Lamentos tardíos
Los poemas elegiacos son bálsamos
Que la muerte nos recita dulcemente
Para purificarnos de las cosas que al olvido
Le hemos entregado para siempre.
Hubo un desierto que se ha vestido de verde,
Hubo un río que se mezcló con la ciudad
Hasta que nos dormimos como duermen los que mueren
Y hoy corazón y desierto suenan igual.
El árbol de mi esquina yace muerto,
Los que siguen calle abajo morirían.
No por designio del destino o de los vientos.
Indiferencia, nada más.
Por salvarte la vida hice muy poco.
Solo proferí unas palabras vanas,
Que no detuvieron el vuelo curvo,
Horizontal y perfecto de las hachas.
Pobres los pájaros de otoño
Cuando en el frío de la tarde no te encuentren
Primavera triste la de un sol
Que ya no dibuje tus sombras en mi frente.
Cada rama que te falta es un delirio,
Cada acequia seca es una muerte.
Y yo busco la textura de tus tallos
Desesperando, pero inútilmente.
Carlos Dante Mendoza