Uno ya no sabe cómo decirlo y entonces repite argumentos y advertencias con la esperanza de alguna reacción colectiva inteligente. Decíamos en ediciones anteriores: “Como vecinos, sostenemos que lo más importante de las imprescindibles adaptaciones de las ciudades a sus nuevas realidades, tiene que ver con el respeto a las necesidades de la sociedad, a la elección de vida de sus habitantes y la priorización de los valores ambientales, sobre toda expectativa de desarrollo inmobiliario”.
Hoy volvemos al tema desde la opinión de los que saben de este asunto, que preocupa seriamente a los vecinos de Chacras de Coria. Un grupo de los que saben dice que “el aumento de la productividad permite un crecimiento demográfico y eso a la vez redunda en un crecimiento económico”. Otros –que también saben- dicen que “el crecimiento económico tiene un límite y que el crecimiento demográfico termina siendo superior provocando una crisis”.
Usted se preguntará ¿qué tiene que ver esto con Chacras de Coria, nuestro lugar en el mundo, aquí, en el pedemonte mendocino, que no produce casi nada y por lo tanto no debería tener un crecimiento demográfico? Tiene que ver. Porque no hay dudas que hemos crecido demográficamente, no como consecuencia de una productividad sostenida; crecimos como un conglomerado residencial no sólo porque las “modas” marcan tendencias, sino porque en los últimos 20 años, llegaron familias detrás de una buena calidad de vida, cerca de la ciudad.
Pero ¿qué factores aseguran una buena calidad de vida?: Pensamos en los servicios, el orden, la armonía social y, si quiere, la forestación centenaria, que redunda en belleza y establecimiento de un microclima. Pero el crecimiento demográfico tiene límites en cualquier lugar, si es que se quieren mantener los elementos que garantizan buena calidad de vida. Y son esos límites los que están en riesgo de ser violentados por una desmedida especulación inmobiliaria que nada tiene que ver con la productividad sostenida para la comunidad.
La población óptima para una región o país es el número ideal de población humana ecológicamente sostenible. Cuando en una región los recursos económicos no son suficientes para toda la población hablamos de superpoblación. Pero ese no es nuestro caso. Aquí los que han comenzado a no ser suficientes, son los recursos ecológicos. Y en medio de ese desfasaje, el municipio de Luján tiene autorizados desde la gestión anterior numerosos emprendimientos inmobiliarios de propiedad horizontal, entre ellos dos torres en condominio. Entonces, la alarma vecinal ha comenzado a sonar alto, porque la calidad de vida en Chacras de Coria está altamente amenazada.
Las calles Álzaga, Liniers, Viamonte, Pueyrredón, Besares, Las Acacias, entre otras, ya son hoy un dolor de cabeza para los vecinos por el alto tránsito cotidiano. Si a eso le sumamos, en general, la gran cantidad de habitantes que suponen traerán los nuevos emprendimientos, ya tenemos una idea del estallido ecológico y de hacinamiento que nos espera, sin contar la desforestación que los responsables de esos proyectos ya han comenzado a practicar sobre las calles Liniers, Álzaga y Darragueira.
Al menos deberíamos respetar los criterios más recomendados sobre el uso del espacio. Los criterios de aquellos que, priorizando el interés colectivo y la verdadera calidad de vida, descreen del negocio a mansalva, basado en la irracionalidad y el desprecio por los vecinos que desean mantenerse orgullosos de su lugar en el mundo.
La nueva gestión de Luján se ha comprometido a una revisión técnica y jurídica de los proyectos aprobados entre 2014 y 2015. Los vecinos están alertas, y confían en el cumplimiento de ese compromiso que, vendría a aliviar la tensión con la que se vive en estos días en nuestro distrito. El éxito estará garantizado solamente si todos los actores involucrados nos comprometemos y participamos, y si, especialmente las autoridades, le brindan la verdadera importancia que la problemática tiene. Autoridades y vecinos deben reunirse para construir ese compromiso.