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Cuando el pedemonte se vuelve obra de arte

La vecina Onelia Cobos escribe acerca de Espacios del Monte, el rincón soñado de Pablo Lavoisier.

En abril, cuando el otoño, en amarillo tobogán se desliza por árboles, calles y senderos, ocurre un Encuentro de Artes Visuales en los Espacios del Monte de Pablo Lavoisier.

Comentar el encuentro es homenajear una enorme tarea cultural de integración de propuestas artísticas.

De todas ellas, incluída la presencia del vino, como producto-arte,  nos asombra el escenario donde todo esto sucede.

Sí, el Asombro se instala en el pedemonte, transformando a  éste,  en terreno espacial de las estrellas, en morada paradisíaca del canto rodado, en cactus, cortaderas, jarillales, barro y adobe, muro, acequias,  en enfiestados áridos del cerro bajo.

El lugar se vuelve principal instalación que contiene y refugia  pintura, grabado, dibujo, fotografía, escultura, joyería donde todo juega y luce como en un escenario ricamente preparado para su exhibición.

Pocas veces un lugar homenajeado, como lo homenajea  Pablo Lavoisier, cobra la importancia mayúscula de obra de arte en sí mismo.

Al igual que la arquitecta Eliana Bórmida cuando al construir parques xerófilos y senderos de piedra desnuda, al lado de mantos de pastos al viento, hace retroceder y retrasar la vista de sus bodegas, verdaderos palacios estéticos de silencio y aromas.

O como la recreación fantástica que Cristobal  Farmache hace del pedemonte, al colocar allí su “nave espacial”, museo del grabado. (tesis de arquitectura).

Pablo Lavoisier ha puesto el árbol y el arbusto en la “pura piedra”, en la “dura hermosura” del entorno como estatua de tiempo y silencio.

Corre el agua direccionada, por acequias y el viento del cerro bajo acaricia el suelo.

Atrás, se levanta el muro-adobe, en refugio secular y un terracota-mate pincela superficies.

El azul de los azules, el azul soledad, secreto y misterioso, cae desde un cielo abierto en abrazo de color y nieve.

Nubes blancas bailan sobre las piedras.

El predio se vuelve escenario perfecto para engolfar la creatividad del hombre en sus artes visuales que se acomodan en la instalación mayor del encuentro: el lugar.

Nos parece que ha eternizado el pedemonte en obra de luz, como “fuego enterrado, única estrella que nos pertenece” P N

Onelia Cobos

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