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Continuemos siendo vecinos

El hombre es, por naturaleza, un ser gregario. Este término viene del griego: “grey” que literalmente significa rebaño. Hoy podemos sustituir el término “rebaño” por el de sociedad. Desde nuestro nacimiento necesitamos de alguien más para crecer y desarrollarnos como personas. La primera y fundamental sociedad a la que nos integramos es la familia. En ella aprendemos a convivir, adquirimos las elementales nociones de respeto mutuo, de aceptar límites, de tolerar al prójimo.

La segunda sociedad de la que participamos es “el barrio”, y también podríamos llamarla ‘la vecindad’.  En el barrio es donde iniciamos un proceso de socialización diferente al familiar. Ya no se trata sólo de padres y hermanos sino también de ajenos al hogar: los vecinos. Precisamente “vecino” deriva del latín: ‘vicinus’ derivado de ‘vicus’: barrio, pueblo o villorrio.

Chacras de Coria ha sido un pueblo siempre reconocido por su buena vecindad. De hecho muchas obras que nos orgullecen a los ‘chacrenses’ no hubieran sido posibles sin el entusiasmo y solidaridad de nuestra gente. Basta con mencionar la construcción de las ahora inexistentes e imprescindibles tribunas en la cancha de fútbol del Club Atlético Chacras de Coria cuando por primera vez ascendió a la  primera división del fútbol mendocino; o, más recientemente, cuando se encaró la instalación de la red de gas natural en el pueblo. Sendas empresas parecían utópicas, algo que nunca podríamos conseguir. Hoy son una realidad porque Chacras tuvo vecinos solidarios.

CORREVEIDILE nació, también como una utopía, en el barrio y para los vecinos. De hecho esta edición dedica varias páginas para y por los vecinos. En nuestro espíritu siempre estuvo como guía fortalecer los lazos vecinales, en las buenas y en las malas. Para reclamar y protestar cuando es justo y necesario y de igual modo para agradecer y alentar lo que a todos nos beneficia.

El vecino es nuestro más próximo. El que vive al lado o enfrente de nuestro hogar. Los buenos vecinos son los que siempre están prestos a socorrernos cuando nos quedamos sin yerba para el mate o el perejil para las milanesas. El que está atento por si estamos solos o enfermos.

En nuestra Chacras de antes, la que muchos lectores recordarán, vecinos éramos todos, sin excepción. Sólo bastaba salir a barrer la vereda y encontrar una fantástica excusa para encausar una bonita y extensa  charla con la vecina que casualmente pasaba por ahí. Entonces el tiempo se detenía y existía el necesario espacio para preguntar por la familia, por el trabajo, por la salud y para algún otro imprescindible chimento.

Hoy los tiempos han cambiado. Innecesarias prisas nos llevan sin permitirnos el elemental gesto de mirarnos a los ojos, de estrecharnos las manos y expresar una elemental pregunta: ¿cómo anda vecino?

No es sólo desde la nostalgia que hacemos esta reflexión. Por el contrario, es con la esperanza de que volvamos a reconocernos como buenos vecinos. Los de siempre y los recién llegados que van adoptando a nuestro pueblo como su hogar.


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