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Palabras para Inés Guldberg, por Estela Suris y Guri Salgado

Nuestros hijos y nietos nos unieron desde la época del jardín de infantes de Javier y Verónica. Y se fueron tejiendo muchos lazos. Henry y Sandra en mis clases de lengua. Compartimos mates, jardines, fruta para hacer dulce, perros, fotos de viaje, historias de vida.

La tela roja en el portón indicaba que algún Guldberg tenía que detenerse en casa porque había mensaje de los que estaban lejos. En esa época no se conseguían líneas telefónicas en Chacras. Después vino el tiempo de las comadres: tu hija madrina de mi hija, tus nietos madrina y padrino de mis nietos.

Y los encuentros en la Biblioteca Popular, donde siempre te parecían pocas las actividades, porque muchos eran tus intereses. Era hermoso también juntarse para que los chiquitos jugaran en el jardín, y celebrar los cumpleaños con tortas caseras y rodeados por tus margaritas, guindos y rosales.

No habíamos nacido aquí, pero la vida fluyó por nosotras en este hermoso lugar del mundo que es Chacras de Coria y vivimos para alimentar y cuidar esa vida.

Podés irte tranquila, has dejado muchos frutos y recuerdos inspiradores para los que tuviste cerca. Pasada esta pena disfrutaremos de tantos bellos recuerdos y aprenderemos a comunicarnos de otra manera con vos. Ahora no te detengas, Inés, ahora a volar, en plena paz y libertad, porque todo está cumplido, y bien cumplido.

Estela Suris, tu amiga.


Zucker Candis: En memoria de Inés María Kammer de Guldberg

Buen Día, ¿novedades?, pregunté, casi de rutina. Había tenido un día de “esos”, en donde las cosas no encajaban, se salían de su cauce. Sí, contestó mecánicamente, vino Inés de visita y dejó estas piedras. Era una bolsa llena de extrañas piedras, pero de caramelo.

Una exquisitez de las tantas que solía ofrecernos: los Zucker Candis (caramelos o piedras dulces). También las mermeladas de frutos rojos o las jaleas. El licor de guindas negras silvestres de su patio, es el más exquisito que he probado. Y un secreto ahora revelado, de nuestros helados con Frutos del Bosque.

Los probé. Y todo el día se enderezó. Los caramelos de Inés endulzaron las cosas.

Cuando la fuimos a visitar, la Banda de los Cuatro -con 5 integrantes, por supuesto- compuesta por  Olaf, Sergio Cara, Hernán y Walter Cruz y el que escribe se reencontró. Siempre había agregados a esas tertulias de largas conversaciones, de comidas, teatro y poesía. La música no podía faltar en la Casa Guldberg.  Momentos inolvidables. Conversamos sobre los caramelos, cómo se hacían y allí surgió un diálogo imperdible.

Pregunté :“No sé si es que estoy aprendiendo alemán o Ud. está hablando mejor el castellano,” y contestó, en perfecta jeringonza… ¨Yo soy argentina, nací en Olavarría, Buenos Aires, en 1933. Soy alemana por sangre de padre y madre. Mi padre estaba escapando del nazismo en Alemania y vino para la Argentina. No se por qué motivo (dijo . . pero intuí que lo sabía y no lo iba a contar …) volvimos en el ‘39 y nos “agarró” la Guerra. No pudimos salir… Ahora bien ¿Cómo volví para estos lados? Pues siguiendo un novio. Estudié la carrera de Medicina, Enfermera Instrumentista Asistente. En el año 1959 fuimos a San Rafael para hacer unas operaciones y demostraciones. Y… me atrapó el Amor. En el club de Esquí Pehuenche conocí a Roberto (Preben Guldberg), un dinamarqués. Y cambió todo. En un tic tac de reloj. Nos casamos en el ‘61 y ya sabés el final de la historia….”

Lo contó con intensidad, con energía, tal como era ella. Una fortaleza, un vendaval de vida que atropellaba con su entusiasmo y sus ganas de hacer las cosas. Se instalaron bajo el embrujo del violín, que acariciaba Roberto, en la Finca Enemark. En el corazón de esa Chacras de Coria bucólica, semiurbana. Rodeados de una arboleda, de cerezos, en fin. Allí nacieron cinco hijos, Olaf, Sandra, Martín, Enrique y Verónica. Y diez nietos…

Desarrolló una muy vehemente y activa vida social. En la Escuela Teresa O´Connor organizaba junto a otros notables vecinos la Cooperadora, peleando por difundir normas de higiene y urbanidad, elementales hoy, pero novedosas en esos tiempos. Las campañas de vacunación de los niños la contaron entre sus más entusiastas organizadoras y participantes… es tanto lo que hizo por la comunidad…  Ahora desplegaba su esfuerzo y fibra en el Centro de Jubilados. El tiempo era un don que aprovechaba.

En los momentos en donde la esperanza ya no existe ella encontraba el hueco, la motivación, la excusa para reencontrarla, y vencer la adversidad. Los obstáculos que, toda vida nos presenta, los enfrentó con valentía: esa es su gran lección de vida.

Ante la llegada del Gran Igualador, no pudo, nadie puede, sortear el acontecimiento inevitable, queda entonces lo vivido, lo aportado. Vayan estas palabras para una apasionada chacrense de un pueblo que se va disolviendo en los mares de los tiempos.

Guri Salgado

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