El fútbol, ese maravilloso deporte, hoy está de fiesta mundial.
El fútbol, ese gigantesco negocio mundial, hoy está de fiesta.
Los argentinos somos “futboleros”. Cada cual tiene su equipo preferido, somos “hinchas” de los colores de alguna camiseta que representa al club de nuestros amores. No existen explicaciones racionales para justificar por qué, tal vez desde la infancia, nos hicimos hinchas de tal o cual club. Sin embargo defendemos esos colores como si fueran algo propio y nos involucramos en sus victorias y en sus fracasos como si fuesen nuestros. Hay simpatizantes y fanáticos. Lo cierto es que este deporte une y separa a los argentinos.
Ahora que se disputa el campeonato mundial en Brasil todos estamos a favor y deseamos patrióticamente que gane Argentina. De alguna manera extraña, si estos once muchachos que corren, a veces bien, a veces no tanto, detrás de una pelota se clasifican como campeones mundiales, a todos los argentinos nos invadirá una euforia fantástica capaz de hacernos olvidar de nuestras cotidianas penurias.
Saldremos multitudinariamente a invadir avenidas y calles de todo el País, todos con una banderita celeste y blanca y al unísono gritaremos: ¡Argentina! ¡Argentina! Y seremos muy felices. Si por el contrario, este equipo retorna sin pena ni gloria antes del 13 de julio nos volveremos a mirar en nuestro habitual espejo.
Detrás de cada campeonato mundial hay un gigantesco negocio que recauda tanto o más que las entradas que se compran por derecha o por izquierda para presenciar cada evento. Sólo basta con prender la TV para asistir a una desmedida propaganda -estatal y privada- para intentar convencernos de que el seleccionado nacional tiene que ver con la “recuperada” YPF, asociándolo con la historia del 10 y capitán de la selección argentina. O las publicidades de telefonía celular que ofrecen un número liberado para contarle al amigo las estupideces que soñó anoche sobre el campeonato…
Y así estamos, sumergidos en una vorágine mundialista que para todos finalizará el 13 de Julio, pero que mientras tanto nos tiene a todos los argentinos unidos bajo una sola bandera, un solo objetivo, una sola pasión: ser campeones del mundo.
Podríamos imaginar o soñar con una pasión argentina puesta en marcha para intentar solucionar viejos problemas que a todos nos aquejan. Si todos fuéramos “hinchas” de causas comunes que a todos nos benefician viviríamos en un país mejor. Sólo pensemos en nuestro pequeño y hermoso pueblo: cuánto podríamos hacer por Chacras si nos ponemos todos la misma camiseta y defendemos el bien común. No es fácil. Pero si los argentinos nos unimos por un juego de pelota deberíamos ser capaces de aspirar a la unión para conseguir bienes perdurables y para todos.
El Mundial 2014 se acabará. La fiesta se termina y como dice J. M. Serrat:
Hoy el noble y el villano
el prohombre y el gusano
bailan y se dan la mano
sin importarles la facha
Se despertó el bien y el mal
la pobre vuelve al portal
la rica vuelve al rosal
y el avaro a sus divisas.
Se acabó,
el sol nos dice que llegó el final
por una noche se olvidó
que cada uno es cada cual.