Tres medallas en los Juegos Mundiales para deportistas trasplantados
Por José Félix Suárez / Fotos: Gentileza Delfo Rodríguez
La de Agustina Zambrano es una historia tan humana como conmovedora, un hermoso ejemplo de amor y lucha por la vida. Se trata de una nadadora lujanina, de apenas 17 años de edad, que en julio del año pasado alcanzó tres medallas en los Juegos Mundiales para Deportistas trasplantados que se disputaron en Durban, Sudáfrica. Una de oro por su primer puesto en los 200 metros libres y otras dos de bronce por su tercer lugar en los 50 metros mariposa y los 100 metros libres.
La Asociación de Deportistas Trasplantados de la República Argentina hizo posible el viaje de Agustina porque, en reconocimiento a su esfuerzo personal, alto rendimiento y progresos permanentes, cubrió la mayoría de sus gastos para que pudiera viajar a Sudáfrica. Rosana Mateos fue la otra nadadora mendocina que participó y también logró una medalla de oro.
Agustina era muy pequeña cuando en 2002 se le diagnosticó leucemia. La familia se quebró emocionalmente al recibir la dura noticia y desde ese mismo momento sus padres Irma y Daniel y sus tres hermanas Cynthia, Daiana y Magalí se pusieron a su lado para contenerla, apoyarla y acompañarla en todo lo que necesitara. Cuando se le realizaron los estudios médicos se comprobó que sus órganos eran compatibles con los de su hermana mayor, Cynthia, quién no dudó en compartir su médula porque Agustina necesitaba un trasplante. Después de la incertidumbre, muchos trámites y una tensa espera, la operación se realizó en el Hospital Naval de Buenos Aires, con todo éxito. Agustina volvió a respirar y a sentirse como una persona normal. La recuperación continuó en el Hospital Humberto Notti de Mendoza hasta recibir el alta definitiva.
En la tranquilidad de su hogar de Luján de Cuyo, rodeada del inmenso amor de sus seres más queridos, Agustina tiene palabras de agradecimiento para los médicos del servicio de hemoterapia del Hospital Notti, los doctores Guillermo Arbesu, Carina Calvo y María Loreto Senosian, al igual que a los facultativos del Hospital Naval.
Su relato coincide con su estado de ánimo, con esa paz interior que se refleja en su mirada y en su dulce sonrisa, luego de haber superado una experiencia tan fuerte, mientras acaricia sus tres medallas que son el testimonio de su esfuerzo, temple y espíritu de lucha y que muestra orgullosa. “Me siento muy bien cuando vengo a entrenar, cuando compito y cuando comparto mi tiempo con todos mis compañeros, pero lo más valioso es que lo hago para que mucha gente sepa que se puede”.
Con su mensaje de pocas palabras, pero amplio, solidario y generoso, Agustina abre una puerta a las personas con su misma dificultad, para que sepan que siempre hay una respuesta y “una luz de esperanza por más alta que sea la valla a superar”.
La heroína
La otra protagonista de esta historia es la hermana Cynthia, algo así como la heroína de este final feliz. “En aquel momento en que nos dijeron que mi hermana tenía leucemia yo tenía 15 años, estaba viviendo la clásica crisis de la edad, no detectaba lo que realmente pasaba. Sabía que no era algo bueno y notaba la preocupación en mis padres, principalmente. Con el paso del tiempo y al tener más conocimiento de la enfermedad de Agustina, fui tomando conciencia de lo que realmente sucedía. Pasé de la ignorancia a la angustia. Luego vino una serie de exámenes y por fortuna, acompañada por la gracia de Dios, yo era compatible y ella podía recibir de mí lo que necesitaba para seguir viviendo. A partir de ese momento todo cambió abruptamente y la esperanza nos alcanzó a todos en mi familia. Siempre fui muy miedosa con relación a todo tipo de análisis y estudios médicos, pero esta vez no había tiempo para pensar en el miedo, no existía otra posibilidad que la de aceptar y hacer todo lo que había que hacer”, cuenta Cynthia y agrega: “Ahora que mi hermana está muy bien, que la veo haciendo una vida normal, que compite en natación y que se esfuerza cada día por superarse, es indescriptible lo que siento. No encuentro las palabras para expresar tanta felicidad. Gracias a todo lo vivido tanto yo como mis hermanas hemos comprendido la importancia de ser donante y lo tremendamente humano que es ayudar a dar vida. Un día decidí ser psicóloga y me movilizó a serlo el hecho de haber vivido un momento tan crítico. Hoy siento la necesidad de ayudar y gritarle al mundo que mi hermana está viva”.
El profe
El testimonio de su entrenador de natación, Alejandro Beinat, muestra en toda su dimensión a la Agustina deportista. “Para mí y para todo el equipo, Agustina es un ejemplo de persona y actitud ante la vida. Desde sus inicios en 2009 noté en ella su voluntad para superarse y crecer día a día. Siempre tuvo objetivos, no solo en lo deportivo, sino también en lo humano, con una excelente relación con el grupo. En los últimos juegos mundiales tuvo un gran desempeño y resultó subcampeona del mundo. Todo gracias a su actitud, algo que la diferencia y en lo que se destaca de un modo permanente. Tuvo un inconveniente de salud que marcó su vida y salió adelante. Como entrenador me siento muy orgulloso de su desempeño porque es una excelente deportista. Además tengo que reconocer que como persona es maravillosa”.