Luego de haber leído el libro que recientemente publicara nuestro joven columnista Nicolás Sosa Bacarelli durante su estancia como becario en México, Como Gato Panzarriba, la escritora y poetisa Raquel Aznar -además directora y fundadora del Club de Amigos Lectores de la Biblioteca Alberdi y una de las dos alma máter de la casa de los libros lujanina- nos hizo llegar su calificada opinión acerca de esta prima obra literaria.
El título sugestivo encierra un itinerario temático amplio capaz de crear una atmósfera de hallazgo en el lector. En esta oportunidad de un enigma que se reviste de circunstancias cotidianas y sentires que pulsan el matiz de una nostalgia que se detiene en imágenes de secuencias y momentos.
Al pasar sus páginas se evidencia una poesía ocasional, tan sensitiva que se apropia del paisaje mendocino: su paisaje, sus olores, su folklore.
Siempre el escritor es protagonista, posicionado ante el asombro y la pulsación de sus convicciones. Desliza lo habitual, liberando el hallazgo de las cosas, de los momentos, del silencio, de la tarde.
Tarde profunda. / Dominio del silencio. He salido a buscarte pero no te encuentro/
Tarde que estira una rama sobre el patio/ que hoy sólo existe en infantiles recuerdos.
En sus versos todo aparece dicho con cierta firmeza, diría con sencilla vehemencia. Lo autobiográfico queda insinuado detrás de su sensibilidad, en la evocación del tiempo, del lugar como el espacio o escenario donde suceden sus encuentros y desencuentros. También refiere su mirada retrospectiva a sus ancestros, sosteniendo una especie de vigencia generacional: a mis abuelos, a sus padres, a sus abuelos.
A sabiendas de su calada inquietud por la música ciudadana, su avidez por el estudio y la investigación del tango y su anclaje socio-cultural, transfiere en sus escritos una atmósfera con un registro que solfea voces y sonidos en arrabales y milongas:
Desde el fondo último del barrio/tu paso de candombe y primavera/Murguista de los sueños truncos/Tu cuerpo es ese junco/Que se dobla hasta mi alma y tiembla.
Desentraña el escenario porteño con soltura y una agudeza perceptiva capaz de calcar en imágenes un pasado que no tiene olvidos. En algunas circunstancias los versos se hacen música, en otros la piel se moldea haciéndose guitarra, cuando
Silba el cántico del viento.
El caudal expresivo de este joven escritor es tan amplio, que lo legendario, histórico, lo existencial, pujan por salir en su impronta literaria.
Dejar este manifiesto de interpretaciones sobre Como Gato Panzarriba resulta gratificante en demasía, por lo que sólo pretendo en este boceto dejar ciertas estelas de cercanía al yo poético de este impulsivo escritor.
Entre tantas conjeturas aventuro en su rasgo artístico una presunción que enjuicia ciertas circunstancias proponiéndonos un desafío con la historia personal, la que nos sostiene y la que nos contextualiza en el tiempo.
En el suceder de las páginas, las imágenes gráficas que las acompañan, amarran una intensa clarividencia de su vínculo familiar. Las imágenes son expresiones artísticas de su familia, esta integración a su obra pinta aún más el mundo afectivo que envuelve su sensibilidad creativa y que con tanta evidencia queda expuesta.
Como gato panzarriba, predispone al lector a maullar, maullar como expresión de hacerse sentir desde la posibilidad expresiva, que hace sintonía con la capacidad de asombro ante el pulso de las situaciones, de las impresiones que advertimos haciendo ruptura a la prisa y brevedad que acota al pensamiento y la imaginación.
Una vez más la literatura se aferra en su obstinada costumbre de nombrar, aún en brevedades, lo esencial, lo aprehendido, lo que cosquillea la conciencia, lo que hace que la piel en su porosidad pueda remitirnos a saber del amor, de las historias, de la trama que nos hurga y del devenir que nos interroga.