Archivo | junio 23rd, 2014

Un libro sobre los microbios -->

Un libro sobre los microbios

El jueves 26 de junio a las 12 hs. en el cilindro central de la UNCuyo, el Dr. Luis Mayorga y el Dr. Roberto Miatello presentan el libro ¡Pequeños demonios! Cómo se las arreglan algunos microbios para invadirnos y salirse con la suya de Pedro José Catania y María Elena Teresa Damiani. A lo largo de la obra, los autores logran que el discurso de las llamadas ciencias duras y la cultura popular se asocien y ayuden a construir un libro en el que el Trypanosoma cruzi y pac-man expliquen la fagocitosis. Se puede ver, por ejemplo, cómo la proteína Rab7 puede convertirse en un peligroso James Bond. Se develan misterios: qué hace la Chlamydia para evitar las barreras inmunológicas y por qué hubo tantos casos de enfermedades raras en el Princeton Plainsboro Teaching, Hospital del Dr. House. También incluye datos de color del quehacer científico: el posible contagio del mal de Chagas que sufrió Darwin en Luján de Cuyo, cómo el Bacilo de Koch fue descubierto por un descuido o por qué un patógeno puede tener el complejo de Peter Pan. ¡Pequeños demonios! permite acceder a un lenguaje y a un mundo que pueden parecer lejanos y complejos al lector común. Las precisas y detalladas explicaciones científicas, las oportunas interpretaciones culturales y las ilustraciones de Gabriel Fernández y Fernando Rosas se potencian unas a otras para lograr una verdadera obra de divulgación.

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El arte de sanar -->

El arte de sanar

A su regreso de un viaje por Perú, la artista Laura Hart comparte un fragmento de lo vivido en un encuentro de curanderos que reunió a maestros de la región para compartir sus enseñanzas.


Dice Roberto Follari que Laura Hart apuesta a la memoria, esa “luz de conciencia en el decurso ciego del devenir de la materia”. El rasgo humano puesto sobre el pasado, afirma él. La clave silenciada del presente, explica. Esta mañana nublada, Laura Hart recibe a Correveidile en su casa-taller de Vistalba, con un café caliente y el relato de sus últimos recorridos por una búsqueda que inspira su obra y alimenta su vida.

Estudiosa del arte rupestre en Cuyo y creadora de una obra que le rinde homenaje, Laura indagó en las tradiciones andinas chamánicas y viajó en 2013 a un encuentro de curanderos sudamericanos en Cajamarca, Perú, donde fue parte de sus saberes y rituales ancestrales. Maestros de la selva amazónica, de la sierra y de la costa peruana compartieron con invitados de Brasil, México, Argentina, Chile y Estados Unidos su filosofía de la sanación.

“Allí fue donde el maestro Agustín Guzmán me mostró una de sus grandes herramientas para recuperar el camino trascendente: el arte; la pintura como sanación. La creación como expresión del alma y conexión con los espíritus que indica el verdadero rumbo. El maestro me dijo: el hombre se enferma solo o recibe algún daño. Hay que expandir la conciencia, el universo… Allí está la sabiduría: en la tierra de las plantas, en los animales”, recuerda esta vecina de Vistalba, docente y creadora de una obra que incluye pinturas y murales de pájaros, pueblos y signos.

El comienzo del encuentro consistió en un “pago al agua” en Los Baños del Inca, donde los participantes volcaron en un cuenco común el agua oriunda de sus regiones, que bebieron y ofrendaron a la Pachamama en el ritual de despedida. Durante las jornadas hubo exposiciones de los maestros sobre modos de curar, experiencias y filosofías. Fue el caso del antropólogo cajamarquino Alfredo Mires, quien ofreció una charla sobre “Agua, curanderismo y culturas originarias en el Perú” en el que repasó las realidades campesinas desde un pensamiento profundo y crítico.

La artista Laura Hart también participó de la inauguración de una muestra pictórica sobre los sueños amazónicos de la Escuela Nyi de Iquitos, integrada por niños y jóvenes que hacen del arte una primavera. Sobre el final, los participantes se despidieron en Cumbemayo, una zona arqueológica a 3500 sobre el nivel del mar en un ritual inolvidable. “Todavía me conmueve pensar en todo ese amor a la Naturaleza y sus criaturas, a los congéneres, a los abuelitos que enseñaron tanto. Pienso en esa forma de la ver la vida más integrada al cosmos, más equilibrada, seguramente más sana que lo vertiginoso de las grandes ciudades movidas por el materialismo y el individualismo”, considera.

El arte es para nuestra vecina una posibilidad de sanación, un estado de armonía, un camino hacia el interior del ser que interrumpe la vorágine mental en la que vivimos. De las últimas enseñanzas ancestrales, Laura Hart conserva una profunda admiración por los curanderos que la lleva a pintar sobre temas vinculados al chamanismo sin abandonar el “signo”, que desarrolla hasta sus últimas consecuencias. “Todo lo mío está escrito acá”, dice sobre los trazos que habitan sus lienzos. Madre de tres hijos y abuela de cinco nietos, Laura estudió fotografía, serigrafía, dibujo, pintura y escultura. Ha sido curadora de galerías, directora del Museo de Arte Moderno de Mendoza, trabajadora del Museo del Área Fundacional y viajera incansable en los últimos años. Es también documentalista y coordina un taller de arte en su casa que invita a descubrir la imagen interior.

