Fuimos a Traslasierra. Vimos, preguntamos, vivimos por allí unos días. Y nos volvimos impregnados de paisaje y perfumes, de gracia y alegría. Creemos haber estado en alguna especie de paraíso que nos gustaría se mantuviera para siempre, allí nomás, al pie de las sierras grandes cordobesas. Aquí un informe que invita a recorrer, conocer y querer ese pedazo de la docta.
Estamos en Traslasierra, (o Córdoba del otro lado, como les gusta provocar a algunos poetas serranos). Hay muchas curiosidades que saltan a la cabeza para intentar desentrañar algo de esta región tan personal, tan segura de sí misma, tan definida, linda, amable, graciosa y, sobre todo, trabajadora. Comprendido entre la Cumbre de Achala y la Sierra de Comechingones al Este y la Sierra de Pocho al Oeste, el Valle de Traslasierra ofrece su ambiente excepcional, caracterizado por su clima benigno, su aire puro, su cielo diáfano, la presencia de vegetación natural junto con áreas de cultivos, todo ello bajo el macizo imponente del Cerro Champaquí (2.994 m.s.m.), el más alto de la provincia.
Al primer intento de husmear los personajes, aparece el cura Brochero. Su presencia en la zona es más fuerte que la de muchos que aún transitan la vida terrena. Y no es para menos: Brochero, (más allá de milagros varios que le atribuyen) a fines del siglo 19 dirigió la realización del camino de las altas cumbres, huella de tierra primero, consolidada en 1970 como Ruta Provincial 34. De ese modo, Mina Clavero (capital turística por excelencia), quedó unida a la Villa Carlos Paz. Es decir, Traslasierra se unió a la docta para siempre.
Criollos, hippies y europeos
No vivía mucha gente por aquí. Aún hoy la densidad demográfica no es alta. Eso le ha permitido a Traslasierra mantener firme la cultura criolla, la que incluye el cuidado de la flora y la fauna y un placentero transcurrir junto a la naturaleza, sólo alterado, en mínima medida, (desde los años ‘80) por inmigrantes soñadores y libres que por aquí llamaron “hippies” y que son, en realidad, hábiles artesanos desdeñosos de la AFIP y otros gendarmes del sistema.
Bajando desde Mina Clavero, localidades como Nono, Las rabonas, Los hornillos, Villa Las Rosas, Las Tapias, brindan cientos de oportunidades de compra de productos regionales, entre los que se destacan el vodka elaborado en Nono por familias europeas instaladas en la década del ‘50, además de aceites comestibles, nueces y mieles de diversas calidades. Más al Oeste cierra el periplo Villa Dolores, la principal urbanización de la región. Desde lo económico se destaca allí un parque industrial y tecnológico, que brinda infraestructura básica a los emprendedores locales.
Hacia el sur de Dolores, se extiende el camino de la costa, vigilado por las sierras grandes. Él nos lleva a localidades como San Javier, Yacanto, La Población, Travesía, Luyaba y La Paz. De esta última nos habíamos ocupado en el número anterior.
Como síntesis, vale destacar la belleza de la fauna y la flora de la región. Comadrejas, zorros grises y colorados, pumas, hurones, vizcachas y en menor medida guanacos, son silenciosos habitantes de extensiones cubiertas de molles, espinillos, manzanos silvestres, talas, quebrachos, piquillines, algarrobos, chañares impregnados a su vez de peperinas y tomillo. En esos paraísos, anidan buitres, halcones, lechuzas, loros, catas, jilgueros, tijeretas y picaflores, entre muchas otras especies. Perfumes, sonidos, vida pura que el hombre aún no ha podido expulsar y que deberían permanecer para siempre.
A papá ruso con vodka berreta..?
Roman von Rennenkampf era un aristócrata en Rusia, allá por el 1917. La revolución bolchevique lo obligó a poner violín en bolsa, junto a su familia y a los pocos meses estaban en Villa La Angostura, en nuestro sur. Pasaron dos años y conocieron Nono, en Traslasierra. Se instalaron. El pasado aristócrata no les alcanzó y tuvieron que trabajar. Román se convirtió en gerente de un hotel. Pero se aburría. Entonces recordó una antigua fórmula familiar para fabricar vodka. En el lugar lo llamaban “licor del monje”. Es que en el sitio donde estaba el hotel había una antigua reducción jesuítica, y la leyenda cuenta que el espíritu de un monje solía aparecerse. Lo cierto es que el vodka de Román, bajo la marca “Nikov”, salió tan bueno que se exportaba. ¿A Chile, Bolivia, Paraguay, Perú…? No, a….¡Rusia!
La cabra al monte tira pero te deja unos quesos bárbaros
Franco Sudiro se fue, no hace mucho, con su familia de Buenos Aires a Loma Bola, paraje en lo alto del municipio de La Paz. Es joven. Le compró el tambo al dueño de la “Antigua quesería Nuñez”. “Claro –dirá el lector- un joven con experiencia en cabras y quesos…”. De ningún modo. Una vez instalado en un bello claro de las sierras, decidió continuar con la tradición quesera y se puso a estudiar. Compró unas cabras, las ordeñó como corresponde y, asesorado por el INTA, logró unos quesos como pa’ chuparse los dedos. Cuando no hay leche de cabra, compra leche de vaca y también se luce. “El negocio está muy ajustado –confiesa- los costos son altos y cuesta que estos bichitos den leche”. Pero carga una alegría y unas ganas que son como para hacer….quesos.