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Versos que florecen en el aire

El Día de la Tradición tuvo su festejo en Chacras. La familia Leiva organizó la fiesta en su puesto y trajo al renombrado payador Gustavo Guichón, que se lució junto a Guyi Miranda y cantores y guitarreros amigos.  Correveidile estuvo con el payador conversando sobre este mágico arte.

Por Nicolás Sosa Baccarelli

El oficio es antiguo. Algunos ubican su origen en tiempos anteriores a los de Homero. Hay quienes vislumbran sus antecedentes en los Idilios de Teócrito, y en las Églogas de Virgilio. En algún momento esos versos repentinos se hicieron entrevero, desafío y nació así el contrapunto acaso en la poesía provenzal, o en ese episodio que narra la mitología griega, cuando Pan tuvo la audacia de ensayar una comparación entre su música y  la de Apolo, retándolo a una prueba de habilidad.

Miles de años han pasado. Y todavía hay un hombre, un puñado de hombres –no sabemos cuántos- que, del otro lado de los mares sagrados y del vasto océano, en la penumbra de un galpón o a la sombra de una parra -como le gustaría al poeta ciego de Palermo-  tejen, con un manojo de versos repentinos, un culto secreto y milenario a Grecia, a Roma, al mediterráneo musulmán. La payada es un milagro que une a Virgilio con Santos Vega.

El sueño del payador

Hemos llegado temprano al puesto Leiva. El sol se desmorona detrás de los cerros mientras Daniel se apura a guardar la caballada.  Un  grito afectuoso nos recuerda que estamos en Mendoza, en nuestra casa, entre amigos. Hemos venido a buscar a Gustavo Guichón, el vate oriental que durante décadas puso versos a Jesús María, y a tantísimos encuentros más.

El payador está haciendo su siesta antes de salir al escenario. El viaje ha sido largo y nunca termina: ayer estaba en Córdoba, ahora mismo en Mendoza, mañana en Santiago del Estero,  pasado mañana en Salta, y el lunes nadie sabe.

Mientras tanto espero y tomo mate. Advierto que es la primera vez que custodio el sueño de un payador. Y se me da por pensar cómo dormirán estos hombres, en qué métrica precisa descansarán sus vigilias del ajetreo de este recuerdo nebuloso que es la vida.

La conversación se extiende apenas con un rumbito trazado,  algunas propuestas; sabiendo que cualquier tiempo resultará escaso. Hay mucho para preguntarle. Y los versos surgen de la nada, porque cada circunstancia es una excusa. Versos que nacen para irse, dice.

“No los anote”, me indica Guichón.  ”Déjelos que se vayan, que para eso han nacido” me ataja frenando mi hábito de un asombro, un lápiz y una libreta.


El camino

Es uruguayo de nacimiento, pero argentino por adopción. “Latinoamericano y pasajero  del mundo”, dice.  Jamás olvida su pueblo, sus quince años con los que se inició en el oficio; recuerda a sus maestros, nombra a Luis Alberto Martínez, Carlos Molina. Cayetano Daglio Pachequito, Alfredo Santos Bustamante, y algunos colegas actuales.

Nació cerquita del Río Santa Lucía, Florida, República de Uruguay, pero eligió Villa de María del Rio Seco, provincia de Córdoba para vivir. Pago de Lugones, a pocos kilómetros de donde vivía Atahualpa Yupanqui. Entre esos paisajes anda, escuchando el rugido de “leones” y el trino de la torcaza.

“Yo saco algo de adentro que sé que nunca voy a volver a decir en mi vida” dice, y responde a nuestra inquietud por sus preferencias literarias  con una sorpresa: no le gusta leer poesía, prefiere la geografía.

La décima es su métrica natural. “Por ahí en la mañana me despierto y hago una décima para mí. Y la dejo que se vaya. Vos sabés que nace y muere en el momento el canto del payador”.

-¿Cuál es la situación actual de este arte?

-El canto del payador se está perdiendo. Un poco por falta de payadores, otro poco por falta de espacio. Pero mientras haya un hombre que improvise, esto está vivo.

-¿Qué escenarios inolvidables podría nombrar?

