A 200 años de la Asamblea del año XIII, uno de los hechos más importantes de nuestra historia nacional, conversamos con la historiadora María Celina Fares.
Por Nicolás Sosa Baccarelli
Se propuso proclamar la independencia y redactar una Constitución. No lo logró. Sin embargo dictó una legislación social revolucionaria y puso de manifiesto una serie de conflictos políticos, que la convierten en uno de los hitos más significativos en el proceso de emancipación. Entre sus logros se cuenta: la eliminación de los títulos de nobleza, la declaración de “libertad de vientres”, la supresión de los tributos pagados por los indígenas, la abolición de la Inquisición y la tortura, junto con la creación de los más importantes símbolos patrios.
-Empecemos por el final: ¿Qué representó en breves palabras la Asamblea?
-La Asamblea del año XIII representó el cenit, o momento más radical, de la retórica revolucionaria con alcances sociales. Reconocimiento y declaración de derechos de grupos subordinados; un “no” a los privilegios del régimen de castas, de estamentos; un giro en la desigualdad étnica y social propia del Antiguo Régimen. Y por estos logros es recordada por la pedagogía patriótica, más en las celebraciones escolares que en los contenidos de la enseñanza de la historia. Generalmente suelen omitirse las tensiones que dentro de la misma se expresaron y los proyectos que fueron abortados. Pero para eso hay que dar cuenta del proceso político en el que se desarrolla.
-¿Cuál es el contexto histórico que debemos conocer para comprender la Asamblea?
-Hay que situarnos 200 años atrás, cuando los habitantes del continente hispanoamericano sintieron el cimbronazo que significó la crisis del imperio ibérico y la caída de la monarquía española en manos de Napoleón, dejando acéfalo un poder ejercido por 300 años. Se iniciaba entonces el proceso de emancipación hispanoamericana y de construcción de formas de gobierno republicanas, alentadas por el imaginario revolucionario que pretendía alcanzar en un horizonte próximo, libertad e igualdad entre hombres, pueblos y naciones” comienza Fares, recordando que el Río de la Plata fue un caso especial donde el proceso revolucionario avanzó sin retrocesos, pero no sin conflictos.
A partir de la instalación de la Primera Junta de Gobierno (surgida de la Revolución de Mayo de 1810) y del ingreso de los diputados del interior que conformaron la Junta Grande, se dio una serie de discusiones y enfrentamientos acerca de quiénes y cómo ejercerían el poder y sobre qué bases de legitimidad se construiría el nuevo orden, desatando una lucha facciosa entre aquellos que querían avanzar con moderación y los que propugnaban la radicalización de la revolución.
-¿Y qué problemas concretamente se desatan frente a la ausencia del rey español?
-La fórmula revolucionaria de la retroversión de la soberanía a los pueblos, que se votó en el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810, se había desparramado por los territorios virreinales. Conquistó fuertes adhesiones populares por la autonomía de los pueblos y ciudades del interior, lo cual entraría en disputa con la vocación centralista de Buenos Aires.
Tras contar los avatares del Primer y Segundo Triunvirato, Celina Fares señala que “es en este contexto en el que se podrá realizar el proyecto que inicialmente fuera propuesto por Mariano Moreno, convocar a un congreso para constituir las bases del nuevo gobierno independiente, -aunque él no pudo realizarlo en su corta vida-”, aclara.
-¿Y cómo nace entonces la Asamblea…? ¿cuál fue la participación de Monteagudo?
-La convocatoria a la Asamblea del año XIII, estuvo fogoneada por los seguidores de Moreno a través de la Sociedad Patriótica y la pluma Bernardo de Monteagudo, quien desde sus artículos en la prensa venía atizando las ideas de libertad e igualdad inspiradas en el democratismo de la Revolución francesa. Una vez incorporado como diputado por Mendoza, Monteagudo sostuvo con convicción las reformas que habían anticipado, junto con Castelli en el ejército del norte, y se convirtió en el encargado de relatar e interpretar sus discusiones, a través del único documento oficial que testimoniara lo ocurrido en la Asamblea.
-Un punto crucial: ¿Qué actitud asumió la Asamblea del año XIII, frente al rey cautivo?
-La Asamblea no le juró fidelidad al rey cautivo como habían hecho los organismos anteriores. Se declaró representativa y soberana de las Provincias Unidas del Río de la Plata, obligando a los diputados a jurar por ella. Esto significaba un primer paso a la emancipación, aunque no lo declarara explícitamente, pero también reflejaba el predominio de la tendencia centralista y la postergación de las aspiraciones federales o confederales, de autonomía. La representación unificada bajo el rótulo de “nacional” suponía absorber y controlar las pretensiones autonómicas que traían los diputados de los pueblos, bajo la forma de instrucciones concretas de sus mandantes.
