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El pimiento de la cruz y la Comunidad de San José

Dos viernes atrás terminaron los cimientos. Jardín Los Castaños, barrio a la derecha de Pueyrredón, tiene un boulevard a su entrada. Lo transita el ómnibus 1,15.

Por Onelia Cobos y Ana Cristina Sosa

Pocos saben que al fondo, a la izquierda, un pimiento siempre verde, medianamente grande, acompaña a una sobria cruz de madera, desnuda y marrón como la tierra misma. El lugar cobija un sueño grande, el de los vecinos: la construcción de una capilla que comenzará siendo un salón de usos múltiples por su funcionalidad.

El proyecto empezó hace mucho tiempo, antes del 2000, cuando el Padre Párroco de Chacras de Coria, Juan Carlos Vignone, solicita a dos fieles su ayuda en la parroquia, concretamente en la comunidad que tiene en su advocación a San José, esposo castísimo y padre. Para ese entonces ya había encomendado al arquitecto Miguel Liendo el proyecto que comprendía la construcción de salones parroquiales y de una capilla en el Barrio Jardín Los Castaños, en un terreno donado por el Consejo Deliberante de Luján de Cuyo,  a la Parroquia de Chacras de Coria.

La finalidad era la construcción del templo parroquial, la que coincidía plenamente con el deseo de los vecinos del lugar de tener más cerca una capilla. Se sumaron de manera voluntaria otros arquitectos, entre ellos Marta Díaz con Fernando Angeleri, quienes con su buena voluntad  y ad honoren, lograron la aprobación del proyecto y llevan a cabo la dirección técnica  de la construcción.

Las rifas y bingos no estuvieron ausentes.

La misión comienza y poco a poco se fue sumando la ayuda en diferentes contribuciones: las rifas  del Padre Juan Carlos; las manos de Caritas; el dinero, producto de un vino donado y compartido entre las capillas La Merced, Santa Elena, Rosario de San Nicolás -del Pedemonte-, por parte del actual párroco Padre Eduardo y numerosos vecinos y miembros de la comunidad que humildemente ayudan haciendo cada uno lo que le es posible.

Muchas manos llenas de esperanza han participado y participan en este objetivo común. Las misas, las comuniones, la catequesis, todo une y ennoblece el hacer de una comunidad que con la invaluable ayuda del Padre Daniel Aporta no ha cesado de caminar y trabajar, ofreciendo las manos y el corazón en cada entrega.

Ya están los cimientos con mucha piedra incorporada, como bases de una fortaleza del espíritu, que entregan el suelo para construir el proyecto de tener una capilla más en este lugar, donde Jesús Sacramentado sea amado y adorado.

Abrazando las necesidades, las alegrías, los esfuerzos,  los logros, los progresos, los amores de una comunidad, comenzaron:  Ana Cristina Sosa, Ernesto Ovejero, Celina Halupczock,  Rosa Pesetti, María Teresa Rafael, Marcelo y Vichi Rogé, Alicia Moreno, Graciela Rodríguez, Doña Antonia, Don Luis Rafael, Luciana Delfino, María Esther Cruz, Mercedes Vega, Marisa, Verónica, María Victoria,  nombres activos de este esfuerzo colectivo.

Muchos años han pasado desde aquel llamado, muchas puertas tocadas, muchos enfermos ayudados, muchas discusiones sostenidas y mucho amor puesto en este camino. Grandes amigos encontrados en él, de los cuales algunos están hoy junto a Dios. Entre ellos imposible olvidar a Don Antonio y a Alejandra Monte Oliva.

Una cruz, a cuya sombra crece la calidez y soledad del pimiento, espera la realización final de los grandes esfuerzos compartidos en San José, el lugar en donde Dios ha puesto su tienda. Este tiempo de misión es un tiempo de Dios en la tierra y un tiempo que requiere  de ayuda, donaciones de manos y pies para continuar con  esta construcción  hecha, paso a paso, con la humildad de los  pequeñísimos aportes de los operarios de esta abundante mies.

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