Desde la antigüedad las plazas han tenido un significativo valor para los pueblos. Los griegos la llamaron ‘ágora’: era el sitio abierto de la ciudad. En ella se congregaban los ciudadanos para discutir y decidir los asuntos importantes de la comunidad.
En nuestro Pueblo tenemos a la Plaza General Espejo, aunque todos la nombran como ‘la Plaza de Chacras’, que acaba de cumplir sus primeros 111 años.
Como casi todas las plazas, se ubica en el corazón mismo del pueblo. Infaltablemente, a su alrededor estará la Parroquia, el Registro Civil, la Escuela, la Policía, el Banco, el Cine, el mercadito y algún bar.
Los antiguos y memoriosos vecinos recordarán que no hace mucho tiempo atrás, poco más de treinta años, nuestra Plaza era un orgullo provincial. Era habitual encontrar una foto de la Plaza en las postales turísticas de Mendoza. Siempre impecable y cuidada. Lucía florida durante las cuatro estaciones del año.
Entonces había un placero. Esta persona, que muchas veces fue realmente un personaje, era algo así como medio dueño de la Plaza. Al menos así lo demostraba. Era el encargado de todo el mantenimiento del sitio. Plantaba, regaba, podaba, procuraba almácigos con semillas que él mismo recolectaba, barría, corría a revoltosos y dañinos, charlaba con los vecinos y hasta era capaz de regalar alguna flor a un visitante.
Y como toda plaza, la nuestra fue -lo sigue siendo en otra medida- un lugar de encuentros.
Seguramente uno de los eventos que la popularizó a nivel provincial fueron las famosas ‘retretas’. Los bailes familiares que se hacían los fines de semana. Los muchachos de entonces acudían vestidos con su mejor traje, la camisa almidonada con la corbata al tono, bien perfumados y sus zapatos lustrados. Y las muchachas con su mejor vestido de fiesta.
¡Cuántos matrimonios se pudieron concretar gracias a esos bailes populares!
Venía gente de Godoy Cruz, La Puntilla, Carrodilla, Luján, pero sobre todo era una fiesta para el vecino de Chacras. Desde temprano, el aroma del hinojo esparcido en la calle ya predisponía a pasar un buen momento.
El tiempo, el implacable, trajo consigo los consabidos cambios. Hoy nuestra Plaza no luce tan bella como otrora. Sigue siendo el espacio público por excelencia, pero su uso se va modificando.
Continúa como sitio óptimo para algunos actos patrios, aunque este 25 de Mayo pasado, lamentablemente, no estuviera la bandera en el mástil para ser izada por las damas de la Biblioteca, como lo hacen en cada fecha patria. También para celebrar la misa de Navidad, para llevar a los niños a tomar un poco de sol, los artesanos y anticuarios que ya tienen su lugar definido. Últimamente, un grupito de jóvenes la ha tomado como pista para practicar con sus patinetas. A veces son tantos que impiden transitar por ella o tan siquiera sentarse plácidamente a charlar en alguno de sus bancos. Nadie controla esto.
Muchos actos de vandalismo la han ido deteriorando. Cruzarla de noche ya no es muy seguro. La figura del ‘placero’ ya no cuenta y nuestra plaza sigue siendo de todos y de nadie.
Con un poco de esfuerzo común, entre autoridades y comunidad, podemos recuperar su esplendor para que todos disfrutemos de la plaza y diversas actividades en ella, ancianos, jóvenes y niños.