Más datos de la artista en: www.laurahart.com.ar

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El Chalet de Piedra de Chacras de Coria. Parte III -->

El Chalet de Piedra de Chacras de Coria. Parte III

Antonio Simón un pionero del pedemonte y su lucha por y contra el agua, allá por las primeras décadas del 1900.

En los números 140 y 144 de Correveidile relatamos las distintas etapas vividas por Antonio Simón mientras construía su casa de veraneo que comenzó en 1914 cuando la Panamericana ni siquiera estaba proyectada, en pleno pedemonte, aunque cerca de la estación Paso de los Andes. La construyó  para que su hija María Elisabet, afectada de cierta debilidad pulmonar, recibiera los beneficios del  aire puro.  La casa se mantiene aún en pie y su nieto Enrique Roig sigue reconstruyendo, después de cien años su historia.

“Mientras construía la casa y también luego de terminarla, don Antonio Simón  afrontó el gran desafío del agua.  En ese lugar el desafío era doble: el agua como primera necesidad de la vida era muy escasa, pero también era destructora, arrolladora,  en las impredecibles crecientes de verano del río seco Tejo, que bordeaba su propiedad  por el Oeste y que a veces la cercaba con un brazo que se abría por el frente”.

“Para defender su terreno de esos aluviones, además de las corridas de rocas por el frente de la casa que ya referimos, construyó y mantuvo  grandes gaviones en el rio seco.  Los gaviones son murallones enclavados en el lecho del río seco, desde la barranca,  armados con rocas encerradas en gruesas mallas metálicas. Estos gaviones desviaban el agua torrencial hacia el centro del lecho  y  debían repararse o reforzarse todos los años”

“Mucho después, en 1969, cuando se concluyó la ruta a Chile en su tramo hasta Uspallata siguiendo  el trazado del viejo ferrocarril trasandino, es decir, siguiendo el curso del río Mendoza, su terreno quedó protegido con un murallón de hormigón armado que se construyó para defender la cabecera del puente de la ruta sobre el río seco Tejo”

“El otro desafío era el agua de necesidad vital cotidiana y de la que el lugar carecía en absoluto. Solo  se contaba con el último extremo de la red de regadío, que se encontraba a más de doscientos metros y un surtidor público de agua potable en la estación Paso de los Andes, del ferrocarril, a unos cuatrocientos metros. En ambos casos había que atravesar el río seco Tejo”

“Siempre ingenioso”, destaca su nieto, “Antonio Simón construyó una estiladera de doble uso.  El agua de riego, cargada entonces siempre de arcilla y arenisca, pasaba  por un gran filtro tallado en una sola pieza de piedra pómez, que era de uso común en la época. El filtro goteaba en una tinaja de barro cocido y vidriado, encerrada en el mismo mueble, con una salida hacia el exterior mediante un caño provisto de canilla. Más abajo tenía el artefacto un gabinete forrado de estaño y con un desagüe, donde se colocaba hielo y constituía “la heladera”. Por lo menos hasta los años cuarenta el carro del “hielero” se aproximaba diariamente en verano hasta el chalet de piedra, donde moraba su último cliente, al borde del desierto”

“Otra ingeniosidad que instaló don  Antonio Simón para el uso del agua, fue una ducha que armó en un  pequeño recinto integrante de la construcción de hormigón armado. Ideó y construyó un  tanque de chapa galvanizada que se bajaba para cargarlo de agua e izaba  mediante un aparejo. Luego, tirando de una cuerda, se accionaba una válvula que dejaba caer el agua a través de una flor en el pequeño recinto.

“Pero a don Antonio Simon no conformaba  la gran dificultad del agua. Pensó que tendrían que existir napas de agua subterránea paralelas al río seco. Por tal motivo contrató a un esforzado minero chileno para que excavara buscando agua, a pico y pala. Se aproximó a la profundidad de ochenta metros, pero fue inútil. Después de tan pesadísima y riesgosa perforación, desistió de ese intento. Decidió entonces acopiar toda el agua de lluvia que cayera sobre el techo de chapa de  la casa en un aljibe. Construyó entonces el receptáculo apropiado junto a la casa. Le dio unos dos metros de diámetro y unos dos metros y medio de profundidad, con unos sesenta centímetros elevado sobre el terreno. La pared circular fue de rocas asentadas en concreto y el fondo de concreto llaneado, cónico y con un receptáculo central para facilitar la limpieza. Una losa de hormigón armado cubrió el aljibe, con una tapa de hierro abisagrada.  Coronó su obra con una enorme llanta de carro de hierro de una sola pieza que abrazó el brocal del pozo, que hasta hoy está intacto”.

“Mientras tanto y llegando siempre en ferrocarril, pasaron algunos años de vacaciones en aquel agreste, limpio y elemental lugar de horizontes abiertos y noches cerradas, en que las estrellas casi encandilaban en las noches sin luna. Entonces allí la joven María Elisabet recuperó plenamente su salud y allí nació para ella un vínculo que perduraría de por vida, con una pequeña niña de Chacras de Coria, Eufemia Correa,  que prohijó mi abuela”.

El Chalet de Piedra de Chacras de Coria

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