Archivo | mayo 24th, 2013

Ataque de pánico: de qué se trata -->

Ataque de pánico: de qué se trata

Los expertos del Centro de Estudios Especializado en Trastornos de Ansiedad (CEETA) explican los síntomas de este mal que aqueja a muchísimas personas en nuestro país.

Se sabe que el panic attack es cada vez más frecuente. La mayoría de los pacientes que sufren este trastorno padecen también agorafobia o miedo a los espacios abiertos. La licenciada Gabriela Martínez Castro, especialista en Trastornos de Ansiedad y Directora del CEETA explica que la edad aproximada de manifestación se da a partir de los 18 años, cuando la persona se enfrenta a la madurez y a la toma de decisiones importantes. Esta patología presenta síntomas físicos: “el paciente experimenta la sensación de estar cerca de la muerte, o la locura, sufre taquicardia, falta de respiración, ahogo, entre otros efectos”, dice Martínez Castro.

Por lo general el primer episodio de pánico no se olvida jamás, a partir de allí es normal que el que lo ha sufrido tenga la sensación de que pronto volverá a ocurrirle. “Quienes tienen ataques de pánico no pueden quedarse solos, porque a partir de que viven el primer ataque, su conducta cambia completamente; evita lugares donde sufrió la crisis, procura no realizar la acción que realizaba al momento de manifestarse el pánico; en fin, su conducta se ve limitada y la vida del paciente se restringe hasta el aislamiento”, explica Gabriela Martínez.

Esta tipología en particular de trastornos de ansiedad, suele avanzar rápidamente y tiene consecuencias graves.

Las causas

Según la licenciada Gabriela Martínez Castro, “los factores para padecer una crisis de pánico son múltiples: siempre hay una predisposición genética, el medio socio-ambiental de tipo ansioso y un suceso estresante o desencadenante”. A su vez, aclara que el trastorno de pánico se instala cuando se han repetido dos o más crisis y la vida del sujeto comienza a verse restringida; no efectúa sus actividades habituales, o las hace, pero acompañado, por temor a volver a padecer una crisis y no disponer de ayuda o posibilidad de escape en ese momento, por ejemplo.

Los síntomas

Palpitaciones, sudoración, temblores o sacudidas musculares, sensación de ahogo o falta de aire, sensación de atragantamiento, opresión en el pecho, náuseas, malestar o molestias gastrointestinales, inestabilidad, mareos o sensación de desmayo, sensación de irrealidad, miedo a perder el control, a volverse loco, a morir, sensación de hormigueo, escalofríos o sofocaciones.

Estos son sólo algunos de los síntomas que nos alertan de una crisis de pánico, que se presenta de forma brusca, alcanzando su máxima intensidad a los diez minutos de haber comenzado.

Todo puede desencadenarse cuando estamos tranquilos, manejando, mirando televisión o simplemente dando un agradable paseo. De pronto, comenzamos a sentir palpitaciones, como si el corazón fuera a salirse del pecho, sentimos un inmenso temor a morir o a enloquecer, desesperación, necesidad de escapar.

Notamos que nos cuesta respirar y un mareo nos hace pensar que podríamos desvanecernos. Quedamos paralizado por el miedo sin poder comprender lo que ocurre, pero algo nos queda claro: sentimos que estamos en peligro.

Cuando todo esto sucede, estamos frente a una “crisis de pánico”, la cual jamás olvidaremos. Si el trastorno no es tratado adecuadamente, la persona restringirá más cada vez más sus actividades fuera de la casa hasta casi permanecer todo el tiempo dentro de ella.

Es así como la enfermedad evoluciona tomando y anulando diversas áreas de la vida de la persona: vida personal (dificultades familiares debido a la dependencia, divorcio frecuente), laboral y/o académico (por la incapacidad de traslado y el temor a permanecer en el lugar de trabajo o estudio donde se teme padecer una crisis), física (dada la altísima cantidad de interconsultas médicas y la falta de actividad física por el encierro), emocional (el estilo de vida se ha empobrecido tanto que el individuo se termina deprimiendo) y social (dado el temor a padecer la crisis y que los demás lo noten, se dejan de frecuentar amistades y de asistir a eventos sociales).

“Es importante destacar que cuanto antes se recurra a la consulta y se comience el tratamiento, más rápido se detiene la evolución y se procede a la recuperación ya que un paciente adecuadamente tratado por un profesional especializado en la materia debería retornar a su vida habitual alrededor del tercer mes de tratamiento”, asegura la especialista.

El tratamiento

Esta enfermedad requiere de un tratamiento específico: psicoterapia cognitivo-conductual y medicación psiquiátrica, dirigido por expertos en el tema. “En un paciente colaborador con el tratamiento con una sesión semanal puede llegar al alta en el término de los 4 a 6 meses de tratamiento correctamente implementado, y así retomar sus actividades habituales, sin restricción alguna, prescindiendo de tratamiento y medicación en ese período”, sostiene la especialista.

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