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Con respeto y buena onda todo iría mejor

Desde este acotado espacio, siempre hemos bregado por invitar a reflexionar sobre los problemas cotidianos que nos aquejan. Resulta un poco triste tener que reiterar viejos reclamos, advertencias o sugerencias que aún siguen vigentes. Tenemos y sostenemos principios inclaudicables: el cuidado del medio ambiente, la solidaridad, el respeto mutuo, la tolerancia, el bien común.

Apostamos por los vecinos, viejos conocidos o recién llegados. Creemos que juntos podemos hacer que este pueblo sea cada día más bello, más Chacras de Coria como lo fue antes. Somos optimistas. Así mismo sentimos la obligación de continuar insistiendo sobre cuestiones que nos parecen importantes y que no terminamos de resolver. Como el hidalgo Quijote montamos a Rocinante cada mañana para lidiar con los molinos de viento con la esperanza de que vamos a vencer.

Si lo pensamos un minuto, si nos hacemos cargo de los que nos ‘toca’ a cada uno veremos que hay soluciones para todos los inconvenientes que nos amargan el día a día en Chacras.

Probablemente la desidia, la negligencia o el desinterés sean los principales defectos que deberíamos corregir. Vemos basura tirada por doquier, acequias repletas de plásticos, vasos, botellas… y cuando la poca agua que nos toca intenta surcar las acequias solo encuentra estorbos y no llega a destino. Y nuestra emblemática Plaza, otrora ineludible foto de postal mendocina, cada día más avasallada con grafitis y otras tropelías.

Quizás lo más preocupante sea esta especie de ‘anomia’ que nos está invadiendo silenciosamente. La inobservancia de normas jurídicas, morales y sociales. Digamos de forma sencilla: aquí todo se puede. Sorprende la visibilidad de esta tendencia hacia la ilegalidad. Sin dudas hay una estrecha relación entre anomia e ineficiencia social.

Aquí cada uno hace lo que le place sin pensar en los demás. Se acostumbraron porque no hay autoridad presente para hacer respetar las leyes. En los comercios se estacionan en doble fila con las balizas encendidas, como advirtiendo que están cometiendo una infracción, pero sólo por un ratito. Esta pequeña infracción suele provocar caos vehicular y hasta accidentes viales. La desidia. Un camión repartidor de gaseosas se estaciona sobre calle Mitre un sábado al mediodía, obstruyendo la entrada a los garajes de dos domicilios particulares. Como en la vereda había un amable ‘preventor’ del municipio le planteamos la situación. “Dígale al policía que está en la vereda de enfrente”. El policía de la provincia, que era testigo ocular de la infracción dijo que había que llamar a un policía de tránsito. Él no estaba para eso.

Así vamos, viviendo las transgresiones como algo habitual y nadie le pone ‘el cascabel al gato’. Las ordenanzas municipales sobre velocidad permitida y horarios de descarga de mercaderías en comercios son letra muerta. Los cotidianos infractores lo saben y se saben impunes.

No se trata de mero legalismo, se trata de respetarnos. Pensemos que cada vez que infringimos una norma estamos menospreciando a alguien. No podemos ir por la vida creyendo que nuestros apuros justifican desmesuras.

Amigos, la propuesta es sencilla, elemental: seamos solidarios y generosos. Si los que tienen el deber de garantizar que se cumplan las elementales normas de convivencia no lo hacen, está en cada uno de nosotros aportar y apostar con buenos ejemplos de sana convivencia.

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