-¿Es el caso de la Banda Oriental?
-Ciertamente, con la Banda Oriental este conflicto se hace mucho más visible. Se rechazaron sus diputados, bajo pretexto de no cumplir con los requisitos establecidos. En el fondo era un rechazo a las famosas instrucciones de Artigas: la declaración inmediata de la independencia y la propuesta de una organización republicana y confederal al estilo de los Estados Unidos de América del Norte, cuya capital residiera fuera de Buenos Aires.
Recordamos que esta situación provocó la ruptura con la Banda Oriental, dando lugar a la extensión de la influencia artiguista sobre las provincias del litoral, en oposición al centralismo porteño; lo cual culminaría en los años veinte con la caída del poder central y el inicio de la organización de las autonomías provinciales.
-¿Se puede considerar la Asamblea como el “primer legislativo moderno”?
-Sí, sobre todo en su primera etapa, por cómo se constituyó y por la tarea que desempeñó. Se trató de un símbolo de la nueva arquitectura del poder republicano. Estableció una serie de libertades y derechos de igualdad que quedarían inscriptos definitivamente en configuración del orden jurídico y de nuestra cultura política.
-¿Qué significó la “libertad de vientres”?
-Fue el puntapié inicial para la supresión de la esclavitud. Los nacidos a partir del 31 de enero de 1813 ya no serían esclavos; como así también se prohibía el tráfico negrero. Recién la Constitución Nacional de 1853 suprime definitivamente la esclavitud en nuestros territorios, cuando en realidad gran parte de ellos había muerto en las guerras de emancipación, enrolados bajo la promesa de liberación. La gente suele confundir ambos momentos.
-¿Y el resto de las conquistas?
-Bueno, la extinción del tributo junto con la supresión de la servidumbre personal, la mita y el yanaconazgo, no sólo pretendía suprimir las cargas laborales con las que habían sido sojuzgados los pueblos originarios, sino borrar, al menos desde la normativa jurídica, la segregación de castas y cumplir así con el ideario igualitario que impregnaba los imaginarios revolucionarios republicanos.
La supresión de los títulos de nobleza y mayorazgo buscaba terminar con la concentración de patrimonio y prestigios heredados; mientas que la prohibición del uso de tormentos ponía fin al represivo proceso inquisitorial. Todo ello constituye el legado más vanguardista en el sentido igualitario del momento revolucionario, y sus alcances son significativos para el presente, pues el ideal de igualdad, al menos de oportunidades, es un horizonte aún en construcción.
-La Asamblea instituyó la simbología patriótica, representativa de la nueva nación emergente: el escudo impreso en la primer moneda rioplatense, la aprobación de la letra y música del himno, la declaración del 25 de mayo como fiesta patria, mientras Belgrano juraba lealtad y enarbolando la primer bandera a orillas del Paraná… ¿Cómo ves esto?
-Todo eso representa un momento de alta densidad simbólica en la configuración de una identidad que necesitaba diferenciarse de aquella de quien quería emanciparse, y a quien le estaba haciendo la guerra, pero sin poder decirlo explícitamente. Sin embargo, con el correr del tiempo, las derrotas provocadas por contraofensiva española con la vuelta de Fernando VII al trono, dieron lugar a un segundo momento de la Asamblea, en la cual la instancia deliberativa se convirtió a los ojos de la opinión pública en un ámbito poco eficaz para la resolución de problemas. De hecho no sólo se postergó la declaración de la independencia sino que se estableció la creación de un poder unipersonal en la figura del Director Supremo. El ejercicio del mismo a cargo de Alvear dio lugar al declive de la Asamblea, y con ella del intento de crear un sistema equilibrado de división de poderes. Por el contrario llevó a que se acrecentaran las prácticas centralistas del poder cada vez más denostadas, y con ellas el creciente descontento de los pueblos.
-¿Cómo podemos evaluar la Asamblea en cuanto a sus logros institucionales?
-Es bueno siempre atender a los contrastes o tensiones de la época, y así acercarse mejor a la realidad. Es bueno desacralizar el pasado, dejar de pensar que todo pasado fue mejor que el presente que vivimos, sobre el cual solemos ser excesivamente críticos. La Asamblea del XIII representó el clímax de la expectativa revolucionaria en cuanto a reconocimiento de derechos y libertades revolucionarios; pero también marcó el declive de la revolución al desplazar las expectativas de emancipación y organización confederal y concentrar el poder en manos del centralismo porteño, tan denostado para los proyectos de autonomización de los pueblos.