Algunas obras arquitectónicas trascienden en el tiempo y se trasforman en edificios significativos para la comunidad debido a que refieren a la tradición particular de cada lugar. Este es el caso de la casa “Mazzolari-Cerutti” que será convertida en espacio de la memoria.
Por Verónica Cremaschi
Esta vivienda es parte de la historia de Chacras por distintos motivos. Desde su gestación y construcción ha sido un emblema que se ha ido resignificando con los años. Resulta interesante que esta construcción, que conforma el paisaje urbano de Chacras, haya sido testigo de varios episodios del pasado de este pueblo.
Inicialmente esta casa podría ser comprendida como un símbolo del tesón del inmigrante y muestra del ascenso social que algunos pioneros consiguieron al llegar a tierras mendocinas. En muchos casos las personas que arribaron de otras latitudes consiguieron amasar fortuna y se transformaron en pequeños terratenientes cuyas fincas tenían casas espaciosas y llenas de detalles que rozaban el lujo. Éste es el origen de la casa que aquí tratamos.
Luego, alrededor de 1920, fue comprada por la familia Cerutti. Por todos es conocida la tremenda hoja de la historia que se escribió durante la dictadura militar en los ´70 entre sus ya añosos muros.
Dos décadas más tarde, distintos intereses comerciales hicieron que estuviera a punto de ser demolida con la intención de ocupar los terrenos para construir un supermercado y dejarnos sin su señorial presencia. Oportunamente la intervención de los vecinos consiguió que estas acciones se suspendieran.
Por este devenir, porque ha estado presente en distintas páginas de la historia de la comunidad, consideramos que es trascendente conservarla y ponerla en valor.
Como se destaca en el proyecto que la transformará en espacio de la memoria, pensamos que es un ejercicio necesario recordarla como un emblema importantísimo y trascendente de los tremendos años de dictadura. Sin embargo, en estas notas queremos rescatar la trascendencia que tuvo esta casa en los inicios, con sus primigenios dueños cuando despuntaba el siglo XX.
La casa de Mazzolari
El establecimiento vitivinícola de José Mazzolari e hijo fue fundado en Chacras de Coria alrededor de 1900. En sus tierras estos pioneros implantaron viña, en su mayoría de variedad Malbec y también una pequeña proporción de uva criolla. En total sumaban una extensión de 37 hectáreas. Parte de esas parcelas fueron donadas por este precursor para que se concretara el barrio cívico y la plaza locales, a instancias del vecino José Fernández Cabrera, director de la Escuela de Varones de entonces, marido de la gran educadora Teresa O’Connor y bisabuelo de nuestro director, Alberto Cabanillas.
Don José Mazzolari había llegado a Argentina el 1 de enero de 1885, era italiano, oriundo de Cremona, situada en la Lombardía. En esas tierras había tenido contacto con nociones de agricultura y cultivo de la vid. Ya en nuestro país, inicialmente fue contratista de viña, luego su posición fue mejorando y se transformó en capataz y administrador de distintas fincas y bodegas. A partir de estas experiencias consiguió adquirir sus propias tierras, las que compró en Chacras.
Hacia 1910, la finca era administrada por el hijo único de José, Luis, quien para entonces contaba con veinte años y se encontraba en Europa de luna de miel.
En la misma fecha se inauguraba la casa patronal de la finca, que había sido construida por Luis para su residencia luego del matrimonio. Contaba con todas las comodidades que se consideraban necesarias en la época. Venía a reemplazar la casa fundadora, que era de características más modestas y que, a partir de entonces, estaría destinada a los peones y contratistas.
La casa tenía habitaciones grandes y ventiladas con galerías laterales que hasta hoy no han perdido su esplendor. Se destacaban los pisos de madera y vitrales, que nos indican la calidad de materiales empleados en su realización.
La gran altura de los techos de las dependencias se relacionaba con que estas casonas, en general, eran empleadas en las temporadas de verano, estas dimensiones garantizaban la frescura y ventilación de las mismas.
La amplitud y el número de habitaciones nos indican que todavía no era necesaria la contracción de la planta que se sucedió en los años siguientes, en los que, con el aumento del valor de la tierra, la superficie cubierta de la vivienda se fue reduciendo al mínimo indispensable. Por el contrario esta vivienda contaba con 10 habitaciones.
Como se aprecia hasta hoy el frente de la casa estaba realizado en ladrillo cocido, mientras que la caja muraria restante era de adobe. Esto era común en las casas de fines del siglo XIX e inicios del XX, la fachada era la parte visible en la trama urbana y por ello se la realizaba con materiales más selectos.
Contaba con un detalle poco común en otras casas: una pileta de natación provista de cañerías y filtros, tecnología infrecuente en esta época, que clarificaban el agua de hijuela que se empleaba para el llenado.
El patio central estaba en una terraza elevada un metro en relación a la finca. A éste daban todas las habitaciones por medio de grandes puertas. La distribución estaba planteada en “c”, lo que era muy común en la época, y hundía sus raíces en la tipología de la casa romana en la cual todas las dependencias se organizaban en torno a un patio. Las habitaciones tenían comunicación entre sí y también salían al exterior.
Todas estas características de la vivienda nos comunican formas de habitar y evidencian prácticas de la vida privada. A su vez, esta casa participa de la trama urbana lo que le da sentido de lo público.
Por todo ello el rescate de esta casa es trascendente.
Consideramos que, más allá de las disputas en el campo de la política, es para todos los vecinos una alegría enorme que esta vivienda se destine a fines culturales y que el contemplarla sea un ejercicio de memoria que nos otorgue cohesión como comunidad.