El fútbol llora a Ricardo Pedro Barretto -y el Bajo Luján también-

Por José Félix Suárez

Un rictus amargo y una expresión  de desconsuelo acompañó al ambiente del fútbol mendocino al conocerse el pasado sábado lº de marzo la triste noticia del fallecimiento de Ricardo Pedro Barretto, a los 74 años de edad.

Es que el popular “Bibi”, como se lo conocía desde la época en que llegó a jugar a Mendoza desde su Santa Fe natal, resultó siempre un personaje muy  apreciado y respetado por su forma de ser,  su simpatía y su  carácter extrovertido. Por esa razón se  lo asoció siempre a la imagen de  un buen tipo, espontáneo  y muy conversador, apasionado a la hora de hablar y opinar de  fútbol, su gran pasión.

Fue uno de los primeros santafesinos que pisó nuestras canchas cuando se produjo aquel gran movimiento de fines de los 60 junto al Pelado Juan Carlos Forti, su leal e  inseparable compañero el Negro Carlos Secundino Benítez, Roberto Juan Mantovani, Eduardo Andrés Mandón, Jorge Alberto Deiber,  Edgardo Fumagalli, Eduardo Miguel Méndez, Alcídes José Schanz, Hugo Daniel Sello, Carlos Alberto Larpín y tantos otros. Ellos hicieron un culto no solo del buen juego y del compañerismo, sino también de amor a la tierra que los cobijó  cuando llegaron para forjarse un feliz presente y un mejor futuro.

Como la mayoría, el “Bibi”, quien había desarrollado toda su carrera en Unión de Santa Fe y que vino de grande, se radicó definitivamente en este suelo mendocino al que agradecido  consideró siempre su segundo hogar. Además de la actividad futbolística, acá formó su familia y  posteriormente,  cuando dejó de jugar y de dirigir, se dedicó a su actividad de técnico  electricista. En los últimos días de febrero se lo había  visto muy entusiasmado  ante la posibilidad de asumir la DT  del Club Bánfield de Perdriel convocado  por Carlos Ramón Montagnoli, el presidente de esa institución quién  le tenía un gran aprecio.

Una lágrima sincera fue la respuesta de sus buenos amigos de la tradicional confitería Vía Veneto en el centro de la ciudad  donde se reunía  cada mañana  para  compartir un  cortado  y  conversar de lo que tanto sabía sobre el juego, tácticas, posiciones y resultados.  Entre ellos, el Negro Benítez y Tucho Méndez,  habituales en su mesa de la vereda en estos días del verano, además del propietario del establecimiento Jorge Conte, Paolo Conte, Marcelo Pressiani, Carlos Concha y Hugo Castellani.

El Paraguayo Cabañas, el Bibi Barreito, Carlos Secundino Benítez y el arquero Fumagalli.

Los tiempos del Orgullo Granate

Se lo recuerda a partir de 1967 desde su posición de marcador de punta izquierda o de segundo marcador central, con los colores de aquel Luján Sport Club que en esa temporada y las siguientes se convirtió en la gran sensación del fútbol local. Era la inolvidable época de “los alegres granates del Bajo” cuando el periodista y escritor Rodolfo Braceli se subía a la tela a celebrar los goles del club de sus amores.

Eran tiempos de “bolsillos flacos”, como admitía con una sonrisa el querido “Bibi”, pero de una filosofía de vida que  reunía por igual  el romanticismo, la bohemia, la picardía, el buen juego, la personalidad ganadora y  la sana alegría dentro y fuera de la cancha.

Con el vino de la santa misa

Son muchas las anécdotas y recuerdos que tienen al Bibi como protagonista: con la viola y la armónica del técnico Carlos Tito Ortíz, cuando una vez les pidió a los dirigentes once caballos para ir a jugar a los cowboys en el Río Mendoza; cuando con el pico y la pala hacía un pozo para enterrar la pelota en el medio del campo cuando se perdía;  el colorido del arquero  Fumagalli con sus pintorescas remeras a la usanza del rugby, sus largas bermudas y sus salidas a la cancha con su collie Jackie, que posaba junto a los jugadores en las fotos y al que ataba al alambrado olímpico detrás de su arco;  las rarezas del Loco Ciaccia que le ponía dulce de leche al mate en lugar de azúcar; el aceite verde que era un preparado casero  que había creado el masajista Pacheco  y que le otorgaba un brillo especial a las piernas de los futbolistas -aunque a veces con picardía dejaba una brillante y la otra no-, o la tradición de la copita de un vino para la santa misa  que les traía un sacerdote amigo y que  tomaban entre tiempo y tiempo  para reponer energías.

Aquel Luján del orgullo Granate donde Barretto actuó cinco temporadas para completar una más en Godoy Cruz Antonio Tomba y ser citado varias veces al Seleccionado Mendocino.  Siempre con el perfil de muy buen marcador, su reconocida experiencia, su fortaleza física y moral y su espíritu solidario.

Cuando llegó a Mendoza se pensó que quizás no podía jugar más al fútbol porque al probarse en Andes Talleres, el Dr. Saba le descubrió una secuela de una distensión de ligamentos. Sin embargo, el entrenador Pastor Acosta Barreiro, que lo había recomendado, se lo llevó al Bajo ante la imposibilidad de que quedara en los Azulgranas.

Como técnico condujo los planteles  de  Luján Sport Club,  Deportivo Guaymallén, Gutiérrez Sport Club,  Independiente Rivadavia, Huracán Las Heras y Andes Talleres, todos en primera división.

El fútbol llora a Ricardo Pedro Barretto porque se fue un buen tipo. Hasta siempre, “Bibi”.

El equipo del Luján Sport Club en el año 1969.

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