-En Europa fue un desafío. En Cuba vive el talento. A los cubanos no hay con qué darles. Las islas flotantes de los Uros, en el lago Titicaca. He cantado en Universidades de España, en la selva, en el sur de a caballo, qué se yo. Ahora, fijate que no conozco ni un payador que haya ido a cantarle a los yanquis. No he ido ni iría tampoco.  Lamentablemente “yanqui” hace rima con Yupanqui, que es lo que más pena me da. (La carcajada es irresistible)

-¿Cómo vive el contrapunto, como una unión, como un desafío, como ambas cosas?

-Entre un hombre que improvisa y un payador hay un abismo. Hay seudo payadores, de campo de jineteada, que no salen del caballo y el palenque. Lo importante es que el canto tenga fundamento. Un payador también habla de otras cosas. Fue el primer periodista oral que existió. Existe desde la antigüedad. Con un verdadero payador, pueden salir cosas maravillosas. Uno lo mira, te da la consonante, no te piala el pie del verso y ahí surge todo.

Guichón habla de los repentistas cubanos y curiosamente de los “raperos”, de los negros de Nueva Orleans, y lo hace con respeto. “El rapero improvisa”, dice con seguridad. Y no lo opone al payador. En las antípodas de la payada no está el rap, piensa Guichón, sino los “seudo payadores”. “Si es verdadero tiene que improvisar sobre lo que le pidan, hermano”. Lo tentamos con el nombre del periódico. Correveidile le proponemos. El silencio duró medio segundo y arremetió:

Correveidile se llama,

se llama Correveidile.

Yo tengo versos de a miles

para hacer esta proclama.

El canto criollo se inflama

y ha de queda por la historia

cerca del Cerro ´e la Gloria,

ahí quedan coplas mejores,

frente de tantos lectores,

¡tierra de Chacras de Coria!

Secretos, mañas y recuerdos

-¿Cree en las rimas imposibles?

-Sí, claro. Pero ahí está la astucia del payador. ¿A ver por ejemplo cuál?

-Suponga usted que yo sea un poco mañoso, y en medio del contrapunto, buscando una rima consonante,  le doy el pie en “cocodrilo” o en “semáforo”

Inmediatamente Guichón responde nuestra duda en verso y su ingenio nos arrebata una risa:

Me pararé en el semáforo

para que el canto recuerde,

y aunque  la idea se pierde

te lo puedo contestar:

Yo sé que lo puedo pasar

si es que tiene color verde

Acá está la sextilla, que arriba permite un verso libre.

-¿Hay payadores tramposos? Háblenos de las trampas

-Te pueden hacer una trampa. Sí, existen. Por ejemplo vos me dijiste palabras sin rima. Bueno, yo puedo venir, por ejemplo, haciendo una media letra, y al final del segundo verso lo remato con una de ésas. Y ahí lo desarmé al otro payador. Pero no es leal eso. Eso lo hacen los que destruyen el canto. Podemos traer una buena letra, con buenos finales, y sale algo bien hecho.

-Con “Puesto Leiva” tampoco lo veo fácil

-Claro, pero puedo decir por ejemplo:

Con este canto modesto,

si la inspiración me auxilia,

es por Leiva, la familia,

los dueños de este gran puesto (Е)

Y así se desteje la tarde, recordando historias del payador.

-Una vez, estando en el sur,  fui preso. Habían matado a un gitano. Nos detuvieron a los que estábamos presentes. Me llevaron a mí también y en el acta pusieron que yo era peligroso por la velocidad mental, cuenta entre risas. En Deán Funes, en épocas militares, me llevaron preso. La gente me fue a buscar. Casi incendian la puerta de la comisaría, me tuvieron que liberar. Después me enteré que me llevaron por cantar El Orejano.

Recuerda haber conocido Chacras de Coria, hace tiempo, gracias a Nicolino Locche. Hablamos de Gabino Ezeiza y de su célebre payada con Pablo Vázquez; de José Betinotti, de payadores últimos que en rigor de verdad fueron penúltimos y también de los perseguidos.

En la despedida me dedicó un manojo de versos, de esos tan suyos, “nacidos para irse”. Y como vinieron se fueron, volando libres,  dice el payador, como ceniza al cofre del viento.

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