Obesidad, sobrepeso y trastornos de la conducta alimentaria son enfermedades peligrosas, que van en aumento y que afectan también a nuestros niños y adolescentes.
Aunque en Argentina no somos buenos estadistas, cuando leemos cifras solemos tomar conciencia, o al menos, reconocemos que hay situaciones que son alarmantes. Las pocas estadísticas que existen de sobrepeso y obesidad plantean un panorama que debe ponernos en alerta, fundamentalmente porque son enfermedades que van en aumento y están afectando también a niños y adolescentes.
La búsqueda de una mejor calidad de vida, muchas veces, va a contramano de los ritmos cotidianos actuales. Así, algunos hábitos saludables se van perdiendo y le damos paso a costumbres que se ajustan mejor a los tiempos modernos, pero van en desmedro de nuestro bienestar presente y futuro.
“La obesidad es una enfermedad multifactorial, que se produce por un desbalance entre la energía que consumimos y el gasto que hacemos de esa energía”, fue la primera síntesis que comentó la pediatra María Elena Chirino al referirse a esta enfermedad. Luego continúa diciendo: “la sociedad ha progresado, tenemos acceso fácil a alimentos que son muy ricos en energía pero muy pobres en calidad”. A eso se le suma que la población también tiene cada vez más hábitos sedentarios.
¿Qué sucede en el caso de la población infantil? “Lo que nos preocupa es que los chicos ya no juegan afuera, ya no están corriendo, saltando, andando en bici”, explica la pediatra, también vecina de Chacras. Son varias las razones que modificaron –varias décadas atrás– estas modalidades de juegos comunes: “en el invierno porque el día es más corto y hace frío, además los chicos que están escolarizados se pasan cada vez más horas dentro de las escuelas, sumado al tiempo que utilizan para hacer las tareas y otras actividades extraescolares, les quedan pocas horas de sol, sin olvidar un factor determinante como la inseguridad que hace que los chicos no puedan jugar en la vereda, en las plazas, en las calles”. Este combo de imposibilidades ha favorecido el aumento de los juegos puertas adentro, en espacios reducidos, junto a la multiplicación de los dispositivos electrónicos: “porque ya no es sólo la televisión como antes, sino que ahora está la tablet, la consola de juegos, el celular, que hacen que los chicos estén más tiempo sentados, con su cabeza en interacción con la pantalla, pero el cuerpo sin movimiento y así la energía que consumen o si consumen energía de más, no se gaste o se gaste menos que antes”, revela la médica.
Volver a las fuentes
Cuando buscamos medidas concretas para contrarrestar el avance de enfermedades como el sobrepeso y la obesidad, principalmente en niños y adolescentes, es inevitable pensar en la escuela y las meriendas. Hay voluntad de promover meriendas saludables, y en algo se ha avanzado al respecto, pero la responsabilidad mayor sigue estando en la casa. “Tenemos que volver a una alimentación variada, más sana, que no implica abandonar totalmente la comida industrializada pero sin caer en excesos”, señala la doctora Chirino.
La capacitación también es una herramienta válida, porque está la idea instalada de que “comer sano es más caro”; y, como indica la pediatra consultada por Correveidile, “muchas veces es más económico que comer mal”. Además, hay un llamado a movernos más y a estimular la actividad física en los más pequeños. La pediatra se anima a decir: “es muy importante volver a utilizar la bicicleta como medio de transporte y que desde el Estado se aporten las soluciones para que sea un medio seguro, en todos los sentidos”.
Cuando hablamos de educar, no hay mejor lección que el ejemplo. Por eso, María Elena Chirino insiste en ciertos hábitos saludables, que parten del hogar: “una de las mejores formas de enseñar a los niños es que nos vean comer frutas y verduras, por eso recomiendo siempre que se realice una comida en familia”.
Mejor no hablar de ciertas cosas
Aún existen prejuicios a la hora de hablar de trastornos de la conducta alimentaria (TCA). Todavía muchos creen que la anorexia o la bulimia son caprichos de adolescentes rebeldes. Pero, hay que decirlo, estas enfermedades van en aumento y es preciso prestarle atención.
¿Cuáles deben ser las señales de alarma? ¿Qué debemos observar los adultos para saber si alguien cercano está padeciendo un TCA? María Elena Chirino, pediatra especializada en estas afecciones nos comenta: “un adolescente puede estar sufriendo un TCA si por ejemplo tiene una excesiva preocupación por el peso, por la imagen corporal, si evita comidas, si busca vestirse con muchas capas. También si notamos que corta su comida en porciones muy pequeñas, que la desmenuza y no se termina nunca lo que tiene en el plato. Otro indicio: que acostumbre ir al baño justo después de comer”. La médica es enfática: “hay que constatar si al reiterar la conducta de ir al baño tras las comidas no hay vómitos”. Otra señal a tener en cuenta es si realizan una actividad física desmedida, que deja de ser saludable. Por otra parte, es importante tener en cuenta “cómo está el ánimo, ya que quienes tienen un TCA, en general, son personas que sufren mucho, que no la pasan bien, padecen de aislamiento social, evitan juntarse, evitan salir”, concluyó la pediatra. Si los papás o algún adulto observamos estas conductas es importante consultar con un especialista en trastornos de la conducta alimentaria.
Otra recomendación que nos hace la doctora Chirino es no hablar de TCA con los adolescentes, ya que se ha descubierto que en lugar de servir como factor protector, el mayor conocimiento es un desencadenante. Y, nuevamente, el consejo se repite: “compartan una comida del día con sus hijos, no sólo para detectar algún factor de riesgo, sino para saber en qué andan sus hijos, si tienen o no tienen amigos, y creo que es el mejor regalo que le podemos hacer a un adolescente”.