La vecina de Chacras de Coria y psicóloga social dialogó con Correveidile acerca de los hechos que la impulsaron a escribir un libro autobiográfico que no escapa a la violencia de género, la insensatez humana y la esperanza que sólo despiertan los vínculos amorosos. “Celina en tiempo de sombrero negro” fue presentado en la Feria del Libro de Buenos Aires y recientemente en Mendoza.
“Es parte de mi vida. Es un tiempo”, dice Celina García Cobos en relación a los hechos que relata en su libro “Celina en tiempo de sombrero negro” (Editorial Dunken, 2016). Lo que en estas páginas describe es la cruda realidad que le tocó transitar allá por 2007 cuando vivía en Buenos Aires y luego de una tentativa de homicidio por parte de quien fuera su pareja, quedara en coma profundo, sorteara la muerte y siguiera adelante aguerrida, transformada y valiente.
En el 2005 y ya recibida de Psicóloga Social, Celina buscó nuevo rumbo en la gran ciudad tras estudiar tres años de Sociología en la UNCuyo. Amante de Pichon-Riviere, continuó capacitándose y tras despertar de un estado agónico obtuvo el título, esta vez, de psicóloga clínica. Basado en expedientes e historiales clínicos y jurídicos, la autora se pregunta por la naturaleza del tiempo, evoca su niñez en Chacras de Coria e indaga en la incertidumbre, la violencia y el ejercicio del amor.
-¿Cómo siguió tu vida después del coma?
-La pregunta de todo el mundo y también la mía fue en relación al tiempo. Por eso el título, porque representa un factor fundamental en este caso. Quedé discapacitada crónica, los dolores me siguen acompañando y tengo epilepsia producto de una hernia cerebral. Mis días son a veces inciertos y dependen en algunos casos de la medicación y de los dolores. De cualquier manera no me puedo quejar.
-¿A qué te aferraste cuando tomaste conciencia de lo sucedido?
-Del amor a la vida por sobre todas las cosas. También seguí adelante gracias a la confianza y el cariño de muchas personas que me ayudaron. Tuve que reaprender todo y mi recuperación fue en algún punto milagrosa. Seguí estudiando psicología y fui hilando nuevamente la vida.
-¿Esta investigación ha sido un modo de sanar lo que te pasó?
-De sublimar, si se quiere, y me agarré de la literatura. Me encanta leer y escribir y me cuestioné qué hacía con todo esto, qué hacemos como sociedad. Esto me pasó a mí pero sigue ocurriendo a diario y cuando vas a hacer la denuncia te revictimizan en lugar de ayudarte a correr de ese lugar. Desde hace siglos vivimos bajo la violencia machista.
-¿Qué sucedió una vez que regresaste a Mendoza?
-Cuando volví no me querían tomar como discapacitada, entre otros obstáculos que tuve que sortear, y me incorporé a gabinetes secundarios. Lo que sucede en relación a la violencia de género es escalofriante. La violencia en la mayoría de los casos sucede en el ámbito familiar cercano, lo cual es más siniestro y horroroso.
-¿El agresor está libre?
-Sí, mi postura sigue siendo la misma: no creo en el sistema cerrado aunque muchos crean que esto va en contra de toda lógica. La cárcel lo que hace, desde mi punto de vista, es perfeccionar los modos de perversión. El encierro no logra la reflexión sino que castiga, violenta y golpea todo el tiempo y quien sale, sale con nuevos modos de perversión. Sí creo en el libre albedrío y en las herramientas de cada uno para repararse. Es muy delicada la temática; yo lo que busco a través del libro es que reflexionemos todos sobre los temas que abordo. No hay una verdad única, depende de cada caso y de las circunstancias.
-¿Cuál es tu relación con Chacras de Coria?
-Nací y me crié acá. Mi abuelo era el bicicletero de Chacras. Amo este lugar. Fui a la Teresa O´ Connor en la primaria, fui tres años a la “Pancho” Correas. Tuve una infancia hermosa que en el libro menciono como el tesoro de los recuerdos o la patria de lo posible.
Dar las gracias
Los agradecimientos son parte fundamental del libro. Así lo expresa Celina en persona y en las últimas páginas de este material, en el que se refiere una a una a las personas, entre amigos, familiares y profesionales que acompañaron su recuperación. Aparecen allí sus padres, Onelia Cobos y Jorge García De Luca, su hermana Gabriela, su amiga Flavia Azuri, los doctores César Nicótera -neurocirujano- e Ignacio Previgliano -neurointensivista-. Médicos, anestesistas, psicólogos, entre muchos otros seres que se involucraron a su manera. “A todas las personas que elevaron el pensamiento, que rezaron sin preguntar y que desde distintos sistemas de creencias iluminan su nombre para que pueda seguir teniendo una vida cuasi normal”, escribe Celina, la mujer del sombrero negro que un buen día se quitó y dejó para siempre atrás.