la escena en que mi madre, Pilar Zarategui, con las mujeres de la Sociedad Española, ataviadas con mantones y mantillas de encaje recorrían las calles de la plaza en la procesión con la Virgen del Pilar. Se la paseaba en el rezo de las plegarias de aquel pueblo que la vio asomar, ¡Zaragoza!

Cómo no acordarme de la familia León, Don Luciano y doña Carmen… españoles majos, de aquella región de España.

Alguien sigue escribiendo por mí, quizás sea un espejismo el que me remite.

Hoy, rodeada de hijos y nietecillos, en el candor de este sentimiento tan legado, si tengo castañuelas, repiqueteo para celebrar tanta entrega a este suceso de tradiciones, que aún mantiene la algarabía de familias inmigrantes y de descendientes españoles que hicieron historia en este pueblo lujanino.

Se queda sin aire a veces el alma de tanto respirar nostalgias, entonces, me quedo mirándome en alguna foto sepia, soplada de inocencia, vestida de valenciana y mi hermana Susana vestida de Garterana. Quiero suponer que un mantón de Manila nos aguarda y nos guarda salpicadas de los mismos amores y devociones.

Mientras todo sigue en la emoción del recuerdo, también sigue pasando, con su caminar acompasado, mi abuelo, don Miguel Aznar Botella soplando el aserrín de su boina valenciana en mis versos. Poesía que soslaya mi piel por tanta fidelidad a lo genuino.

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